Mario Roberto Morales
El “PGT-6 de enero” y “Octubre Revolucionario” se acaban de autodisolver en un acto de suprema madurez si se toma en cuenta la trayectoria ideológica de la llamada izquierda revolucionaria de Guatemala, caracterizada por la intransigencia, el verticalismo y la necedad que supone tener “la verdad histórica” en la mano, aunque esa mano sea sólo la de tres o cuatro dirigentes gordos y obsoletos. Estas dos organizaciones surgieron como resultado de rupturas importantes que tuvieron lugar en 1984, cuando el movimiento guerrillero de Guatemala colapsó en lo interno, luego del embate contrainsurgente que el ejército había empezado en 1982, arrasando a la población civil y dejando sin sustento social a la guerrilla. Los inexplicablemente inexpertos dirigentes de la insurgencia no entendieron que el ejército no andaba buscando guerrilleros sino población civil de apoyo para matarla, e “inteligentemente” se fueron hacia la montaña dejando inerme a su base vital, la cual fue masacrada según consta en documentos abundantes ya a la mano de todos los guatemaltecos. A finales de 1992, el movimiento guerrillero guatemalteco estaba estratégicamente derrotado en lo militar y sin posibilidades de recuperación posible. Pero esto no se sabía fuera de Guatemala, y el ejército no se preocupó de divulgarlo puesto que a una de las partes en contienda siempre le conviene que la civilidad piense que la otra puede responderle, ya que así justifica no sólo su existencia sino sus fuentes de recursos.
Fuera de Guatemala, se pensaba que la guerrilla estaba ganando la guerra. Hasta los cubanos cayeron en esa trampa. Pero cuando en 1984 el EGP y el PGT se fragmentaron, la cosa cambió. Ya se sabe que ni las fracciones resultantes de esa ruptura ni las organizaciones matrices llegaron a nada. Pero aquella fractura se supo en los ámbitos internacionales y la ayuda económica a la insurgencia se redujo drásticamente. Es indudable que la ruptura que la llamada Juventud Comunista y el sector intelectual del EGP protagonizaron respecto de sus organizaciones, fue importante. No porque hayan menguado las posibilidades de triunfo de la revolución proletaria, la cual estaba ya neutralizada a la altura de 1984, sino porque aquella ruptura fortaleció cierta “disidencia” (que ya había comenzado su desarrollo con la existencia de una organización llamada “IXIM”, a la cual la “oficialidad” revolucionaria negó existencia en una actitud ridícula y fascista) que ofreció versiones de la guerra revolucionaria mucho más interesantes que las “oficiales”.
Esta “disdencia” libró una lucha noble y valiosa que alguna vez será recogida por la historia, pero que hasta la fecha se desconoce.
Y en esa lucha cayeron hombres asimismo desconocidos que también alguna vez la historia reconocerá.
Pero la derrota militar, ya a la altura de 1982, era rotunda y la URNG no quiso reconocerlo nunca. Aun no lo reconoce. Y cada año edita folletitos en los que expresa que “la guerra ha tenido un repunte” y que “se han logrado objetivos importantes…”
Lo macabro de todo esto es que el ejército les hace el juego y afirma que sí, que la insurgencia es un peligro, que esto y que lo otro, cuando todos sabemos que si al ejército se le diera la gana barrería con ellos en cualquier momento. Ya lo ha hecho antes. ¿O creen que ya se nos olvidó el napalm de los años 60?
Recapitulando: la guerra se perdió en 1982, y lo demás es un juego macabro de cuatro hijos desobedientes que justifican así el poder militar. Ya sé que me pueden matar por esto, pero se los repito: no les tengo miedo: me torturaron en Managua y me mataron de hambre en Costa Rica, pero jamás me doblegaron. No les tengo miedo. Acéptenlo.
A lo que iba: como la guerra se perdió, hubo grupos de revolucionarios que lo entendieron y ellos fueron quienes protagonizaron las rupturas de 1984: la del “PGT-6 de enero” y la de “Octubre Revolucionario”.
Por su parte, estos grupos trataron de hacer algo en lo político y no fue sino hasta 1992 que decidieron autodisolverse porque ya no podían hacer nada siguiendo la retórica obsoleta del izquierdismo (enfermedad infantil).
A mi me parece que esta autodisolución es una actitud de -repito- suprema madurez, puesto que ninguno de los miembros de estas agrupaciones renuncia a seguir haciendo política. Lo que hacen es optar por hacer política de una manera diferente, sin apegarse a métodos y procedimientos que no están funcionando (ojalá funcionaran).
¿Qué pasaría si la URNG se autodisolviera? ¿Seguiría el ejército argumentando lo mismo?: Que la subversión, que el conflicto.
Publicado el 12/12/1992 ― En Prensa Libre
Admin Cony Morales
Fuente: [Archivos MRM | LA AUTODISOLUCIÓN DE LA GUERRILLA – Mario Roberto Morales]
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