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Javier Payeras

Luis Cardoza y Aragón (Antigua Guatemala 1901 – Ciudad de México, 1992) poeta, crítico de arte y ensayista, desarrolló casi toda su obra en el exilio luego del derrocamiento del gobierno democrático de Jacobo Árbenz Guzman. Su obra, publicada en su totalidad en México, es casi desconocida en Europa, aunque Federico García Lorca le dedica, Pequeño poema infinito: Luis Cardoza y Aragón (Antigua Guatemala 1901 – Ciudad de México, 1992) poeta, crítico de arte y ensayista, desarrolló casi toda su obra en el exilio luego del derrocamiento del gobierno democrático de Jacobo Árbenz Guzman. Su obra, publicada en su totalidad en México, es casi desconocida en Europa, aunque Federico García Lorca le dedica Pequeño poema infinito: Luna Park (1923), Maelstrom (1926), La torre de Babel (1930), El sonámbulo (1937), Pequeña sinfonía del Nuevo Mundo (1949), Pintura mexicana contemporánea (1953), Guatemala, Las líneas de su mano (1955), Orozco (1959), Quinta estación (1974), El río: novelas de caballería (1986).

Esta página da inicio en Antigua Guatemala en un día de enero espléndidamente frío. Para quienes lean estas palabras y no conozcan esta ciudad, deben tener una sola y extraña visión: largas paredes blancas, caminos empedrados, una fuente rodeada de niños corriendo y un enorme coloso azul que a veces amanece partido por la mitad.

Traigo un libro conmigo para trabajar algunos cursos que iniciaré la tercera semana de este mes. Curiosamente se trata de la obra poética completa de Luis Cardoza y Aragón[1]. No es casual, estoy estructurando cuatro clases que llevan por título Poesía y Memoria –ambas en con mayúscula inicial- y qué mejor que venir para habitar el fantasma. Todo lo que escribe Cardoza surge de este recorte postal de la colonia, su voz madura es una completa evocación hemorrágica de recuerdos de su infancia entre estas calles. ¿Será que luego de una serie de muertes los escritores volvemos siempre al mismo sitio?, no recuerdo dónde habré dejado mi ombligo, pero sí recuerdo bien dónde perdí mi inocencia o donde la sigo perdiendo… pero son tan opuestas nuestras vidas… este enorme poeta nació dentro del circulo de la vida pequeño burguesa y conservadora guatemalteca, acceso a la educación universitaria, la religión, la condensación de las buenas maneras al trato y la disciplina doméstica, digamos que no fue precisamente un Arthur Rimbaud ni un Antonin Artaud ni un Luis de Góngora o un Francoise Villon, sus referentes no son más que una parte de su materia sensible, algo que es por demás notorio, porque la evasión insistente y su constante cita con la nomenclatura de los vagabundos, de los rebeldes, de los que fueron linchados o funados lo acercan más a una comprensión clara de su propia entropía. Algo que aparece asonante es la escisión de su ego en una suerte de violencia metafórica, siempre torciéndose en lo sublime, su conocimiento erudito, ese enorme caudal de palabras escritas que de inmediato le llevan a uno a deducir que los vicios nunca le restaron tiempo y que en realidad ejercía la escritura como la mejor vía para comunicarse sin tacto, resulta tan envidiable no tener todas esas máculas de culpa que deja el alcohol o las drogas en nuestras vidas, pero sin duda la fotografía que tengo sobre la cabecera de mi cama, la que le tomara Sergio Valdés Pedroni antes de la muerte del poeta jamás voy a quitarla, porque L. C. ha sido para mí suficiente, sus libros seguirán persiguiéndome mientras sueño o subrayo. Su vocación me ha llevado a desarmar lentamente el cerrado resorte de mis propias ideas, entonces uno se halla de frente al filósofo y al mar, el cardumen donde atrapa lucidez con la red abierta de su intelecto es algo que nos lleva a pensar que es posible hacer filosofía a relámpagos, lección tan grande que nos da María Zambrano o Friedrich Nietzsche o Emilé Cioran… perseguir los acontecimientos que no vivimos, sino ensamblamos a partir del libro de las revelaciones, la lectura de los poetas malditos y extrañamente desarraigados que propone poeta en su obra completa son explosiones muy lejanas a lo que fuera su propia vida, cabe entonces hablar de un desdoblamiento entre la creatividad rebelde y la vida contemplativa.

Cuando todo sea gratuito y nada recompensa
y el sueño sea inútil por el milagro fiel y puro.

Cuando encuentren su puerto las tumbas errantes de los mares
y la flor de la luz no sea amarga y resucite el viento

Cuando aquí, en el fondo del cielo,
hundido a pique tu cuerpo
no sea mi sombra en relieve.

