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Jaime Barrios Carrillo

“El que no está en el futuro no existe. El futuro comenzó ayer”.

Luis Cardoza y Aragón

En octubre de 1982 América Latina estaba en la mira objeto del mundo. A pesar de sus desventuras sociales era el continente de la esperanza. La literatura latinoamericana había alcanzado con el boom un lugar jamás logrado. Ese año se concedió el Premio Nobel de Literatura al novelista colombiano Gabriel García Márquez y el Nobel de la Paz al diplomático mexicano Alfonso García Robles.

Décadas atrás el también premio Nobel, Pablo Neruda, había expresado desde Chile: “América no invoco tu nombre en vano”. Y el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal en 1982, siendo ministro de Cultura del sandinismo, afirmaba que los cambios vendrían y que el amor y el arte eran lo mismo.

Con ese espíritu llegó García Márquez a recibir el Nobel. En su discurso de aceptación hizo una denuncia histórica de la injusticia y la irracionalidad en América Latina. Entre otros ejemplos, dio el del general Efraín Ríos Mont: “surgió un dictador luciferino que en el nombre de Dios lleva a cabo el primer etnocidio de América Latina en nuestro tiempo”. Nunca pudo imaginar que muchos años después un tenebroso Pacto de Corruptos tendría planes de llevar a la hija del genocida a la presidencia.

Concluyó Márquez aludiendo a la poesía: “El premio que acabo de recibir lo entiendo, con toda humildad, como la consoladora revelación de que mi intento no ha sido en vano. Es por eso por lo que invito a todos ustedes a brindar por lo que un gran poeta de nuestras Américas, Luis Cardoza y Aragón, ha definido como la única prueba concreta de la existencia del hombre: la poesía.”

En 1981 llega García Márquez a México por la persecución del gobierno de Turbay y su Estatuto de Seguridad. Se reencuentra con Cardoza que había sido de los impulsores de la revista colombiana Mito, fundada en 1955 por Jorge Gaytán Duran y Hernando Valencia Goelkel. El consejo patrocinador estuvo conformado por nombres intercontinentales: Vicente Aleixandre, Luis Cardoza y Aragón, Carlos Drummond de Andrade, León de Greiff y Alfonso Reyes. Publica en Mito Jorge Luis Borges que entonces no había alcanzado su plena notoriedad. Asimismo, los jóvenes Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. El crítico Gustavo Cobos Borda define el perfil de Mito:

“Los 42 números de Mito y las ediciones de libros que impulsó constituyen una aventura intelectual aún vigente. Cuatro premios Nobel honraron sus páginas y supo mantener un diálogo con España, no solo la peregrina sino también la censurada durante el franquismo”.

García Márquez nunca olvidaría el apoyo y espacio en la revista para sus publicaciones de relatos de ficción. Recordemos que García Márquez había sido hasta mediados de la década de los cincuenta ante todo un periodista y en sentido estricto un cronista. Debutó en 1955 con su primera novela, La hojarasca, y en 1962 con un primer libro de relatos, Los funerales de la mamá grande.

Resaltamos la presencia que tuvo Luis Cardoza y Aragón en Colombia. Interesante el recuerdo de Gabriel García Márquez narrado en sus memorias Vivir para contarla y que toca la presencia en el momento del “Bogotazo” del poeta y crítico guatemalteco:

“De Cardoza y Aragón se dijo en concreto que había sido uno de los promotores, embozado con su credencial de delegado especial del gobierno progresista en Guatemala. Hay que entender que Cardoza y Aragón era delegado de un gobierno histórico y un gran poeta de la lengua que no se habría prestado nunca para una aventura demente. La evocación más dolorida en su hermoso libro de memorias fue la acusación de Enrique Santos Montejo, Calibán, que, en su popular columna en El Tiempo, La Danza de las Horas, le atribuyó la misión oficial de asesinar al general George Marshall. Numerosos delegados de la conferencia gestionaron que el periódico rectificara aquella especie delirante, pero no fue posible. El Siglo, órgano oficial del conservatismo en el poder, proclamó a los cuatro vientos que Cardoza y Aragón había sido el promotor de la asonada”.

