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La organización estudiantil y la esperanza política

Carlos Aldana Mendoza

Un país, tan marcado por la realidad estructura de exclusiones y de negación de todo tipo de derechos, más un conflicto armado interno con su caudal de problemas agudizados y deterioros en todo sentido, no podrá alcanzar nunca el desarrollo sin la práctica de vías alternativas a las impuestas.

Uno de esos caminos, el más crucial probablemente, es el del ejercicio pedagógico y ético de una nueva cultura política, aprendida principalmente por niños, niñas y jóvenes. Se trata de que ellas y ellos aprendan política, hacia las mismas demandas no resueltas. Pero desde nuevas actitudes, valores y formas de realizarla. Y desde nuevas sensibilidades.

El futuro solo puede estar en las manos de aquellos que aún no ejercen el poder, que aún no han aprendido a ejercerlo del modo que puede verse y sentirse en nuestra realidad. Que un joven aprenda a sentirse y asumirse un “sujeto político” es tan crucial y fundamental que allí debiera estar puesto todo nuestro esfuerzo ciudadano y social. Pero debe serlo de manera muy diferente a la de las mujeres y hombres que ocupan los cargos y posiciones más notorias en nuestra sociedad, ya no con el afán de transformar la realidad, sino de hacerla el mercado más jugoso.

Por eso, lo peor que podemos hacer por nuestro país es meter a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes a “aprender política” desde los modelos dominantes y tradicionales. ¡No, por favor!, no le hagamos eso a nuestra sociedad, ni a las jóvenes generaciones. Ellas tienen derecho a ser diferentes, a ser mejores, a protagonizar las cosas buenas de la vida.

Una vía crucial para que niños, niñas y adolescentes aprendan una cultura política diferente se encuentra en la vivencia de la organización estudiantil. Pero no para que aprendan a hacer “partidos, elecciones, propaganda”, que solo sirven para reproducir lo tradicional. La vivencia de la organización estudiantil debe estar constituida por momentos de reflexión colectiva, de propuesta, de discusiones y decisiones, de conducción de acciones, de demandas y reivindicaciones.

Todo eso de aprenderse desde la experiencia. Y aunque los educadores/as pueden orientar en aspectos prácticos o de valores (cómo realizar sesiones o asambleas, cómo elaborar actas o memorias, qué valores y actitudes contribuyen al auténtico diálogo, etc.) la experiencia de organizarse estudiantilmente la deben protagonizar plenamente las y los estudiantes. Es preciso, así evitar la conducción, dirección y manipulación adulta.

Así, es realmente chocante que se descalifique y hasta satanice, la práctica de organización estudiantil. Ésta ayuda crear sujetas y sujetos políticos que sabrán cuándo ejercer sus derechos desde la voz y la propuesta, o desde la acción y la protesta, sin abandonar la ética (que enfatiza en cuidar la integridad, la dignidad y la vida).

La Ley de Educación Nacional (Decreto 12-91) ofrece algunos artículos que apoyan la organización estudiantil. Además, evidencian la ilegalidad y el absurdo de muchas directoras y directores de establecimientos educativos públicos que no solo impiden sino que castigan la inquietud de estudiantes por organizarse.

Como referencia, algunos de esos artículos: Art. 1º. (“el educando como centro y sujeto del proceso educativo”); 36º. (obligaciones de los educadores: “propiciar en la conciencia de los educandos y la propia una actitud favorable a las transformaciones y la crítica en el proceso formativo”).

Y los más enfáticos: el 37º, “obligaciones de los directores: h) propiciar y apoyar la organización de asociaciones estudiantiles en su centro educativo” y el 39º, “derechos de los educandos: “organizarse en asociaciones estudiantiles sin ser objeto de represalias”.

Cuanta menos autoridad ejerce un supuesto educador/a o una directora anacrónica, más miedo le tiene a la organización estudiantil. Pero también está claro que los políticos tradicionales y corruptos, que anhelan perpetuarse en las estructuras de poder, necesitan que los futuros políticos/as aprenden lo más pronto posible a “ser como ellos”.

 Que un joven aprenda a sentirse y asumirse un “sujeto político” es tan crucial y fundamental que allí debiera estar puesto todo nuestro esfuerzo ciudadano y social.

Carlos Aldana Mendoza
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