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El ‘apartheid’ más atroz

«Nunca he estado en un país más siniestro que Guatemala, el caso más atroz de apartheid»
John Carlin

Este artículo de John Carlin apareció el 11 de mayo en el diario español El País, un día después de conocida la sentencia contra el general Efraín Ríos Montt.

Entrevisté al general Efraín Ríos Montt en agosto de 1983, 16 meses después de que llegara al poder en un golpe de Estado. No recuerdo todos los detalles de la entrevista con el ex dictador guatemalteco, condenado el viernes a 80 años de cárcel por genocidio y crímenes contra la humanidad, pero lo que se me ha quedado en la mente fue la impresión de haber estado en la presencia de un personaje como el Joker de las películas de Batman: exaltado, medio loco y criminal.

Lo que sí recuerdo es que hablaba mucho de religión —en aquellos tiempos ya era un fervoroso fundamentalista cristiano, por el amor de Dios— pero más aún de “papá” y de “mamá”. “Papá y mamá esto”, “papá y mamá lo otro”, me chillaba, con creciente histeria, sin yo saber muy bien si ponerme a reír o, antes de caer en la tentación, salir corriendo. Pero esto lo explico en un momento. Primero señalar que nunca he estado en un país más siniestro que la Guatemala que conocí en mis varias visitas como periodista durante los años 80. El punto siniestro lo dio el contraste entre la espectacular belleza natural del país —nunca he estado en un lugar más bonito— y el horror y la indignidad que sufrían la mayoría indígena de la población. Era, suponía, como viajar 400 años en el tiempo a la época de la conquista española. La población indígena, cuyas costumbres culturales y desarrollo económico poco habían cambiado desde el siglo XVI, vivía subyugada, en un estado permanente de incomprensión y miedo.

No daban señales de entender por qué el ejército de Ríos Montt y de los generales que habían estado antes y que llegarían después quemaban sus aldeas y mataban a sus hombres, mujeres y niños; ni de por qué los guerrilleros peleaban para tomar el poder; ni mucho menos lo que era la diferencia entre el capitalismo y el comunismo. No daban señales, digo, porque no se atrevían a hablar con nosotros los periodistas. O poquísimos de ellos, al menos. En los casos muy infrecuentes que sí se atrevían a abrir la boca era porque algún cura valiente les había convencido que yo u otros corresponsales extranjeros, pese a ser blancos, no éramos malos.

Guatemala me pareció y me sigue pareciendo hoy, tras haber vivido varios años en Sudáfrica y de haber visitado muchos países más, el caso más atroz de apartheid que he conocido. La diferencia con el apartheid sudafricano era que la discriminación racial no estaba escrita en las leyes. Por lo demás, un negro sudafricano era un ser más libre, incluso mucho antes de la liberación de Nelson Mandela, que un indígena guatemalteco. El negro sudafricano decía lo que pensaba, se rebelaba abiertamente contra su gobierno blanco. La razón era que el precio de la rebelión era más bajo. El régimen del apartheid era menos despiadado y brutal que los sucesivos regímenes militares guatemaltecos, y especialmente el de Ríos Montt. El asesinato era el primer recurso contra los subversivos en Guatemala; en Sudáfrica era el último.

Sigue leyendo el artículo completo de John Carlin en el diario español el País aparecido el 11 de Mayo aquí.

El asesinato era el primer recurso que se empleaba contra los subversivos