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La difamación de defensores

Carlos Aldana Mendoza
carlosaldanam@gmail.com

Las diferencias ideológicas siempre han existido y seguirán existiendo. Son las maneras de ver el mundo, de ver cómo se construye la sociedad, cómo y hacia qué se dirige, cómo se ejerce –desde quiénes– el poder, etcétera. En nuestro país, tristemente, esas diferencias justificaron la violencia en sus peores formas.

La confrontación armada concluyó con la firma de la paz, sin que eso significara el olvido y la renuncia al derecho a la verdad, la memoria y la justicia, sobre todo para quienes sobrevivieron a esos duros años. Estas reivindicaciones tienen lugar hoy dentro de un marco de derecho y de unas bases éticas que deben permitir a todo ciudadano y ciudadana ir al sistema de justicia. Es muy importante comprender que la justicia como esfuerzo para esclarecer y deducir responsabilidades es un avance (hacia la paz, la reconciliación, la no repetición, etcétera) y nunca como un retroceso o una necedad de quedarse en el pasado.

Que estén en camino distintos procesos judiciales contra responsables de hechos violentos en el pasado (lo cual puede y debe ser para personajes de ambos lados ideológicos), es una avance para construir otra sociedad. Para civilizarnos un poco más.

Por eso, no se vale que se difame a abogados que defienden las causas de personas y grupos que sobreviven en el hoy a la amarga noche que fue el conflicto armado interno en nuestro país. Que se difame y llene de mentiras y malas intenciones el ambiente no ayuda a aclarar las cosas, no ayuda a la construcción del Estado de derecho que todos y todas anhelamos y merecemos.

A abogados y activistas de derechos humanos que defienden causas o están involucrados en procesos judiciales de alto impacto, en la búsqueda de justicia para hombres y mujeres que fueron víctimas en el conflicto armado interno, se les viene señalando de que todo lo hacen para hacerse millonarios, para obtener posiciones de poder, por molestar a los militares, etcétera. ¿Acaso no tienen el derecho, y el deber, de acompañar y defender a víctimas? ¿Tienen que evitar participar en esas luchas para no ser señalados de manera ofensiva y hasta intimidante?

Resulta irónico que siempre se diga que quienes hacen el esfuerzo por la memoria histórica y la verdad están removiendo heridas que ya debieran estar cerradas. Pero cuando se llega a la justicia, aparece el odio, la ofensa y la difamación.

Carlos Aldana Mendoza

A los hombres y mujeres activistas y defensores (tanto en su dimensión social como en la jurídica) se les debe mucho la reconstrucción de nuestra sociedad y la posibilidad de tener esperanzas en el sistema de justicia. ¿Qué pasaría con las víctimas y sobrevivientes sin su apoyo y acompañamiento?

En este marco, preocupa que abogados como Ramón Cadena y Miguel Möerth, y otros y otras, comprometidos desde años, muchos años, con causas difíciles y favorables a la población más indefensa, estén siendo intimidados y difamados de varias maneras. Atacar a abogados como ellos siempre es más un ataque a los procesos de derechos humanos y de justicia. El odio y la confrontación deben dar su lugar a la justicia y que allí el pasado se vaya superando.

Necesitamos, como sociedad, que la ideología siga existiendo, para mantener la humana necesidad de la diversidad y el disenso en las maneras de ver el mundo. Pero también es necesario que ello no sea con salvajismo. Al fin de cuentas, la diversidad nos humaniza, pero la confrontación por esa diversidad destruye la vocación de humanos que debemos ejercer.

Fuente: Siglo 21 [http://www.s21.com.gt/gaia/2016/02/09/difamacion-defensores]

Carlos Aldana Mendoza
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