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Agradecimiento a Luis de Lión

Luis de Lión me dio la mano cuando yo apenas empezaba a comprender para qué servía el abecedario; fue en San Juan del Obispo en una casa que una correntada del volcán Agua borró sin piedad.

Me asustó el hombre.

Demasiado alto para mi lúgubre figura escondida entre las bancas de un banquete de bodas; se casaba don Juan que aún sigue encerrado en su propio manicomio porque tomó leche de cocha.

Es la primera boda a la que recuerdo haber asitido y la primera vez que confronté la idea de la virginidad:

-No viste de blanco porque ya tiene un hijo- murmuraban las viejas en la iglesia.

Estoy seguro que ese día Luis me despertó a la curiosidad con la que he ido resolviendo los cuestionarios de la existencia.

Luis llegó al casamiento con su novia y empezó a hacerse preguntas con la mirada puesta en cada uno de los invitados a la vez que los saludaba.

Creí que no iba a darme la mano, a pasar como si yo no estuviese presente pero se detuvo, me miró como lo había hecho con todos y me agarró la mano como diciéndome que ya me había llegado el momento de despertarme al mundo de las preguntas.

Solamente lo vi esa vez, cual fantasma envuelto en la sábana de la realidad.

Autor: Jorge Guerra

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