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La extraña fascinación por el PRI

Durante muchos años, el Partido Revolucionario Institucional en México ejerció gran fascinación entre diversos círculos políticos de América latina. No fueron pocos los dirigentes  latinoamericanos que viajaron a México para observar cómo se había construido un régimen político estable producto  de una hegemonía y no fundamentalmente represivo. Aunque  durante los 70 años que duró  la primera fase del príato, la represión fue una constante y tuvo  una visible expresión en la matanza de Tlatelolco en 1968.

Pero no fue el ejercicio del terrorismo de estado lo que  le dio estabilidad a México, en un siglo en el cual golpes de estado, sublevaciones y dictaduras militares fueron el acontecimiento cotidiano en América latina. Fue  la construcción de una ideología sólida -el nacionalismo revolucionario-, una legitimación asentada en la revolución mexicana, un control político a través de un partido que  extendía  sus tentáculos sobre la sociedad civil a través de sus organizaciones más representativas: la Central de Trabajadores de México (CTM), la Central Nacional Campesina (CNC) y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP). Fue también la ejecución de políticas sociales como la reforma agraria, la seguridad social, la movilidad social a través de la educación, en fin un pacto social eficaz porque tenía ideología y acciones públicas visibles.  Pero el esplendor del priato se sustentó también en  el clientelismo, las prebendas que disciplinaban, una enorme corrupción,  la represión cuando a juicio de los gobernantes era necesaria y  el fraude electoral si preveía derrotas.

Hoy en Guatemala, continúa  la fascinación que el PRI antaño ejerció. El extinto Frente Republicano Guatemalteco con su líder en arresto domiciliario y la familia Ríos Montt-Sosa en sus márgenes, ha decidido cambiar su nombre  por el de Partido Republicano Institucional y remedar el logo del PRI mexicano eligiendo una bandera en forma de círculo. La diferencia: en lugar de los colores de la bandera de México, irán los de la de Guatemala. Curiosa copia porque  imita al PRI cuando lo que le dio esplendor no existe más. En lugar del nacionalismo revolucionario, hoy el PRI  representa a la derecha neoliberal y le quedan sobre todo sus perversidades de antaño: el autoritarismo, la corrupción, el clientelismo y el habilidoso uso del fraude para ganar en donde va a perder.

Sorprende por ello, que el otrora hombre de izquierda, Gustavo Porras, en una entrevista concedida en enero de 2013 a un medio electrónico guatemalteco, alabe al PRI de hoy en base a sus méritos del pasado. Más aun, que alabe al monopolio mediático de Televisa asignándole virtudes que nunca tuvo (crítica e independencia frente al presidente de turno; efectos moralizantes en la sociedad; constructor de Estado). Ayer Televisa resguardaba al presidente porque era obsecuente  con el autoritarismo priísta, hoy vela por la imagen del presidente porque es su criatura. Gustavo se declara partidario de crear en Guatemala una “dictablanda” como la del príato, olvidando que la lucha por la democracia en México durante buena parte del siglo XX se hizo en contra del autoritarismo del PRI. Y suspira anhelante: “Si aquí hubiera un PRI…” para luego afirmar desenfadadamente que el PRI no ganaba con fraude y que  ha regresado a la presidencia sin fraude… Basta recordar que más del 30% de los votantes en la elección presidencial  de 2012 fueron coaccionados o comprados.

La fascinación por el PRI surgió de su habilidad para mantener un gobierno autoritario y con gran estabilidad política. La admiración que aun suscita es algo que se sustenta en la perspectiva de la dominación y no de la resistencia frente a la voracidad neoliberal. El PRI ha retornado y ahora ajeno al nacionalismo revolucionario, administrará la profundización neoliberal con la corrupción, el soborno y la represión.

 

Carlos Figueroa Ibarra
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