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Pueblos indígenas y la paz en Guatemala X y final

Ellos (y ellas) deben saber que su familia tuvo una cuota de dolor en esta guerra.

María Aguilar

En esta serie examiné la relación entre los Acuerdos de Paz y pueblos indígenas para evidenciar que la Paz se instauró sobre un modelo de democracia incompleto, racista, patriarcal y excluyente. Asimismo, intenté mostrar a las generaciones de la posguerra, que creen que la guerra y los Acuerdos no les impactan, que es falso. A 20 años es válido afirmar que poco ha cambiado. La ausencia de una política estatal de tierra arrasada no excusa el racismo estructural y el nivel de pobreza y pobreza extrema que aflige, expulsa y mata a las mayorías indígenas.

Termino reflexionando con Sergio, mi tío. Al encontrar sus restos, las siguientes palabras, le fueron enviadas a mi padre: “Documenta todo, enséñaselo a tu hija, a su hijo y a tus sobrinos, que sepan de dónde vienen, que nunca sientan ni una pizca de vergüenza por su origen indio pero rebelde. Ellos (y ellas) deben saber que su familia tuvo una cuota de dolor en esta guerra. La esperanza es que ellos con el paso de los años construyan con conciencia y con su trabajo ese sueño que él ya no pudo ver terminado”.

No sé hasta qué punto el resto de mi familia está consciente de esto, como en muchas familias, la despolitización y la desmemoria triunfó. Por eso es primordial que los jóvenes indígenas sepamos que fue nuestra sangre la que aportó la mayoría de muertos en la guerra. Ante esto, exigir el cumplimiento de los Acuerdos de Paz, a pesar de sus limitaciones, es lo mínimo que podemos hacer por quienes dieron su vida por la lucha, por los que aún se encuentran en fosas, los XX, los que quedaron en las montañas y cuyos espíritus soplan con el viento. Los Acuerdos se deben a los masacrados, a quienes sobrevivieron, a quienes retornaron en camiones como ganado y los que bajaron de las montañas para descubrir que la paz era un espejismo.

Hoy, el ser indio y exigir equidad es suficiente para ser criminalizado, por eso, nuestra generación debe reivindicar el derecho a la vida, pero también a la rabia y a la lucha por destruir este sistema putrefacto.

“Documenta todo, enséñaselo a tu hija, a su hijo y a tus sobrinos, que sepan de dónde vienen, que nunca sientan ni una pizca de vergüenza por su origen indio pero rebelde. Ellos (y ellas) deben saber que su familia tuvo una cuota de dolor en esta guerra. La esperanza es que ellos con el paso de los años construyan con conciencia y con su trabajo ese sueño que él ya no pudo ver terminado”.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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