«Colaboró en ese periódico [el periódico semanal El Editor Constitucional]… el Doctor Goyena publicando algunas de sus más preciosas e intencionadas fábulas, entre ellas la del Pavo Real, que es un apólogo delicado contra una de las familias más pudientes de Guatemala que se preciaba de poseer título nobiliario… [sin duda el Marquesado de Aycinena otorgado por Carlos III a Juan Fermín de Aycinena e Irigoyen].
Reminiscencias históricas de la tierra centroamericana. José D. Gámez.
Tres fábulas de Rafael García Goyena
El Pavo Real, El Guarda y el Loro
Fábula XXVI
Un soberbio Pavo Real,
de pluma tersa y dorada,
con brillantez adornada
se paseaba en un corral.
El petulante animal
con aire de señorío
miraba el rico atavío
de su pluma: pero mudo,
aun en su elogio no pudo
decir: «este pico es mío».
Mientras tanto tomó asiento,
allí cerca, un pobre Guarda,
de estos de la pluma parda
que no tienen lucimiento:
Pero con melifluo acento
abre la dulce garganta,
y de tal manera canta,
con voz delicada y suave,
que aun el Pavón que no sabe
admiró dulzura tanta.
Necio entonces y orgulloso,
al mismo tiempo que rico,
quiere imitarle, abre el pico,
y da un graznido espantoso.
Mi Loro que es malicioso,
con una falsa risilla
dijo: «Bravo, qué bien brilla
con el resplandor del oro!
Mas no tiene lo canoro
de esa discreta avecilla».
Dime, musa, si has sabido
los misterios de los hados,
¿por qué están enemistados
lo rico con lo entendido?
Bajo un humilde vestido
vive el sabio en menosprecio,
mientras el soberbio necio,
lleno de oro y de arrogancia,
en medio de la ignorancia
merece el común aprecio.
Canto a la independencia de Guatemala
Quisiera ¡oh Fabio! que mi voz tronara,
y cual rayo veloz y resonante
por el inmenso globo se esparciera,
y el eco en el Olimpo retumbara.
Después que Troya dobla la arrogante
cerviz al yugo de la suerte fiera,
y su gloria primera
en muerte ya trocada,
escucha horrorizada
de rabia y de dolor el triste acento,
Hornero con su dulce melodía
los cielos y la tierra suspendía,
y su sonora voz librando al viento,
cantó de Aquiles la inmarcible gloria,
y eternizó por siglos su memoria.
Si estas hazañas que en horror profundo
sepultaron a Troya: si estas guerras
donde juró su destrucción el hombre,
dolor al sabio, admiración al mundo:
si estas, en fin, que desolaron tierras
han obtenido un ínclito renombre;
hoy Fabio, no te asombre
que mi musa atrevida
aspire enardecida
al subir el Parnaso en la alta cumbre:
que si a mi lira la expresión le falta
para llegar a una región tan alta,
la libertad con su divina lumbre
inspira el fuego y las palabras dicta,
que inmortalicen a mi patria invicta.
De esclavitud tres siglos espantosa
hubieran ya por Kachiquel pasado.
En ellos la justicia no mostrara
nunca su faz divina y luminosa:
lloraba su trabajo malogrado
el labrador, a quien con mano avara
el rico despojara:
gimiera encarcelado
el pobre y desdichado:
falta de apoyo erraba la inocencia;
y por colmo de errores sin ejemplo,
sobre las aras del sagrado templo,
de tus hijos ¡oh Dios de la clemencia!
la sangre con placer se derramaba,
y el sacerdote en ella se bañaba!…
Empero tanto crimen, maldad tanta
su término encontrar al fin debía.
Cercada de una luz fulgente y bella
la libertad asoma: aterra, espanta
al negro despotismo: brilla el día:
con victoriosa planta el indio huella
las prisiones, y sella
su futuro destino…
jAquí, Numen divino,
tu protección y tu favor invoco!