Cardoza negó las acusaciones que deben ser vistas en el marco de la Guerra Fría y el macartismo exportado a América Latina, con mayor razón al haber sido Cardoza representante de un gobierno de izquierdas, el del filósofo y escritor Juan José Arévalo Bermejo que proclamaba el socialismo espiritual.

Resulta necesario recordar que Luis Cardoza y Aragón nació en junio de 1901, un viernes 21, justo en el solsticio de verano. Cardoza fue así en sentido metafórico un sol de Guatemala y América: escritor, poeta, esteta, tercamente guatemalteco como se llamaba a sí mismo, aunque se definía como ciudadano de la Vía Láctea.

Fue obligado al exilio en México donde se volvió figura intelectual de primer orden. Carlos Monsiváis afirmaba que “en la cultura reciente de México, el papel de Luis Cardoza y Aragón fue muy relevante como escritor, como crítico, como pensador.” Y el poeta José Emilio Pacheco creía que “la cultura latinoamericana sería otra sin Luis Cardoza; sería más pobre.”

Los libros de Cardoza fueron incinerados en el Parque Central de Ciudad de Guatemala por las hordas de la llamada Liberación Nacional, fanáticos que miraban y miran aún comunistas hasta bajo las alfombras, incluso las de Semana Santa en la ciudad natal de Cardoza.

Como una paradoja guatemalteca la Biblioteca Nacional lleva el nombre de Luis Cardoza y Aragón, aunque sus libros fueran prohibidos y quemados por los anticomunistas en el 54. Necesario aquí resaltar que Cardoza fue un demócrata y nunca comunista, más bien un crítico del estalinismo, pero para los furiosos defensores del terror las personas que se oponen a la corrupción y a los crímenes de lesa humanidad son comunistas, chairos o terroristas como dicen ahora estos apologistas del terror y la corrupción.

Cardoza nunca transó con energúmenos. Ni literarios, ni políticos. “La esquizofrenia no es mi fuerte”, solía decir consciente de su siglo de injusticias y violencia. Siglo XX: las dos equis de los cadáveres desconocidos.

El problema de Guatemala, de gran parte de América, no era “el indio”. El problema éramos nosotros, es decir todos. Luis Cardoza lo expresa en un poema: “En mi país de indios matar a un indio no es matar a un hombre.”

Dentro de la persecución ideológica y las campañas de desprestigio de los sectores oscurantistas y militaristas que han gobernado Guatemala estuvo la satanización de Cardoza, al que le endilgaban, como los hicieron los sofistas contra Sócrates en la antigua Grecia, que estaba corrompiendo a la juventud con “ideas exóticas”. Cardoza respondió con uno de sus aforismos más contundentes: “las ideas solo son exóticas para el que no tiene ideas”.

¿Qué es ser Luis Cardoza y Aragón? cabe preguntarse, haciendo paráfrasis del poema de Cardoza ¿Que es ser guatemalteco?. Las respuestas serían muchas y preferimos terminar citando las del mismo Cardoza en su poema. Lo primero que advierte es que “la noción de patria, esa abstracción, es aberrante si no la concebimos revolucionariamente”. En seguida declara: “La injusticia engendra la violencia”. Después señala un rasgo aún dominante de Guatemala: “El cristiano país sin cristianismo”. Y termina con una afirmación de lírica inflamada: “¡Cara patria! disimula si tus llagas no baño con mi llanto”.

El problema de Guatemala, de gran parte de América, no era “el indio”. El problema éramos nosotros, es decir todos. Luis Cardoza lo expresa en un poema: “En mi país de indios matar a un indio no es matar a un hombre.”

El poeta y crítico argentino Jorge Boccanera ha escrito un libro sobre la vida y obra de Cardoza, Solo venimos a soñar, considerándolo entre los poetas fundamentales de América Latina.

Federico García Lorca cantó su encuentro con Cardoza: “Yo vi dos espigas de cera que enterraban un ojo de caballo”. Años más tarde al enterarse del asesinato de Lorca, Cardoza escribe: “yo sé que en tus manos encontraron abrigo los barcos naufragados y los sueños inútiles”.

Octavio Paz, también Nobel, aseguraba que Cardoza sería recordado no solo por sus grandes obras de crítica de arte sino por su poesía, tenía razón.

Fuente: [elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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