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Huelga de capitalistas

Breve divertimento sobre la utopía del absolutismo neoliberal.

Para la propagandista del totalitarismo de mercado, Ayn Rand, el mundo se divide en emprendedores (prime movers) y hombres-masa (second handers), es decir, entre brillantes e imbéciles, entre productores y aprovechados, entre creadores y vividores. Los primeros son los capitalistas individuales y los segundos los políticos del Estado de Bienestar, la fuerza de trabajo manual y de servicios (capas medias) y dizque también los oligarcas y los monopolistas y mercantilistas.

Si los capitalistas individuales se ponen en huelga y no trabajan más –soñaba Rand–, el mundo se desploma porque ellos son el Atlas que lo carga en hombros. Se le escapaba que ya en su tiempo (no digamos hoy), su delirante huelga de emprendedores no era posible por la tendencia natural de capitalismo hacia el monopolio y el oligopolio, cuyas consecuencias estamos viviendo en nuestro global embrutecimiento masificado por la obsesión consumista y por la banalización del tiempo libre y la diversión compulsiva. En esta fase totalitaria del sistema ya no hay individuos emprendedores capaces de parar el mundo poniéndose en huelga, porque el otrora individualísimo Atlas ya es fabricado en serie y, al igual que sus pares y amigos, Mickey Mouse y Donald Duck, trae estampado en el trasero el vistoso sello que, marcado a fuego, reza Made in China.

En otras palabras, el individualista emprendedor randiano pasó de ser un brillante iluminado que echaba luz sobre los imbéciles, a ser un imbécil más en una humanidad hecha ya sólo de imbéciles. La hiperconcentrada elite de emprendedores que conforman la minoría oligárquica corporativa mundial, sigue apelando a Atlas pero sólo para que quienes ilusamente crean que lo son le hagan los mandados de buena gana. Por ejemplo, los vociferantes randianos tercermundistas y clasemedieros que –a fuerza de memorización y repetición– han logrado obtener licenciaturas de loros amaestrados para repetir frases hechas del dogma neoliberal, el cual defienden –junto a los intereses de sus amos oligarcas– como fieles (y hambrientos) perros de presa.

Ya lo dice Slavoj Žižek: “La limitación ideológica de Rand es claramente perceptible: a pesar del nuevo ímpetu que el mito de los prime movers recibió de la industria digital (Steve Jobs, Bill Gates), los capitalistas individuales de hoy –en la era de las multinacionales– no son decididamente prime movers. En otros términos, lo que Rand ‘reprime’ es que la regla de la masa (no del individuo) es el resultado inherente de la dinámica del capitalismo en cuanto tal.”

Divierte por ello la condición clasemediera (y no corporativa ni capitalista) de los randianos del tercer mundo, pues los “emprendedores” locales son oligarcas mercantilistas y monopolistas, todo lo contrario de lo que debería ser un emprendedor de acuerdo al mito randiano de Atlas. Divierte también que la resentida rusa Alisa Zinóvievna Rosenbaum (al parecer los bolcheviques le quitaron su farmacia al padre, snif), alias Ayn Rand, tuviera que echar mano de su aborrecido sistema de salud pública (Medicare) para atenderse el cáncer de pulmón que padeció.

Desternilla asimismo que los emprendedores más conspicuos del mundo acudieran sumisos al Estado para que los rescatara de las garras del “libre mercado” cuando su “filosofía” los llevó a la crisis económica del 2008, la cual continúa despedazando la utopía del totalitarismo neoliberal.

En otras palabras, el individualista emprendedor randiano pasó de ser un brillante iluminado que echaba luz sobre los imbéciles, a ser un imbécil más en una humanidad hecha ya sólo de imbéciles. La hiperconcentrada elite de emprendedores que conforman la minoría oligárquica corporativa mundial, sigue apelando a Atlas pero sólo para que quienes ilusamente crean que lo son le hagan los mandados de buena gana. Por ejemplo, los vociferantes randianos tercermundistas y clasemedieros que –a fuerza de memorización y repetición– han logrado obtener licenciaturas de loros amaestrados para repetir frases hechas del dogma neoliberal, el cual defienden –junto a los intereses de sus amos oligarcas– como fieles (y hambrientos) perros de presa.

Mario Roberto Morales
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