Y vosotras, del Pindó habitadoras,
y de sensibles pechos las señoras,
musas, en mi favor hoy os convoco:
que sin vosotras mi cansado acento
no tiene fuego, ni vigor ni aliento.
Después de tantos años de cadenas,
después que el vario aspecto de la suerte,
despertando los odios engendrados,
viniese a acumular penas a penas,
¿Quién no viera seguir la dura muerte
en pos de los tiranos aterrados?
¿Esclavos humillados
a su vez victoriosos
se portan generosos?
¡Oh Dioses, que habitáis el alto cielo
y fulmináis el rayo vengativo!
descended, y un ejemplo hallaréis vivo
que os enseñe a clementes en el suelo.
Venid, y contemplad cual es la gloria
del que no mancha en sangre la victoria.
Hijos de KACHIQUEL, vosotros vistes
vuestro suelo con lágrimas regado;
mas para eternizar vuestro renombre,
no las lágrimas fueron de los tristes,
no el llanto acusador del desgraciado,
sino el de gratitud, que vuestro nombre
vocifere, y asombre.
Con ejemplo no oído
al déspota vencido,
y al vencedor soberbio e inclemente,
con mano liberal el indo alzaba
a su antiguo tirano: le brindaba
sus frutos y su albergue; y blandamente
le exhortaba a la paz y a la armonía,
y su amistad sincera le ofrecía.
En lugar de la trompa belicosa,
presagio de la guerra y del espanto,
sólo se oyeron himnos de alegría:
en vez de la orfandad calamitosa
que siembra la impía muerte envuelta en llanto.
La amistad, el placer reinarse veía
y de noche y de día
los ecos sonorosos,
y juegos bulliciosos,
y danzas, y festines y paseos,
anunciaban la paz y la concordia;
y a despecho y pesar de la discordia,
colmaban de los buenos los deseos.
La traición, la crueldad y la venganza
espantadas huyeron a su estanza.
Yo, Fabio, a quien la Parca destructora
aún no hubiera robado lo que amaba,
participé del general contento.
Y si mi voz, entonces insonora,
en acorde canto no se alzaba
por la anchurosa habitación del viento,
mi humilde pensamiento
en votos mil pedía
para la patria mía,
libertad, igualdad, paz, gloria y vida.
Los dioses se mostraron indulgentes
a mis sinceras súplicas y ardientes,
y mi voz en el cielo fue entendida.
Lo que yo viera y oyera, caro Fabio,
a tí tan solo contará mi labio.
En el silencio de la noche umbrosa,
cuando ya fatigados los mortales
entregaban al sueño su desvelo,
y de esta vida siempre procelosa
olvidaban los bienes y los males;
yo, importunando con viveza al cielo
en ardoroso anhelo,
mis ruegos continuaba
y mis votos doblaba.
Súbitamente brilla un sacro fuego,
ilumina mi oscura y sola estancia,
y siento una aromática fragancia.
Un genio celestial desciende luego
cercado de una luz tan esplendente,
que todo el cuerpo sus ardores siente.
«Los dioses» dijo: «de piedad movidos,
a predecirte el porvenir me envían.
Cambia ya tus afanes en contento.
El suelo que encerraba divididos
esclavos y tiranos; do se veían
reinar el odio y el furor sangriento,
de hoy más será el asiento
y perpetua morada
de la igualdad sagrada,
de la justicia y libertad. Su nombre
será apoyo del bueno desdichado,
y el terror del tirano y del malvado;
y para que se extienda su renombre,
tú cantarás sus glorías dulcemente,
y de laureles ceñirás tu frente».
Así habló el Genio: y remontando el vuelo
huyó a mi vista cual fugaz pudiera
rápida exhalación que se evapora
hendiendo el aire en la región del cielo.
Desde entonces, tranquilo el rostro, viera
con risa a la ambición afanadora
levantar cada hora
mil torres en el viento,
y con soberbio intento
oponerse a la fuerza del Destino.
