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-Soy alcólico y feliz de serlo-

Así dijo el Pedro al nomás comenzar a hablar cuando le dieron la palabra en esa reunión de bolos a la que me llevaron.

Poco a poco fui comprendiendo que todos estaban mal de su cabeza, como yo que andaba de gran furia, bueno, eso no es así porque a veces no tenía ni para comprarme un medio octavo.  El pisto nunca me alcanzaba para otra borrachera y había que trabajar y esperarla a ella los martes y los jueves para hacer el amor como delincuentes escondiéndonos de los ojos de dios y del otro que la poseía sin poesía pero con pisto.

Esas reuniones de bolos arrepentidos que cuentan cada babosada difícil de creer.  Tal vez es el delirio como le dicen, pero a mí me parece que siguen mintiendo como lo hacemos en las cantinas.

Yo no me invento tanta charada pues si así fuera mejor me las escribo y quién quita que me den un mi premio en los juegos florales; yo cuento lo que leo y por eso me dicen que me calle porque solo mierdadas digo como cuando  andaba chupando.

Y el Pedro ése sí que me sacó la goma: Feliz, el muy cerote.

Habían pasado dos meses y siguía yendo a esas reuniones que apestan a cigarro y hasta me perdí un martes porque ya le fueron con el chisme y ella me dijo:

-Este martes no voy porque tenés sesión-

La noté diferente y creo que no le gusta mucho eso de saber que antes era solamente un bolo como tantos y que ahora subí de categoría: soy alcohólico y para cagarla, anónimo.

Anónimo dicen. Yo no soy anónimo pues en el barrio ya me conocen por bolo porque se le dio a una vecina decirle a su hijo que viera a ese perdido y el patojo del susto lo contó en la escuela y ahora los patojos me miran todos asustados.  Pero ella vive del otro lado de la ciudad y no sé quién le fue con el cuento y  me mira con desconfianza y yo hace dos meses que ni huelo el trago.

De mala gana fui ese martes a la sesión y el Pedro hasta llegó despues de que pasan el calcetín donde se echa la limosna como en la misa.
Y todo comenzó cuando habló el señor ése del sombrero todo lleno de mezcla.

Contó que es albañil y que hace una semana se le murió un su patojito y que a pesar de tanto dolor no probó trago.  Lo que me llevó a la cantina esa noche fue que el albañil dijo que en vez de salir corriendo para el hospital a buscar un doctor fue a tocarle la puerta al cura para que viniera a bautizar al niño pues no quería que se fuera al limbo si se le moría y el sacerdote le dijo que de noche no salía:

-Cuando regresé ya estaba muerto-dijo-

Autor: Jorge Guerra
Otoño 10

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