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Hunden embarcación con 500 refugiados sirios. La historia de dos sobrevivientes.

Melissa Fleming

A diario escucho historias desgarradoras de personas que huyen por salvar la vida, a través de fronteras peligrosas y mares hostiles. Pero hay una historia que me quita el sueño de noche, y es la de Doaa.

Traducido por Sebastian Betti
Revisado por Lidia Cámara de la Fuente

 

 

0.0 A diario escucho historias desgarradoras de personas que huyen por salvar la vida, a través de fronteras peligrosas y mares hostiles. Pero hay una historia que me quita el sueño de noche, y es la de Doaa.
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Una refugiada siria de 19 años, que vivía una existencia difícil en Egipto trabajando por jornales. Su padre pensaba constantemente en su próspero negocio en Siria, reducido a pedazos por una bomba. Y la guerra que les llevó allí aún hacía estragos por cuarto año. La comunidad que una vez les dio la bienvenida allí se había cansado de ellos. Y, un día, hombres en motos trataron de secuestrarla. La que una vez fue una estudiante que pensaba solo en su futuro, ahora estaba asustada todo el tiempo.
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Pero también estaba colmada de esperanza, porque estaba enamorada de un compañero refugiado sirio llamado Bassem. Bassem también estaba luchando en Egipto, y le dijo a Doaa: «Vamos a Europa; busquemos asilo, seguridad. Yo trabajaré, tú puedes estudiar… es la promesa de una nueva vida». Y él le pidió al padre de Doaa su mano en matrimonio.
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Pero sabían que para llegar a Europa tenían que arriesgar sus vidas, atravesar el Mediterráneo, ponerse en manos de contrabandistas, famosos por su crueldad. Y Doaa tenía terror al agua. Desde siempre. Nunca aprendió a nadar.
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Era agosto de ese año, y ya habían muerto 2000 personas tratando de cruzar el Mediterráneo, pero Doaa conocía a un amigo que había logrado llegar al norte de Europa, y pensó: «Quizá podamos, también». De modo que le preguntó a sus padres si podían ir, y tras una dolorosa discusión, ellos asintieron, y Bassem le dio los ahorros de su vida — USD 2500 cada uno — a los contrabandistas.
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Era sábado por la mañana cuando llegó el llamado, y fueron llevados en bus a la playa, había cientos de personas en la playa. Luego fueron llevados en botes pequeños a un viejo pesquero, subieron al bote 500 personas, 300 abajo, 200 encima. Había sirios, palestinos, africanos, musulmanes y cristianos, 100 niños, y entre ellos Sandra — la pequeña Sandra, de 6 años — y Masa, de 18 meses. Había familias en ese bote, hacinadas, hombro con hombro, lado a lado. Doaa estaba sentada con las piernas pegadas al pecho, Bassen sostenía su mano.
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El segundo día en altamar, se sentían enfermos y descompuestos del estómago por causa del mar agitado.
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Al tercer día, Doaa tuvo una premonición. Le dijo a Bassem: «Temo que no lo lograremos. Temo que el bote se hundirá». Y Bassem le dijo: «Por favor, ten paciencia. Llegaremos a Suecia, nos casaremos, y tendremos un futuro».
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Al cuarto día, los pasajeros comenzaron a inquietarse. Le preguntaban al capitán: «¿Cuándo llegaremos allí?» Él les pidió que se callen, y los insultó. Dijo: «En 16 horas llegaremos a las costas de Italia». Ellos estaban débiles y cansados. Pronto vieron un bote acercarse; un bote pequeño, con 10 hombres a bordo, que comenzaron a gritarles, a proferirles insultos, a tirarles palos, a pedirles que desembarquen y suban a un bote más pequeño, incapaz de navegar. Los padres estaban aterrados por sus hijos, y masivamente se negaron a desembarcar. El bote se alejó con ira, y media hora después regresó y deliberadamente hicieron un agujero en el lado de Doaa, justo debajo de donde ella y Bassem estaban sentados. Y oyó cómo gritaban: «¡Que los peces coman su carne!» Y comenzaron a reírse conforme el bote zozobraba y se hundía.
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Las 300 personas debajo de la cubierta estaban condenados. Doaa se aferraba a un lado de la embarcación mientras se hundía, y vio con horror como un niño pequeño fue despedazado por la hélice. Bassem le dijo: «Por favor, suéltalo o serás arrastrada y la hélice te matará a ti también». Y recuerden, ella no sabe nadar. Pero se soltó y comenzó a mover sus brazos y sus piernas, pensando: «Esto es nadar». Y, de milagro, Bassem encontró un inflable. Era uno de esos inflables de niños que se usan para jugar en las piscinas o en mares calmos. Y Doaa subió al inflable, sus brazos y sus piernas colgaban de lado. Bassem era un buen nadador, de modo que le tomó la mano y la guio por el agua. Alrededor de ellos había cadáveres. Inicialmente, sobrevivieron unas 100 personas, y comenzaron a agruparse, y a rezar por el rescate. Pero al pasar un día y nadie venir, algunos perdieron la esperanza, y Doaa y Bassem observaban cómo hombres a la distancia se quitaban los chalecos salvavidas y se hudían.
