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No sorprende que el gabinete de seguridad de Alejandro Giammattei, presentado en El Salvador hace unos días, esté organizado y liderado por militares.

María Aguilar

Al Campo Marte lo rodean murales pintados por niños de distintas escuelas de la capital. Las imágenes retratan a militares ayudando a la población y a ancianos, y se ven kaibiles sonrientes jugando con niños. Esa población se muestra feliz y “agradecida” al Ejército. Esta es un área de la capital que exalta el rol del soldado como “protector” del pueblo y la nación, sirviendo así a la versión ilustrada de la narrativa oficial que elites y gobernantes han intentado imponer desde la firma de la Paz en 1996. Sin embargo, en el resto del país, especialmente en lugares arrasados por la guerra, los murales que niños y población local han pintado son opuestos a los del Campo Marte. Estos registran muerte y destrucción a manos de esos mismos soldados y kaibiles. Este binario es, entonces, parte de la batalla por la memoria que se libra en Guatemala. 

Pero la impunidad y la amnesia atados al pasado brutal de este país afecta no solo a los muros sino las políticas públicas y a los gobernantes de turno. En Guatemala, los últimos tres gobiernos han acrecentado el dominio y la presencia del Ejército en la política y en las calles. Empezó a ser público con un presidente kaibil que evocaba “mano dura”, seguido por un títere del partido de los militares que ha retrocedido al país décadas, en materia de derechos humanos y lucha contra la corrupción, y ahora un presidente electo que favorece la limpieza social como método de gobierno. Por lo mismo, no sorprende que el gabinete de seguridad de Alejandro Giammattei, presentado en El Salvador hace unos días, esté organizado y liderado por militares. 

La estrategia de seguridad nacional fue diseñada por el mayor Gustavo Díaz, militar retirado, quien participó en el intento de golpe de Estado contra el presidente Vinicio Cerezo en 1988. Un férreo negacionista del genocidio cometido por el Estado de Guatemala contra pueblos mayas en la década de 1980. En su informe como consultor para la defensa del general Efraín Ríos Montt, durante el juicio por genocidio de 2013, Díaz expuso que los juicios representan “la existencia de un propósito perverso que, mediante la manipulación de la verdad histórica y las supuestas pruebas de cargo, deberían lograr sentencias condenatorias para algunos oficiales del Ejército en situación de retiro”. Además, argumentó que el MP había sido “cooptado por personas ligadas a la antigua extrema izquierda marxista-leninista”.

Subrayo estos dos elementos de la carrera de Díaz porque proveen indicios de las tácticas políticas y militares que le esperan a Guatemala. Este hombre, quien diseña la estrategia militar y a quien el presidente electo Giammattei pide “se le ceda el beneficio de la duda”, representa un peligro y un retorno al pasado violento.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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