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Reflexiones caribeñas sobre la diferencia entre la comprensión crítica y la interpretación interesada de las teorías políticas y económicas. Al GI.

Me encuentro en el puerto boricua de Mayagüez, cuna del educador y patriota independentista Eugenio María de Hostos (1839-1903), quien, en un artículo titulado “Las doctrinas y los hombres” —publicado el 11 de febrero de 1866 en el diario madrileño La Nación—, ofrece una declaración intelectual de principios cuando afirma que: “Uno de los deberes más sagrados del escritor de buena fe… consiste… en poner de manifiesto… lo que hay de verdadero o de imaginario en las declamaciones con que los explotadores de las calamidades públicas se proponen en todas épocas extraviar el juicio de la multitud, siempre más impresionable que reflexiva”. En otras palabras, el deber de un intelectual que se respete es evidenciar los objetivos concretos que yacen bajo la retórica demagógica que oculta el ejercicio fáctico del poder.

Capta la atención la manera en que Hostos percibe lo que él llama “la multitud” (las masas), pues no pierde de vista que el criterio masificado no es nunca reflexivo (crítico) sino meramente “impresionable” (superficial, fenoménico, ideológico). Y capta la atención porque, acto seguido, establece la diferencia entre las ideas fundamentadas y la percepción masificada de éstas cuando afirma: “Las ideas pueden ser, y muchas lo son realmente, saludables y salvadoras, al paso que los hombres pueden ser, y en efecto muchos lo son, indignos representantes de ellas, o notables únicamente por su incapacidad de concebirlas en su recta significación, o por el insidioso empeño que ponen en desnaturalizarlas haciéndolas infecundas para el bien”. Es decir, una cosa es entender una teoría, y otra muy diferente es interpretarla desde un interés particular, para falsearla.

Un ejemplo típico de esto es la interpretación pueril que la derecha neoliberal hace del concepto económico de lucha de clases, reduciéndolo al voluntarismo de los agitadores, como cuando afirma que este o aquel individuo azuza o instiga la lucha de clases, soslayando que ésta tiene una naturaleza estructural. Pues desde el momento en que hay clases sociales, hay lucha de clases. Ésta no depende de un individuo u otro. Obedece al movimiento económico general y al ritmo de la explotación que hace posible el desarrollo productivo. Que alguien explique este hecho estructural y que eso repercuta en un ascenso de la conciencia de clase de los explotados, es otra cosa. Los explotadores también lo “explican”, tergiversándolo.

Por todo, Hostos no propone sustituir la educación con la ideologización, como de hecho lo hace la didáctica neoliberal. Al contrario, él propone el examen crítico de todas las teorías. Por eso dice: “Queremos que se estudie y se comprenda a fondo la significación de las doctrinas en sí mismas; estudio que, al paso que desarrollará eficazmente la educación política del pueblo, porque le pondrá en el ventajoso caso de formar por sí mismo exactos juicios acerca de las diferentes doctrinas que se disputan su favor y apoyo, dejará reducidos a muchos hombres a su verdadero valor, a su justa importancia, despojándoles de la falsa que en su orgullo se atribuyen o de la que la torpe lisonja los reviste”. Y agrega que “no hay para qué decir si esto es indispensable y hasta salvador en un país, víctima desde hace muchos años de las ambiciones personales y de demasías que han acarreado la deplorable turbación que hoy se advierte en las ideas y aspiraciones generales”.

Cualquier parecido entre el Puerto Rico del siglo XIX y la Guatemala del XXI reside en la misma matriz económica.

Mayagüez (Puerto Rico), 23 de diciembre del 2010.

Autor: Mario Roberto Morales

Mario Roberto Morales
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