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Un hombre se acercó a ellos con una bebé pequeña encaramada en su hombro, de nueve meses… Malek. Tenía en la mano un bote de gas para mantenerse a flote, y les dijo: «Temo no sobrevivir. Estoy demasiado débil. No tengo más valor». Y entregó a la pequeña Malek a Bassem y Doaa, y ellos la albergaron en el inflable. Ahora eran tres, Doaa, Bassem y la pequeña Malek.
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Y permítanme hacer una pausa en esta historia y preguntarles: ¿Por qué los refugiados como Doaa asumen estos riesgos? Millones de refugiados viven en el exilio, en el limbo. Viven en países escapando de una guerra desatada durante cuatro años. Incluso si quisieran regresar, no podrían hacerlo. Sus hogares, sus negocios, sus pueblos, sus ciudades, han sido completamente destruidos. Esta es una ciudad Patrimonio de la Humanidad para la UNESCO, Homs, en Siria. Las personas siguen huyendo a los países vecinos, y construimos campos de refugiados para ellos en el desierto. Cientos de miles de personas viven en campos como estos, y cientos de miles más, millones, viven en pueblos y ciudades. Y las comunidades, los países vecinos, que una vez les dieron la bienvenida con los brazos y corazones abiertos están abrumados. Simplemente no hay suficientes escuelas, sistemas de agua, saneamiento. Ni siquiera los países europeos ricos podrían manejar tal afluencia sin una inversión cuantiosa. La guerra de Siria ha expulsado a casi 4 millones de personas de las fronteras, pero hay más de 7 millones de personas en fuga dentro del país. Eso significa que más de la mitad de la población siria ha sido forzada a huir. Volvamos a los países vecinos que albergan a tantos. Sienten que los países ricos han hecho muy poco por ayudarlos. Y los días se hicieron meses, y los meses años. La estancia de un refugiado se supone que es temporal.
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Volvamos a Doaa y Bassem en el agua. Era su segundo día, y Bassem estaba muy débil. Y ahora fue el turno de Doaa quien le dijo a Bassem: «Mi amor, por favor, ten esperanza en nuestro futuro. Lo lograremos». Y él le dijo: «Mi amor, siento haberte puesto en esta situación. Nunca amé a nadie tanto como a ti». Y se dejó caer en el agua, y Doaa vio como el amor de su vida se ahogaba frente a sus ojos.
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Más tarde ese día, una madre vino hacia Doaa con su pequeña Masa, de 18 meses. Esta es la pequeñita que les mostré en la imagen anterior, con los chalecos salvavidas. Sandra, su hermana mayor, se acababa de ahogar y su madre sabía que tenía que hacer todo lo posible para salvar a su hija. Ella le dijo a Doaa: «Por favor, toma esta niña. Que sea parte de ti. Yo no sobreviviré». Y luego siguió su curso y se ahogó.
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Así Doaa, la refugiada de 19 años que le tenía terror al agua, que no sabía nadar, se encontró a cargo de dos bebés. Bebés que tenían sed, y hambre, y estaban inquietos, y ella hacía lo mejor para entretenerlos, para cantarles, les decía palabras del Corán. Estaban rodeados de cuerpos hinchados que se ponían negros. El sol ardía durante el día. Por la noche, había luna fría y niebla. Fue muy aterrador. Al cuarto día en el agua, Doaa quizá tenía este aspecto en el inflable con sus dos niños.
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El cuarto día llegó una mujer, se aproximó a Doaa y le pidió recibir a otro niño… un niñito de solo cuatro años. Cuando Doaa tomó al niñito y la madre se ahogó, le dijo al niño que sollozaba: «Fue a buscar agua y alimento para ti». Pero su corazón pronto se detuvo, y Doaa tuvo que liberar al pequeño en el agua.
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Más tarde ese día, miró hacia arriba con esperanza, porque divisó dos aviones que surcaban el cielo. Agitó sus brazos, esperando que la vieran, pero los aviones pronto se fueron.
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Pero esa tarde, mientras el sol se desvanecía vio un barco, un barco mercante. Y dijo: «Por favor, Dios, que me rescaten». Agitó los brazos y sintió que gritó durante unas dos horas. Oscureció, pero finalmente los reflectores la encontraron y le tendieron una cuerda, se asombraron al ver una mujer aferrada a dos bebés.
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Los llevaron hacia el barco, les dieron oxígeno y mantas, y un helicóptero griego vino al rescate y los llevó a la isla de Creta.
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Pero Doaa miró y preguntó: «¿Qué hay de Malek?» Y le dijeron que la pequeña bebé no había sobrevivido… dejó su último aliento en la clínica de la embarcación. Pero Doaa estaba segura de que al subir al bote de rescate, la pequeña bebé estaba sonriente.
