Carlos Figueroa Ibarra
A escasos ocho meses de las elecciones federales del 2 de junio de 2024 en México, el partido gobernante Morena y sus aliados Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista de México, parecen imbatibles. Una encuesta recientemente realizada por la empresa demoscópica De las Heras Demotecnia, revela que el 62% de la población considera que el país va por el rumbo correcto mientras el 30% piensa lo contrario. El gobierno encabezado por Andrés Manuel López Obrador está llegando de manera sumamente exitosa a la recta final de su ejercicio como lo demuestra el que el 78% de los mexicanos y mexicanas aprueba su gestión.
Independientemente de las críticas a las que todo gobierno está expuesto después de algunos años de ejercicio gubernamental, es indiscutible que el Gobierno de la 4T ha dado resultados económicos y sociales incuestionables. Las perspectivas para un triunfo electoral en 2024 son razonablemente ciertas como lo revela el que Claudia Sheinbaum, la virtual candidata presidencial de Morena y sus aliados cuenta con un 68% de intención de voto y 72% de la población tiene una opinión muy buena y buena sobre ella. Solamente un 15% tiene una opinión mala o muy mala sobre Sheinbaum.
En el otro lado del espectro político en México la situación es muy mala. En unas cuantas semanas, se está desinflando Xóchitl Gálvez la candidata de la derecha que fue valorada como un fenómeno mediático por los grandes medios de comunicación. Estos grandes medios, vanamente intentaron crear una percepción triunfadora pregonando una creciente ola de simpatía hacia Gálvez y una tendencia en las encuestas en las cuales se avizoraba que la senadora se estaba acercando de manera sorprendente hacia las preferencias electorales con las que cuenta Claudia Sheinbaum. La referida encuesta muestra lo contrario: Xóchitl Gálvez solamente cuenta con un 14% de intención de voto y sus negativos ascienden a 45% entre malos y muy malos. El declive de Gálvez es síntoma de la decadencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido de Acción Nacional (PAN) puesto que languidecen merced a un profundo desprestigio.
Esta situación está originando mutaciones políticas tanto en el campo de la izquierda como de la derecha. En el de la izquierda, es posible observar una intensificación del transfuguismo hacia Morena de dirigentes políticos del PRI y del PAN. Este hecho, llamado en México “chapulinismo” (aludiendo al “chapulín”, denominación mexicana de varias especies de grillos brincadores) ha generado ya un profundo malestar en las bases de Morena. Esto se ha evidenciado en las manifestaciones de repudio en Sinaloa y Oaxaca ante la presencia de conversos príistas y panistas en eventos presididos por Mario Delgado (el presidente de Morena) y la propia Claudia Sheinbaum.
Ciertamente el éxito de Morena no solo ha llenado sus filas de conversos priistas y panistas, sino ha llevado al partido la cultura política del partido de Estado que sembraron las siete décadas del priato. Hoy los Consejos Estatales del partido son hegemonizados por los gobernadores de los 24 Estados en los cuales gobiernan Morena y sus aliados. Es un gobernador, Alfonso Durazo de Sonora, quien preside el Consejo Nacional de Morena. Las fronteras entre partido y Estado se vuelven borrosas mientras también se desdibuja la utopía con la cual se fundó Morena, la del partido-movimiento.
En lo que se refiere a la derecha, las mutaciones pasan por los procesos de extinción que se están observando o empiezan a observar en sus partidos. El antiguo partido de izquierda, Partido de la Revolución Democrática (PRD) se encuentra en fase terminal debido a su traslación a la derecha, al oportunismo y a la corrupción. El otrora poderosísimo PRI, hoy solamente gobierna Coahuila y en algunas entidades está reducido a una mínima expresión. El PAN, aun cuando es menos acusada su crisis, también muestra los síntomas de una decadencia. Otro partido, Movimiento Ciudadano (MC) evade la alianza con los anteriores porque no quiere verse arrastrado en su naufragio.
La crisis de los partidos de la derecha neoliberal y el auge de la izquierda posneoliberal ha empezado a generar la vociferancia de la ultraderecha de carácter neofascista. La derecha neoliberal puede ser desafiada por una creciente derecha neofascista. No puede dejarse de soslayo la creciente estrella de Eduardo Verástegui con ese perfil ideológico. No es descartable que el malestar reaccionario ante el auge de la 4T y el proceso de extinción del PRI y del PAN, genere en un primer momento la fuerza para conseguir el millón de firmas que necesita para participar en 2024 como candidato independiente. Si Verástegui logra eso, lo podríamos ver en 2030 encabezando un partido ultraderechista que estaría capitalizando gran parte del enojo reaccionario en México y el ascenso neofascista en el mundo.
Geografía y geometría política están cambiando en México. El ascenso de Morena, su posible cooptación por parte de los tránsfugas de otros partidos, los desprendimientos que puede sufrir, la decadencia de la derecha neoliberal que está mostrando la alianza PRI-PAN-PRD, la irritación y frustración reaccionaria que esto genera, nos puede estar llevando a una reconfiguración del escenario político nacional. Acaso estemos asistiendo a los prolegómenos de todo esto.
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