Entonces, solo entonces…[2]

¿De dónde llega el escalofrío al escribir?, demasiada tristeza se hace firme, comenzamos con las palabras y vamos buscando el pozo hacia el cual arrojarnos. Se compromete la voz con la neurosis o con la imaginación, hay que partir de todas las cosas, penetrar, ser penetrados, escupir, colmar de asco, salirse de la moral del siglo del clickbait en el que vivimos para regresar a una época que nos advierte que la única manera de florecer es la desobediencia, porque no vale la pena vivir si tenemos que apagarnos servilmente en la corrección política que nos llevará a la siguiente edad media ¡NON SERVIAM!. La profanación de un Arthur Rimbaud:

Alguna vez, si mi memoria no me falla, mi vida fue un baquete donde cada corazón se mostraba a sí mismo y donde fluía cada vino. / Una vez tomé a la Belleza entre mis brazos y me supo amarga y la insulté.[3]

No es posible la revolución si existen correctores y sensores, de eso que la imaginación siempre ha perturbado a quienes tienen un escritorio asignado para organizar sus consignas y transformarlas en ese totalitarismo que se infiltra constantemente en toda organización humana. Luis Cardoza y Aragón se hace a la orilla cuando surgen los caudillos y los afanes imperialistas de la Unión Soviética, decide salvar el fuego y se sumerge de lleno en la poesía, sacude el papel para no dejar panfletos que puedan serle de utilidad a los policías del pensamiento y se enfrenta antes que todos a la gran maquinaria de adoctrinamiento y planificación, incluso a los surrealistas más dogmáticos, esos que nunca entendieron que su único profeta auténtico fue Antonin Artaud, que encontró en Cardoza a un consecuente admirador y amigo. Ante la muerte y el terrorismo de los estados simiescos latinoamericanos o el oportunismo “revolucionario” de muchos intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, el elige no estar, el enfrenta así un exilio digno en México, frente a la misma organización cultural de la Era Vasconcelos y el desarme del futuro entre las derrotas de la izquierda en Europa o en las selvas centroamericanas o en el fraudulento guiño de China traficando juguetes hacia Estados Unidos. La Belleza siempre es amarga, porque siempre nos lleva a la soledad absoluta, pero es sin lugar a dudas lo mejor que puede acarrear el río Pensativo frente al que estamos plantados, decir, solo decir, basta. No hay fronteras si podemos ver el horizonte en soledad, no importa en sí mismo colgarse medallas al cuello, ganarse unos billetes con algún concurso literario, ser publicado y distribuido globalmente, estamos frente a nuestros cuadernos y nuestros subrayados, tecleando voces en el ordenador, recibiendo el aire fresco de una mañana:

La soledad no es estar a solas con la muerte

Es algo más triste , deslumbrante y alto
estar a solas con la vida.[4]

Entonces hablo de la soledad que llega al escribir. Habitamos la poesía pero vamos aprendiendo. Desde que nacemos vemos el cielo, respiramos, nos sostenemos sobre un mundo que gira… en un momento no nos preguntamos cómo sucede todo esto, simplemente pasa, acontece. Nuestro aprendizaje es un camino que nos lleva a comprender que cada asunto humano tiene una causa y que todo asombro es demostrable, pero mientras eso sucede vamos por la vida habitándola sin buscar explicaciones. Si pensáramos de más y no olvidáramos, la existencia sería insoportable, abrimos las manos y sentimos esa vocación de transitar la vida completamente ignorantes, hasta que llega el momento de revisarla, desmontando cada una de sus piezas. Existir tiene en sí mismo su propio momento para dar su respuesta. Soy poeta y no debo explicaciones… esta intemperie constante hace que se rebalse la imaginación hasta que nos lleva a trazar una línea de color en un papel, escribir un pequeño relato, sacar una fotografía… luego viene el desengaño, uno va adentrándose en el bosque de nuestras propias contradicciones, va construyendo cada uno su sendero y trata de comprender que antes otros dejaron caminos muy transitados, recorre la memoria de lo escrito, lee ese pasado fundamental, eso que la mediocridad quiere borrar a partir de consignas y manuales, la vida que en un momento se fue creando se vuelve compromiso y constancia, entonces uno encuentra las dimensiones tan diminutas de la propia voz frente al genio desmesurado, las formas se convierten en herramientas que al uso nos van orientando en su propio uso, entonces uno va labrando su propia casa, habitando ese sueño hasta hacerlo sólido, una construcción que ninguna soledad desmorona. Luis Cardoza y Aragón reúne las cosas pasajeras y las convierte en extraordinarias, por eso no pertenece a ninguna escuela ni a ningún orden, incluso, se ausenta del tiempo en el que vivió. Hoy tengo su obra poética en mi escritorio y sigue diciendo cosas que me devuelven al mismo viejo asombro que me hace creer en la vida.

Luis Cardoza y Aragón se hace a la orilla cuando surgen los caudillos y los afanes imperialistas de la Unión Soviética, decide salvar el fuego y se sumerge de lleno en la poesía, sacude el papel para no dejar panfletos que puedan serle de utilidad a los policías del pensamiento…

Antigua Guatemala 14 de enero 2022

[1] Luis Cardoza y Aragón, Obra poética, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes CONACULTA, 1977

[2] Luis Cardoza y Aragón, Entonces, solo entonces, Obra Poética, Conaculta 1977, página 165

[3] Paul Schmidt, Arthur Rimbaud:,Complete Works, Perennial Library 1976, página 193 (la traducción es mía)

[4] Luis Cardoza y Aragón, Soledad, Obra poética, Conaculta 1977, página 185

Fuente: [http://revistapenultima.com/luis-cardoza-y-aragon-antologia-de-cosas-pasajeras-por-javier-payeras]

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