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Mario Roberto Morales

En 1978, con ocasión del XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, entrevisté en La Habana a tres ministros de Arbenz: Manuel Galich, Guillermo Toriello y Alfonso Bauer Paiz. La única pregunta que debieron responderme era: ¿Por qué cayó Arbenz? La entrevista fue publicada en el periódico Siete días en la USAC, en una edición cuya primera plana mostraba la fotografía del rostro de Oliverio Castañeda de León con los ojos abiertos, muerto en la acera de la sexta avenida, en la entrada del Pasaje Rubio.

La respuesta que cada uno dio fue diferente pero las tres tenían un denominador común: eran respuestas críticas de la revolución democrática de Guatemala desde la perspectiva de la revolución cubana, la cual –por medio de Fidel y el Ché– se había planteado a sí misma como una revolución que no había cometido los mismos errores que había cometido la revolución guatemalteca, a saber: darse una constitución y dejar intactas las estructuras de poder de las fuerzas armadas, y promover reformas y organizaciones laborales sin realizar inmediatamente una reforma agraria y la expropiación de los medios de producción más importantes.

En una palabra, la crítica que se hacía de la revolución democrática del 44 era que no había sido una revolución socialista. Claro que mis tres entrevistados hicieron claro el hecho de que ellos no sabían acerca de la ideología socialista y que incluso ignoraban que Cárdenas había nacionalizado el petróleo en México. Este hecho era particularmente grave, decía Galich, si se toma en cuenta que ellos eran la crema y nata de la intelectualidad guatemalteca de la época.

Es cosa sabida, además, que el mismo Arbenz abrazó la ideología del socialismo sólo después de su derrocamiento y durante su estadía en Cuba. Quizás por eso su posible regreso a una candidatura presidencial se tornó tan amenazadora y por eso lo asesinó la CIA, como suele especularse. En el caso de Arévalo, obviamente ese peligro nunca existió y así lo demostró su vida y su posición política como ex-presidente. No cabe duda de que los protagonistas de la historia política deben morir pronto y en acción para convertirse en héroes.

Si viven mucho tiempo, las masas simplemente los humanizan. Cuando uno se entera de que Atanasio Tzul y Lucas Aguilar, los grandes amotinados de Santa María Chiquimula, se acogieron a una especie de amnistía luego de haber sido derrotados y que murieron de viejos, el hecho y sus figuras dejan de interesar como ejemplo del mito de la resistencia cultural y moral de las masas oprimidas. A Arbenz lo mataron a tiempo.  

Ahora, cuando la crítica socialista ya no constituye un criterio vivo para condenar la revolución democrática y pequeñoburguesa del 44, y cuando al fin hay en Guatemala un gobierno que entiende y valora el dividendo ideológico que implica la recuperación del pasado y la exaltación de las gestas populares para la consolidación del poder, es posible repatriar los restos de Arbenz y que el populacho haga su catarsis correspondiente, así como devolverle a Maria Vilanova su finca, puesto que la reforma agraria es algo que ni siquiera de lejos se menciona en el acuerdo que sobre la cuestión agraria firmaron derecha e izquierda recientemente. Estos son tiempos de reconciliación, de perdón, de olvido, de impunidad y corrupción de baja intensidad.

Muy pronto la guerra se olvidará, Arbenz y Arévalo tendrán estatuas hechas por los artistas izquierdosos de los años setenta, y la revolución del 44 pasará a formar parte del establishment, como Atanasio Tzul y Lucas Aguilar, Pedro de Alvarado y Tecún Umán, Justo Rufino Barrios y Miguel García Granados. En buena hora. Ya era tiempo.  Arbenz cayó porque el Ejército lo traicionó, porque el PGT le aconsejó que renunciara, porque sus ministros no sabían muy bien lo que hacían, porque desafió a la UFCO y a los Estados Unidos, porque quiso impulsar el capitalismo local por su cuenta. En suma, porque siempre estuvo solo y porque cometió el pecado de irse por la libre.  Ojalá que el monumento que le van a hacer sea de buen gusto (léase: sin estridencias de realismo socialista). Los pegetianos afirman que murió siendo del PGT. Descanse en paz, junto a la revolución.

… una revolución que no había cometido los mismos errores que había cometido la revolución guatemalteca, a saber: darse una constitución y dejar intactas las estructuras de poder de las fuerzas armadas, y promover reformas y organizaciones laborales sin realizar inmediatamente una reforma agraria y la expropiación de los medios de producción más importantes.

Publicado el 21/10/1996 ― En Siglo Veintiuno

Admin Cony Morales

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes

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