Tú la verás, ¡Oh Patria! confundida:
por querer en más precio ser tenida:
y ante las aras de tu altar divino,
doblando el cuello que soberbia alzara,
adorar la Igualdad que despreciara.
Yo me confieso a la Santa Inquisición
(Epístola)
Una loca excomunal
se ha puesto muy de mañana,
debajo de mi ventana
con un tema original:
En la cabeza un GUACAL
tiene a modo de morrión,
y ensarta una relación
tan larga como un proceso,
que empieza: YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Por este accidente ingrato,
al escribir las noticias,
que tanto, amigo, codicias,
me interrumpo cada rato.
Este clamor inmediato
de su molesta canción
me arrebata la atención;
y pierdo el hilo y el seso,
oyendo el: YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Te escribo así finalmente,
y tu allá como entendido
darás a lo interrumpido,
inteligencia y suplente;
sabrás que ya está en corriente
la nueva Constitución,
y según la observación
que se tiene, buen suceso
promete: YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Considera ya desiertas
las lóbregas bartolinas,
que a las prisiones dañinas
se cerraron ya las puertas;
mas yo las quisiera abiertas,
pues cerrada una prisión
indica la presunción
de que contiene algún preso
gritando: YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Ya se oyen los soberanos
derechos de la igualdad,
y de la gran sociedad
todos somos ciudadanos;
excepto los africanos,
cuya servil condición,
ha sido un negro borrón
que apenas lo quita el yeso
más blanco… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Hubo juntas parroquiales,
y según los votos varios,
salieron compromisarios
para las electorales.
Merecen estos vocales
toda nuestra aprobación
por ser de la aceptación
y consentimiento expreso
del pueblo… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Puestos ya los electores
en su respectivo asiento
proceden al nombramiento
de alcaldes y regidores.
Ante los espectadores
hicieron la votación,
sin fraude ni colusión,
ni otro legítimo exceso
doloso…. YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
En el tiempo convenido
hubo misa y asistencia
del Cabildo y de la Audiencia,
con. un concurso lucido,
el Señor os ha elegido,
dijo el padre del sermón;
la evangélica lección,
era de aquel texto expreso,
«NESCIO VOS… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Por las noticias de Europa,
(amigo, Gaceta canta)
de España la causa santa
navega con viento en popa.
Se creerá que hay una tropa
de gente tan sin razón
que todo lo hace cuestión,
aun lo que se mira impreso
de molde… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Se dice que un belemita
contra un fraile franciscano,
de quien «lo supo un fulano,
a quien un mengano cita:
que por una carta escrita
de Pekín, se da razón
que al pérfido Napoleón
le torcieron el pescuezo
en París… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Nuestra Coronada Villa
la reconquistó el inglés,
y no se encuentra un francés
en una ni otra Castilla.
Evacuada ya Sevilla,
la Navarra y Aragón
tendrán pronta evacuación;
el mal gálico con eso
purgarán… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Nuestro ilustrado Gobierno
pidió al Claustro que le informe
del método más conforme
de estudio antiguo y moderno.
Al punto se cría un temo
de sabia diputación,
para que haya una instrucción:
ahora sí que harán progreso
las letras… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Guatemala está de moda
que ninguno la comprende,
y aquél que más lo pretende
es el que lo ignora todo:
por eso yo me acomodo
a la vida del ratón,
que labró su habitación
en aquel famoso queso
flamenco… YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Amigo, se me sofoca
la cabeza con el ruido
monótono y sostenido
de mi penitente loca.
Por lo que a mi afecto toca,
jamás tendrá variación,
siendo esta la confesión
que en mi juicio y exprofeso
debo hacer: YO ME CONFIESO,
A LA SANTA INQUISICIÓN.
Rafael García Goyena nació en Guayaquil un 31 de Julio de 1766 y murió en Guatemala el 9 de Noviembre de 1823. Notable fabulista y poeta.
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