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Táctica, estrategia y utopía

Sobre lo político, lo impolítico, lo criminal y lo obsceno.

Mario Roberto Morales

Si la política es el arte de realizar lo que es posible, entonces resulta impolítico hacer de una utopía el objetivo a cumplir en lo inmediato. A cualquiera con medianos conocimientos sobre cómo funciona el capitalismo le resulta claro que este sistema no se puede democratizar porque la democracia y la lógica de reproducción del capital se repelen, ya que el aumento corporativo de márgenes de lucro porque sí y sin más, no admite un sistema político deliberativo en el que las mayorías tengan voz y voto en las decisiones económicas. También es obvio que por medio de aumentos salariales y otras prebendas, el sistema nunca ha dado visos de cambiar sino, por el contrario, se ha fortalecido, pues se ha hecho depender de sus leyes el mejoramiento de la vida de la fuerza de trabajo. Ergo, este sistema no admite mejoras. Sólo sustitución por otro sistema. El razonamiento es lógico. Y a la vez utópico. De guía para la acción.

Pero como la política es el arte de realizar sólo lo que es posible, debemos preguntarnos si se puede cambiar el sistema en este momento histórico y, sobre todo, en qué consistiría el sistema que sustituiría al que nos ha convertido en legiones de estómagos que no hacemos sino digerir toneladas de mercancías inútiles a lo largo de nuestras vidas, las cuales no tienen ya más sentido que el de ser estómagos. Si la respuesta es que no existe por el momento un “afuera” del sistema desde donde luchar contra él y, por ello, hay que hacerlo desde “adentro”, debemos admitir que la lucha en su contra tiene que librarse usando sus propias reglas y diferenciando nuestros objetivos tácticos de los estratégicos. Se trata pues de luchar por realizar lo tácticamente posible para avanzar hacia la meta estratégica (no utópica) de cambiar el sistema, fundando mediante esta lucha las bases de la nueva estructura sistémica.

El utopismo gratuito de los “radicales” resulta, según esta lógica, impolítico. Consignas como “Socialismo o muerte” —en el momento histórico que vivimos— expresan no sólo una ignorancia total de lo políticamente posible, sino también una irresponsabilidad que raya en lo sospechoso. Por ello, proponer democratizar el capitalismo oligárquico promoviendo la pequeña y mediana empresa en nuestro país no es, como chillan los “radicales” gritones (que padecen la enfermedad infantil del izquierdismo de que hablaba Lenin), una claudicación derechista sino, por el contrario, una propuesta táctica (la única políticamente posible aquí y ahora, como en su momento lo fue la lucha armada) para contribuir a la construcción de condiciones para el cambio estratégico futuro.

La diferencia entre táctica y estrategia es lo que los “radicales” soslayan, pues su rabia es mayor que su lucidez y su histeria más fuerte que su sangre fría. Es el caso de los panfletarios que ven los problemas políticos en blanco y negro y optan por un bando u otro en nombre de la “verdad”, la “honestidad” y la “coherencia” (¿?), situándose en una ilusoria altura moral no sustentada por capacidad analítica alguna, sino sólo por el anonimato. Es decir, por la irresponsabilidad y la cobardía.

Lo mismo ocurre con el conflicto palestino-israelí, sobre el que además se asumen posturas basadas en “la razón bíblica” judeocristiana. Estas empero no son utópicas, sino de suyo criminales. Y cuando sus oficiantes mediáticos las hacen públicas, estúpidamente obscenas.

Mario Roberto Morales
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