Ayúdanos a compartir

El drama de los pilotos

Carlos Aldana

Se ha vuelto tan frecuente el hecho, que ya parece una noticia que tiene su espacio predeterminado en los medios escritos. Salvo que ocurra una situación que se sale de lo ordinario, como fue el caso del piloto que dejó una nota escrita para sus victimarios. Y ahí está mucho de lo peligroso: que la insensibilidad se vuelva costumbre y la costumbre impida la comprensión de este drama tan serio y tan oscuro.

Imagino que, como todos los grandes problemas de nuestra realidad, solo pueden entenderse estas situaciones desde su complejidad, desde los distintos factores que existen en juego. No ha sido resuelto por ninguno de los gobiernos que se han visto enfrentados al asunto. Ninguna estrategia, plan o reacción ha servido para evitar que los conductores de buses urbanos (y también extraurbanos, aunque en menor medida) sigan siendo asesinados a cualquier hora del día y en distintos puntos de su recorrido. Un extraño fenómeno es este, que no parece terminar de ninguna manera.

El drama no se queda en la muerte de estos hombres. Se extiende de manera realmente escandalosa y cruda a tantas mujeres viudas, a tantos huérfanos que tienen que enfrentarse a un agravamiento de sus ya deterioradas condiciones de vida. Los niños y niñas que se quedan con un padre; sus madres que tienen más conciencia constante de la amenaza y un día ven que se cumplió, no es cualquier cosa. Realmente estamos frente a un cuadro que debe preocupar de manera más seria.

La carta del piloto recientemente muerto habla de un hombre enfrentado al asunto, cansado por el enorme esfuerzo de salir de madrugada para que en casi doce horas de trabajo su ganancia fuera de cincuenta quetzales, o cien, si bien le iba ese día. Una triste manera de contarnos su drama, en un amargo gesto literario de despedida.

Es un drama con muchísimas víctimas, a las cuales se suma la gigantesca población de usuarios que día con día enfrentan el reto de subirse a un transporte cargado de amenazas y de muerte. Pero la necesidad obliga y en muchos sectores de nuestra ciudad no existe otro medio más que los buses en amenaza permanente. No sé si exista ya una investigación profunda y consistente sobre los efectos psicosociales de esta violencia que flota, día a día, sobre miles y miles de personas, incluidos los pilotos que la sufren de manera más directa. Estoy seguro de que existen muchos efectos y daños (psicológicos, económicos, sociales) que jamás serán registrados. Este problema está dentro del escenario mayor de nuestra realidad cotidiana y salvajemente cruda, que golpea a unos más que a otros.

Pero el drama de los choferes no debe convertirse en costumbre ni en noticia fija. Es un drama real, concreto, que implica a cientos de familias guatemaltecas. Los distintos sectores sociales organizados y las y los ciudadanos, individualmente, no podemos ni debemos olvidar esta situación. Quienes pueden hacer algo más concreto, por sus responsabilidades y funciones, tienen que hacerlo, o seguirlo practicando, o mejorar las acciones que realizan. ¿No existe forma de parar esto?, ¿no hay soluciones reales?, ¿cuánto tiempo más van a mantenerse estas amenazas a los pilotos? ¿Solo existe reacción sin prevención?

La sociedad, en general, no puede olvidarse de esos hombres y sus familias, pues en ellos se refleja la grave realidad de inseguridad y violencia que las estructuras y los gobiernos han causado. Unos por falta de visión y compromiso auténticos, otros por corrupción y desinterés.

El drama no se queda en la muerte de estos hombres. Se extiende de manera realmente escandalosa y cruda a tantas mujeres viudas, a tantos huérfanos que tienen que enfrentarse a un agravamiento de sus ya deterioradas condiciones de vida.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/07/drama-los-pilotos/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Aldana Mendoza
Últimas entradas de Carlos Aldana Mendoza (ver todo)