Por Jaime Barrios
¿Cuales han sido en México tus principales logros?
MM: En diferentes momentos y durante varios años, conseguí mantener una columna semanal en 3 periódicos de gran circulación: El Día, El Financiero y Unomasuno. También acepté escribir para 2 revistas: De par en par y otra cuyo nombre no recuerdo en este momento.
El estimado amigo y compatriota Carlos López Barrios editó en su editorial Praxis, 2 libros míos, Ciudad ausente, un poemario y El Nahual y otras sombras, una colección de cuentos.
En aquellos años surgieron múltiples vinculaciones amistosas con diferentes escritores, personas participantes en el que hacer teatral y en tareas culturales de distintos órdenes. Aquello se percibía como un logro existencial que nos permitió compartir ámbitos creativos y camaraderiles constructivos y promisorios.
Por una parte las crisis económicas y por otra los retrocesos en la salud en esta casa, debilitaron algunos de aquellos lazos y nos fueron reduciendo cada vez mas al quehacer mas simple y hogareño.
Un fogonazo triunfal en el año 2000, fue el que mi novela Palos de ciego haya quedado entre los participantes finalistas en el concurso internacional de Alfaguara, eso promovió, por parte de la misma editorial, la publicación de aquella obra mía. Desafortunadamente, los principales compromisos de Alfaguara, incluidos en un contrato firmado por la empresa, nunca se cumplieron: Una primera edición para América Latina de 100.000 ejemplares, distribución en todos los países del continente y una publicidad a cargo de la editorial en todos los lugares de venta.
¿Qué extrañás de Guatemala?
MM: Las evocaciones, las añoranzas, los simples recuerdos, nos transportan constantemente a lugares, situaciones, ambientes, sucesos, en los que nos encontramos con estímulos sensoriales de muchos órdenes,desde el olor de los tamales hirviendo en la olla, el pino regado en el piso, hasta las voces que hablan o canturrean a nuestro alrededor y los perfumes de las amigas. Yo extraño mucho a la Guatemala íntegra de mi juventud y en gran medida de mi niñez. Su gente y muchas de sus costumbres, sus comidas, desde las torrejas hasta el fiambre, la música, especialmente la de marimba, las esperanzas sociales burladas y convertidas en un miedo común mal disimulado ahora. Extraño un buen trago de aguardiente con boquita de chojín o de guacamol. Extraño a tantos hombres y mujeres a quienes ya nunca encontraré…
Extraño ambientes, músicas, voces, palabras, las calles de mi barrio, San Pedrito y la serenata a la novia con la orquesta Armonía en tinieblas… Todo se reúne y desfila al ritmo del olvido hacia la nada quizá, pero yo sigo buscando tras los sueños.
Y para rematar con una concreción simple y breve: Extraño la cocina chapina, la risa de los niños, la pólvora festiva, casi mágica y descomunal de Noche Buena, extraño a muchos amigos de ambos sexos, la lluvia de mi cumpleaños en agosto, el tren en el que íbamos a San José hace 1000 años…
¿Como ha sido tu vida en México?
MM: Vine a México en junio de 1984. El exilio lo estrené en Costa Rica el 15 de mayo de 1980. Aquí, al D.F. y como prefacio de un proyecto mucho mas amplio, vinimos a reunirnos por fin con mi esposa, ella había estado clandestinamente en Guatemala casi los mas de 3 que transcurrieron desde que debí quedarme solo en Costa Rica, cuando ella aceptó retornar a Guatemala.
Instalarnos en México representaba para nosotros la apertura de un escenario vivo repleto de promesas, proyectos y hasta sueños no alcanzados…
Ambos habíamos iniciado los estudios hacia una maestría en Guatemala . Interpretábamos entonces que nuestro epicentro existencial sería alargo plazo, la Universidad. El giro violento de las circunstancias y la necesaria determinación de incorporarnos a los nuevos escenarios que nos rodeaban, nos inscribió, obligadamente, en un accionar diferente que debimos aprender y utilizar acorde con nuestros fundamentales principios éticos.
Éramos exiliados y militantes de una organización política clandestina y así debíamos comportarnos, esa fue la estrecha y estúpida concepción de algunos mandos, reduciendo en gran medida cualquier comunicación y tratando de imponer la obediencia silente y «respetuosa»…
Algunos mecanismos tuvieron que irse aflojando y paulatinamente crecieron las visitas de compañeros, algunos paseos y diversiones y hasta algunas reuniones festivas con música y brindis.
A mi se me había prohibido por parte del Secretario General que publicara algún artículo con mi firma -se me dijo que incluso la gente del periódico no debía conocer cual era mi verdadero nombre- Los años ruedan a una velocidad supersónica y así fue pasando aquel tiempo. Ganamos muchos amigos, nuestra casa constituyó un rincón alegre de puertas abiertas a la amistad, al regocijo, la reflexión política e intelectual de cualquier género.
Comencé a publicar en el periódico Unomasuno y en la revista De par en par.
Las angustias de la patria calaban hondo en nuestro ámbito pero seguíamos viviendo normalmente. Conseguimos residencia legal y eso nos significó mas tranquilidad.
Yo pude escribir en el periódico El Financiero y en algunos otros órganos periodísticos e incluso, fui contratado para dictar algunos cursillos para jóvenes en el D. F. y luego en Sonora, nos dieron los boletos a mi esposa y a mi y también hotel y alimentación para ambos.
Mi esposa comenzó a impartir Cursos de Matemáticas y otras materias en casa con lo que nos sentíamos muy satisfechos.
Aquellos momentos fueron de tranquilidad y, a ratos, hasta de regocijo.
Las crisis económicas del Estado mexicano obligaron a disminuir las plantas de redacción y eso afectó a muchos periódicos, yo casi no tuve donde colocar mis artículos.
Con la computadora solucioné en buena medida los problemas de lectura y comunicación, pero otros asuntos fueron llegando negativamente, entre otros, algunas complicaciones crecientes en la salud de mi esposa.
Nunca hubo un rompimiento objetivo y claro con quienes trataron de someternos irracionalmente, pero ellos casi no volvieron a relacionarse con nosotros. Entre tanto, nuestra relación con los integrantes de la Comisión de Derechos Humanos en el exilio, se fue ahondando y creciendo, de tal manera que muchas reuniones festivas de aquella organización, se celebraban en nuestra casa y la amistad con los compatriotas que trabajaban allí, los convirtieron en asiduos visitantes y muy apreciados por nosotros por su solidaridad y su lucha.
Al final, mi estadía en México fue difícil y, en algunos momentos, trágica. Desde 2007 la enfermedad de mi esposa mostró graves complicaciones que exigieron una vigilancia constante e incluso, muchos internamientos en diferentes hospitales. Era necesario conseguir ambulancia par el traslado a veces de madrugada y no podía dejársele sola porque corría muchos riesgos.
Han sido 26 años que son como un enorme canasto de sastre -como decía Pepe Milla-. ahí ha habido momentos felices, días grises y fúnebres, glorias modestas y muy saludables, tristezas incurables, desesperaciones y, al final, una intensa y profunda soledad…Hay, empero, una suerte de resurgimiento que me impulsa a ir dándole sentido y acción al proyecto de redactar algo que pudiera ser un libro de memorias o por un lado las memorias y por otro una especie de novela biográfica dedicada a Jimena. Por ahí te iré contando.
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