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Solo 11 personas sobrevivieron en ese naufragio, de las 500. Nunca hubo una investigación internacional de lo ocurrido. Hubo algunos informes en los medios sobre una muerte masiva en altamar, una tragedia terrible, pero solo duró un día. Y luego hubo otras noticias.
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Mientras tanto, en el hospital pediátrico de Creta, la pequeña Masa estaba al borde de la muerte. Estaba muy deshidratada. Tenía insuficiencia renal. Y niveles de glucosa peligrosamente bajos. Los médicos hicieron todo lo posible para salvarla, y las enfermeras griegas no se apartaban de su lado, sosteniéndola, abrazándola, cantándole palabras. Mis colegas también la visitaban y le decían bonitas palabras en árabe. Sorprendentemente, la pequeña Masa sobrevivió.
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Y pronto la prensa griega empezó a informar de la bebé milagro, que sobrevivió cuatro días en el agua sin alimento ni nada para beber, y llegaron pedidos de adopción de todo el país.
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Mientras tanto, Doaa estaba en otro hospital de Creta, delgada, deshidratada. Una familia egipcia la llevó a su hogar ni bien fue dada de alta. En cuanto se supo que Doaa había sobrevivido, se publicó un número de teléfono en Facebook. Empezaron a llegar mensajes.
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«Doaa, ¿sabes lo que pasó con mi hermano? ¿Mi hermana? ¿Mis padres? ¿Mis amigos? ¿Sabes si ellos sobrevivieron?»
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Uno de esos mensajes decía: «Creo que salvaste a mi pequeña sobrina, Masa». Y tenía esta foto. Era del tío de Masa, un refugiado sirio que había llegado a Suecia con su familia y también la hermana mayor de Masa. Pronto, esperamos, Masa se reencontrará con él en Suecia, y hasta entonces, está siendo atendida en un hermoso orfanato en Atenas.
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¿Y Doaa? Bueno, se supo que sobrevivió, también. Y los medios escribieron sobre esta mujer menuda, y no lograban imaginar cómo pudo sobrevivir todo ese tiempo bajo tales condiciones en ese mar, y aun así salvar otra vida. La Academia de Atenas, una de las instituciones de más prestigio en Grecia le dio un premio a la valentía, y se merece toda alabanza, y se merece una segunda oportunidad. Pero todavía quiere ir a Suecia. Quiere reunirse con su familia allí. Quiere llevar a su madre, a su padre y a sus hermanos menores desde Egipto hasta allí también, y creo que tendrá éxito. Quiere ser abogada o política o algo que la ayude a luchar contra la injusticia. Es una superviviente extraordinaria.
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Pero tengo que preguntar: ¿Y si no hubiese tenido que asumir ese riesgo? ¿Por qué tuvo que pasar por todo eso? ¿Por qué no existía una vía legal para que estudiase en Europa? ¿Por qué no pudo tomar Masa un avión hacia Suecia? ¿Por qué no pudo Bassem hallar un empleo? ¿Por qué no hay un programa masivo de reasentamiento para refugiados sirios, víctimas de la peor guerra de nuestros tiempos? El mundo hizo esto por los vietnamitas en la década de 1970. ¿Por qué no ahora? ¿Por qué hay tan poca inversión en los países vecinos para albergar a tantos refugiados? ¿Y por qué, la cuestión de fondo, se está haciendo tan poco para detener las guerras, la persecución y la pobreza que está conduciendo a tantas personas a las costas de Europa? Hasta que se resuelvan estas cuestiones, las personas seguirán tomando los mares en busca de seguridad y asilo.
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¿Y qué ocurrirá después? Bueno, eso es en gran medida elección de Europa. Entiendo los temores del público. La gente se preocupa por su seguridad, su economía, los cambios culturales. Pero ¿importa más eso que salvar vidas humanas? Porque aquí hay algo fundamental que creo anula el resto, y es nuestra humanidad común. Ninguna persona que huye de la guerra o de la persecución debería morir cruzando el mar para alcanzar la seguridad.
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(Aplausos)
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Algo es seguro, ningún refugiado estaría en esos botes peligrosos si pudieran prosperar donde están. Y ningún migrante emprendería ese viaje peligroso si tuviera suficiente alimento para sus hijos y para sí mismo. Nadie pondría los ahorros de su vida en manos de esos contrabandistas de existir una vía legar para migrar.
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Por eso, en nombre de la pequeña Masa y en nombre de Doaa y de Bassem y de esas 500 personas que se ahogaron con ellos: ¿Podemos asegurarnos de que no hayan muerto en vano? ¿Podríamos inspirarnos en lo ocurrido, y tomar partido por un mundo en el que cada vida importe?
19:03
Gracias.
19:05
(Aplausos)

Tomado íntegro de Ted, Ideas que vale la pena difundir.