Latinoamérica en movimiento
María Morales
Es legítimo preguntamos por qué la derecha latinoamericana tiene la costumbre de no reconocer los resultados electorales cuando no les favorecen. Washington se cree el gobierno mundial, pero es seguro que el tiempo de los imperios coloniales pasó y eso está ya bien claro.
¿No te has preguntado nunca sobre la actitud hostil que nace desde el gobierno de los Estados Unidos hacia todos los gobiernos que no se someten a sus caprichos imperiales? ¿O quizá tu forma de ver las cosas se limita a que el mundo debe someterse al imperio de las multinacionales con sede en Wall Street? ¿No has pensado que Washington obedece a una agenda imperial y que esa agenda está redactada en las oficinas de las multinacionales y que el régimen en Washington es sólo un servidor de ellos? ¿No te dice nada la destrucción y genocidio en todos los países invadidos por los soldados de tu país?
A tu pueblo lo tienen dormido, desorientado, con los medios de desinformación masiva, igualmente en manos de corporaciones que son parte fundamental de la propaganda imperial.
Por ejemplo, que el expresidente de México, Vicente Fox, se preste a esa tramoya mediática es de simple comprensión: el cachorro del imperio, como le llamó el comandante Hugo Chávez, por su espíritu lacayuno y servil hacia George W. Bush, lleva el sello antidemocrático en su ADN.
Sin duda, se está librando una batalla histórica por la determinación de los pueblos en Venezuela.
De un lado, quieres quisieran ver a la humanidad convertida en colonias dependientes de los Estados Unidos, país que a través del Comando Sur y de la tristemente célebre CIA ha ideado nuevas fórmulas de intervención tercerizada (como hiciera infructuosamente en Siria) para derrocar a gobiernos legítimos en Centro y Sudamérica. Para ello están prestos sus cachorros de la OEA, y sobre todo su Secretario General, el señor Luis Almagro.
La denominada, eufemísticamente, «oposición» venezolana, no se conformaría en caso de triunfar con ocupar el gobierno sino que desplegarían un rencor y revanchismo tal que podrían desatar una verdadera cacería de brujas. Es de todos sabido que odian a muerte al pobrerío, a negros, zambos y mulatos, como suelen denominarles despectivamente.
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