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La letra «P»

Breve divertimento sobre patriotas, política, plomo y parasitología.

Mario Roberto Morales

En mi país, estamos padeciendo el regreso de los militares contrainsurgentes al control del Estado y, con ellos, a la consolidación del dominio del capital corporativo transnacional y de sus socios oligarcas locales. Sus ideólogos de clase media, en tanto, vociferan las bondades del “libre mercado”, perdidos en un horizonte de pobrerías hambrientas que encorvan sus cuerpos en la bruma de interminables cañaverales requemados. Por eso, nuestro régimen político es oligárquico-militar-neoliberal, aparte de las leves diferencias “conceptuales” entre quienes se unen graníticamente ante la “amenaza comunista” de cualquiera que señale a la oligarquía local como el único obstáculo para el fluido desarrollo capitalista de libre competencia.

El regreso de los militares contrainsurgentes al control del Estado implica también la institucionalización pública de la corrupción en forma de robo descarado de los recursos estatales. Véase, si no, el meteórico enriquecimiento de quienes encabezan el poder Ejecutivo, el de sus hijos, nueras y demás familia, guarecidos todos bajo la tropical bandera del gobernante “Partido Patriota”.

En su Diccionario del diablo, el escritor satírico Ambrose Bierce define Patriota como “El que considera superiores los intereses de la parte a los intereses del todo”. Lo cual en nuestro caso tiene un sentido aún más estrecho, puesto que los miembros del actual Gobierno le dedican más esfuerzos a construir sus nuevas casas de playa, a someterse a sus constantes cirugías plásticas y a inflar sus cuentas bancarias, que a los intereses de la nación o, para decirlo en su jerga, “de la patria”, a la cual se refieren —con la falsa solemnidad de quienes se han especializado en matar civiles desarmados e indefensos— en términos rimbombantes cuyo significado se lo tienen que explicar los ventrílocuos que les soplan ideas “originales” como la de la despenalización de las drogas que trafican y la de la reelección presidencial para refundar la dictadura militar-oligárquica de la segunda mitad del siglo XX. Por algo Bierce define Patriotismo como “Basura combustible dispuesta a arder para iluminar el nombre de cualquier ambicioso”.

Al lidiar con la oposición, los “patriotas” de mi país utilizan el plomo, definido por nuestro lexicógrafo como “Metal pesado, de color gris azulino, que se usa mucho para dar estabilidad a los amantes livianos, particularmente a los que aman cónyuges ajenos. El plomo es también muy útil como contrapeso de un argumento tan sólido que inclina la balanza de la discusión hacia el lado del adversario. Un hecho interesante en la química de la controversia internacional, es que en el punto de contacto de dos patriotismos, el plomo se precipita en grandes cantidades”. En nuestro caso, este metal es usado por nuestros “patriotas” como contrapeso de cualquier argumento que contradiga los intereses de sus “manos duras” de arácnido, encarnando con ello la definición que Bierce ofrece de Política como “Conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios. Manejo de los intereses públicos en provecho privado”.

¿Cómo no relacionar este colorido “patriotismo” vernáculo con la versión que brinda nuestro autor de Parasitología como “El estilo de vida de los ricos y famosos”? Esto, en el entendido de que la riqueza y la fama de los “patriotas” surgen de la práctica de la política según la definición anterior.

Mario Roberto Morales
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