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Los niños prioritarios

Carlos Aldana

Jamás este país podrá ser mejor mientras los niños, niñas, adolescentes y jóvenes no sean prioridad de Estado. Aunque celebremos mil “días del niño”, aunque hagamos un millón de fiestas o discursos, mientras no los tengamos como una prioridad real, la realidad seguirá siendo la misma.

Tenemos que sentir y convencernos de que trabajar por la niñez guatemalteca representa la línea crucial para nuestro desarrollo. Pero dentro de esa línea existen expresiones que debemos poner en el top máximo de las prioridades. He aquí una breve lista de esos niños prioritarios.

Los niños pobres. En ellos se expresa la violencia en todas sus formas y en ellos y ellas se encuentran las razones para que el futuro no nos aparezca como algo luminoso y esperanzador. Los niños y niñas pobres de hoy sufren la negación de todos sus derechos, pero también reflejan lo hipotecado que está el desarrollo de nuestro país. En ellos se niega la vida plena presente, pero también la vida futura. Trabajar por ellos y ellas es trabajar por el desarrollo. Pero no hablo de pequeñas acciones aisladas, ni de festejos emotivos, ni de “jornadas en centros comerciales o similares”. Hablo de auténticas políticas integrales que aseguren la calidad del entorno en que son concebidos y vienen a vivir. Es decir, se trata de entornos socioeconómicos dignos y estables, de madres y padres fortalecidos en todos los sentidos (incluido el del derecho al trabajo).

Los niños y niñas indígenas. La mayoría entra en el apartado anterior, pero son prioritarios también por el hecho de que desde la negación de una educación escolar en su idioma materno, hasta la carga de una historia pesada y larga de exclusión, marginación y racismo salvaje, expresan cómo el pasado, el pasado y el futuro pueden mostrar un continuum de desprecio a la diversidad.

Los niños y niñas con discapacidad. No solo la infraestructura siempre ha sido diseñada sin tomarlos en cuenta, sino que además los sistemas educativos y culturales no muestran grandes adecuaciones que privilegien la inclusión en todas sus maneras. A ello agreguemos que los niños y niñas con discapacidad, en su mayoría, sufren el estigma que la sociedad, desde su ignorancia y mezquindad, les crea y afirma. Entre la lástima y el abandono institucional, la vida de estos niños ocurre a través de graves situaciones.

Los niños y niñas no escolarizados. Me refiero a aquellos que, encontrándose en la edad escolar respectiva, no están inscritos o han sido expulsados por las distintas circunstancias socioeconómicas y pedagógicas que causan su salida forzada. Hablamos siempre de “deserción”, cuando este concepto indica un acto intencional y personal de quien deserta. Los niños y niñas que abandonan las aulas lo hacen forzadamente, obligados por las circunstancias sociales de su entorno. Pero también aquí incluyamos a aquellos y aquellas que nunca los inscriben porque los fuerzan a trabajar. La escolarización de nuestra niñez tampoco es garantía de desarrollo o plenitud, pero sí es un indicador de negación integral de derechos.

No pude terminar la lista (por razones de espacio). Pero lo clave aquí es que tengamos a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes en nuestra mira, como sociedad y como Estado. Allí expresamos o reflejamos nuestras grandes visiones o nuestras grandes carencias y vacíos sociales. El amor que podamos sentir por ellos y ellas es amor que necesitamos convertir en acción y compromiso político. Siempre.

Entre la lástima y el abandono institucional, la vida de estos niños ocurre a través de graves situaciones.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/10/los-ninos-prioritarios/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Aldana Mendoza
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