La pobreza, en la agenda de todos
Carlos Aldana Mendoza
carlosaldanam@gmail.com
No es solo la ausencia de tamal o de juguetes en estos días. Se trata de la negación de un techo seguro, de la falta de acceso a sistemas de salud dignos y efectivos, de no poder contar con una escuela pública que genere aprendizajes necesarios. Se trata de la falta de empleo sostenido y con seguridad social. Se trata de la negación de todos los derechos, se trata de exclusión en la vida entera de generaciones completas. Se trata de la pobreza y la extrema pobreza.
La información de Siglo.21 del pasado viernes 11 indica que en nuestro país la pobreza aumentó del 56% al 59% en 14 años. En la población indígena, la pobreza aparece en el 79% de dicha población y con un 46% en la población no indígena. Y de cada 100 menores de 18 años (nuestro patrimonio humano más crucial), ¡68 viven en hogares pobres!
Es decir, la mayoría de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes viven en el grave riesgo de un presente precario y, por lo tanto, con la enorme amenaza de condiciones futuras tremendamente difíciles, casi sin garantías de una vida plena por delante. ¿No se trata, entonces, de que la pobreza esté en la agenda de todos los sectores, instituciones y personas que se esfuerzan con construir este país?
Está en quienes planifican, deciden y dirigen en primer lugar. Esto incluye la difícil tarea en estos tiempos de asegurar mayores cantidades de recaudación de recursos financieros con los cuales el Estado pueda responder a esta problemática. Pero se necesita la garantía de un uso social de los mismos, la inversión una apuesta por una visión o proyecto de país. Con los escandalosos antecedentes cercanos de uso de los recursos para enriquecer bolsillos personales y familiares, suena a heroico lo de recuperar la confianza para recuperar la recaudación. Pero así tiene que ser, solo así puede ser. Claro, esto se enfrenta a la estulticia de algunos sectores de poder que siempre levantan la voz cuando se trata de nuevos impuestos, sobre todo de carácter directo. Necesitamos que el Estado recaude más, pero también necesitamos que el Gobierno demuestre cuánto, y sobre todo, en qué y cómo se invierten esos recursos. Necesitamos un Estado fuerte con un gobierno honesto y que privilegie la opción por enfrentar la pobreza. Necesitamos sentirnos, como ciudadanos(as), en la obligación de aportar con nuestros impuestos, pero con la claridad de que se usa para combatir la pobreza.
También en la agenda de quienes trabajamos en la educación, en lo social, en lo cultural, en la producción, en las empresas, la pobreza debe estar presente. Por ejemplo, las visiones culturales y educativas deben priorizar esfuerzos que privilegien atender y comprender profundamente las causas y efectos de la pobreza. He aquí el acento político más claro de la educación: comprender por qué existe la pobreza (en su sentido estructural e histórico) y contribuir a enfrentarla de manera integral.
No olvidemos que la pobreza es negación de la dignidad. Que es la peor de las injusticias y ha sido creada por un modelo de desarrollo excluyente. Más que ser causa del subdesarrollo, la pobreza es el peor de sus efectos. Es posible y necesario erradicarla. Mientras exista pobreza extrema en cantidades vergonzosas, todos deberemos sentirnos responsables en una u otra medida. Tampoco olvidemos que nuestra historia demuestra que la excesiva pobreza está causada por la excesiva riqueza, incluida la corrupción en todas sus formas y ámbitos.
Publicado originalmente en: http://www.s21.com.gt
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