Ayúdanos a compartir

Viejas palabras

Gerardo Guinea Diez
gguinea10@gmail.com

Durante décadas he conversado con poetas, ya sea en sus libros o en jornadas luminosas e inolvidables. Y ello viene a cuento por unas líneas que leí de Juan Carlos Mestre. El citado afirma que “la poesía no es literatura, es como dice Gamoneda, un proyecto espiritual”; he ahí la importancia vital de la poesía en nuestra existencia. Al primer poeta que descubrí fue a García Lorca, de quien recitaba de memoria fragmentos de Romance sonámbulo: “Verde que te quiero verde /Verde viento /Verdes ramas /El barco sobre la mar / y el caballo sobre la montaña…» Pocos años más adelante, cuando iba a la universidad en una “8 Rojo”, leí y releí Los episodios del vagón de carga, de Manuel José Arce, libro que me acompañaría muchos años. Ellos y otros serían mis lecturas. Por suerte, me salvaron de la aridez de los contenidos de las ciencias jurídicas.

Mi primera charla con un poeta fue con el hoy olvidado Carlos Menkos Deká. A finales de 1973 asistí a un curso que Menkos Deká impartía en el Teatro de Arte Universitario. Ese mismo año, recibiría desde México, un hermoso libro autografiado de Otto Raúl González, cuyo título he olvidado. Como sea, entre lecturas o las sencillas pláticas, la poesía siempre me pareció eso que afirma Gamoneda o como sostiene el dramaturgo Rafael Álvarez, “El Brujo”, el silencio, la oración o los versos de místicos y poetas sostienen al mundo y lo salvan de la ruina.

Mis coloquios con poetas se ampliaron hasta llenar una biblioteca imaginaria, donde suponía que sus versos eran murmullos para “hallarse así, de pronto, ante el descubrimiento de lo nimio”, como reza un verso de Menkos Deká, o encontrar esa grandeza en la palabra que nombra y reelabora con su luz la poética de la vida. Así, Borges, Jaime Sabines, Octavio Paz, David y Efraín Huerta, entre otros, me acompañaron con sus “palabreos”. Descubrí que la poesía habla de todo: del amor, de la épica, del dolor, del abandono, de las cosas cotidianas. Sino, véase las raíces verbales, violentas y amorosas en la obra de Paz; la indignación de Gelman; la mirada diestra de José Emilio Pacheco. Poesía hay para todo, desde Rilke: “…lo bello no es sino el comienzo de lo terrible”, hasta esos inmensos mares de T. S. Eliot, Beckett o Yeats, de quien John Banville afirma que La torre es el mejor libro escrito de poesía en la historia.

Gerardo Guinea Diez

 

Tres conversaciones no olvido. La primera con Luis Cardoza y Aragón. Acompañado de otro poeta, Julio Palencia, lo  visitamos en El callejón de las flores, en Coyoacán, México. Nos recibió en su cama, aún enfermo, seguía siendo ese poeta vital que tan bien retrató José Clemente Orozco en 1940. La otra, con Carlos Illescas en una cantina de españoles por el rumbo de la Colonia Doctores, en la ciudad de México. La última, con Francisco Morales Santos, en Panamá, sobre los últimos meses de vida de Roberto Obregón. Ahora que lo pienso, Mark Strand escribió en Sobre nada, su último libro: “Donde sea que esté, yo soy lo que falta”. Por ello, es que habrá que celebrar la próxima edición de la Editorial Praxis, en México, de Dejado de silencios, Carlos Illescas retoma la palabra, obra que resume muchos años de conversación entre el poeta y JL Perdomo Orellana. Como si nada, viejas palabras para adecentar y albergar la vida.

Fuente: Siglo21 [http://www.s21.com.gt/fiticon/2016/02/09/viejas-palabras]

Gerardo Guinea Diez
Últimas entradas de Gerardo Guinea Diez (ver todo)