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Morir de entretención

Breve nota sobre el síntoma de nuestro tiempo.

Mario Roberto Morales

Hablando acerca del concepto marxista de “fetichismo de la mercancía”, Slavoj Žižek señala, en El sublime objeto de la ideología, que el problema actual de ésta no radica en que sea una “falsa conciencia” o “una representación ilusoria de la realidad”, sino en que la realidad misma deba ser concebida como ideológica, pues se trata de una situación social cuya existencia se basa en el desconocimiento de su esencia por parte de quienes la conforman. En otras palabras, la efectividad de la realidad social (su funcionalidad misma) depende por completo de que los individuos que la integran “no sepan lo que están haciendo”. Pues, si lo supieran, el mecanismo sistémico se derrumbaría debido a que sus integrantes serían capaces de comprender críticamente su realidad y, al analizar el sentido último de su función social como individuos, se rebelarían de manera espontánea y organizada.

De modo, indica Žižek, que la ideología no es sola y simplemente la “falsa conciencia” del ser social, sino que es ya el ser social mismo en tanto que éste está sustentado en su “falsa conciencia”. Es decir, la ideología hace posible al ser social, el cual no existe sino como ser ideológico. La “falsa conciencia” es, por tanto, la única conciencia “verdadera” del ser social, quien extrae su sentido o significado de la ignorancia de ese mismo sentido.

La ideología sólo podría ser la “falsa conciencia” de algunos individuos si existieran otros con un conocimiento crítico del significado último de su desempeño en el sistema del cual forman parte activa, es decir, de su rol sistémico. Sin embargo, un ser social semejante no ha existido nunca como colectividad; aunque sí en forma de élites intelectualizadas capaces de ejercer un pensamiento crítico encaminado al cambio económico, político y social. Ocurre empero que en la actual fase corporativa transnacional oligopólica del capitalismo, este ser social consciente ya no existe ni siquiera como élite porque las minorías intelectuales han sido absorbidas, al igual que las masas, por el vórtice del entretenimiento compulsivo y del conocimiento de datos inconexos y yuxtapuestos cuyo estudio impide el desarrollo del pensamiento relacional.

Este saber fragmentario es el que impulsan las tecnologías virtuales y las modas pedagógicas que funcionan como forjadoras (no de ciudadanos conscientes, sino) de consumidores compulsivos. Gracias al monopolio sobre los medios masivos audiovisuales de comunicación, el sistema agregó a su dominación económica la hegemonía ideológica global de su máximo mandamiento ético: ampliar los márgenes de lucro de los oligopolios mundiales, sin que importen las consecuencias de tal mecanismo suicida. Esto es así desde los años 70 del siglo XX.

Lo sintomático de la sociedad de hoy, dice Žižek (aludiendo ahora a Lacan), es que lo constitutivo del actual sujeto social radica en su no-conocimiento de las causas de lo que le ocurre. Es decir que es un sujeto efectivo porque es ignorante. Este es su síntoma. Si dejara de ignorar lo que hace, sería disfuncional para el sistema. Por eso, la educación historicista y crítica no le conviene al estatus quo. Lo que sí le sirve es sustituir esta educación con el entretenimiento banal, pues así forja sujetos interesados sólo en un presente conformado por la necesidad compulsiva de “pasarla bien” y absolutamente dispuestos a morir de entretención.

 

Mario Roberto Morales
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