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Revoltijos

Gerardo Guinea Diez

Algunos consideran que los tiempos no están para volverse un furioso antisistema por la vía de las marchas o, en el peor de los casos, por teatrales declaraciones de principios, porque ello lastima la institucionalidad del país. Otros, los más radicales, ven en este mar de indignación ciudadana la quintaesencia del enemigo izquierdista. Y, en esos afanes, mezclan géneros y producen ensayos de una pasmosa hibridez, donde dichas narrativas no son más que temáticas cruzadas, fusión de formatos y escrituras más bien banales.

De esa cuenta, todos los organismos del Estado y los partidos políticos dicen resguardar la institucionalidad, pese que esta padece serios quebrantos de legitimidad y su condición puede ser terminal de no escuchar ese mar de fondo que se instaló desde abril en el territorio. El galimatías jurídico campea por doquier. La prisión conceptual del derecho positivo influye para considerar que toda reforma, desde cualquier ámbito, debe enmarcarse dentro de la Ley. Así, quién necesita de Dios si tenemos a la Corte de Constitucionalidad.

Ahora bien, el amplio y diverso movimiento ciudadano no está para obedecer aquello que perdió todo sustento de legalidad democrática. Aunque se instalen mesas para analizar los cambios a las leyes, los diputados siguen lejos y ajenos al cambio de época, y esa legalidad cuestionada es casi un valor ontológico por sus encadenamientos conceptuales; entre ellos, la manida frase de respeto al espíritu constitucional.

Por otra parte, el movimiento #Renuncia ya debe oponerse a aquella discursividad del poder que se articula en torno a sofismas y absolutos legalistas para salvar al sistema político, pero también es necesario encontrar la alquimia que refrende no solo una geografía de lo posible, sino los liderazgos y la organicidad política, antes de que ese hermoso y heroico movimiento de resistencia termine en el bostezo o en el peor de los desencantos. Es decir, el siguiente paso es la articulación de los movimientos en una expresión que represente a todos. De lo contrario, como dice el poeta Leonel Juracán: “En ríos revueltos, ganancias para baldíos”.

Esta articulación no pasa solo por los caminos de los consensos, sino por la claridad para comprender el todo y la parte, más allá del anecdotario del día a día. No bastan las certezas numéricas. Es fundamental condensar en una sola dirección el esfuerzo de cientos de miles de guatemaltecos.

Sin duda, el proceder para resolver esa ecuación es más complejo de lo que pensamos. La mediación crítica ante miles de imágenes y hechos puede ser la llave para pasar de la disfuncionalidad orgánica a la conversión de los ciudadanos en actores políticos y culmine en una exitosa y pacífica refundación de la república. El gesto del caminante es la mejor cura contra el desánimo. Su andar es la rebeldía contra la apoteosis narrativa del revoltijo, de aquellos que aún esperan la fórmula para evitar el cambio.

…el movimiento #Renuncia ya debe oponerse a aquella discursividad del poder que se articula en torno a sofismas y absolutos legalistas para salvar al sistema político, pero también es necesario encontrar la alquimia que refrende no solo una geografía de lo posible, sino los liderazgos y la organicidad política, antes de que ese hermoso y heroico movimiento de resistencia termine en el bostezo o en el peor de los desencantos.

Gerardo Guinea Diez
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