Mauricio Estanislao López Castellanos
Esta es una Lectura de la Cuarta Ola. Muchos desconocen que leer puede salvarte del infierno. Muchas ocasiones el infierno se representa de diferentes formas o imaginarios. Muchos de éstos son dimensiones humanas donde las personas son sometidas dolor, sufrimiento e incluso si existe la posibilidad a la resurrección del espíritu en la aún dimensión física.
Una familia vive tragedias de diversa índole durante su formación o crecimiento tanto en número de personas como de valores o preciados momentos, mucho de esto permite que algunas familias sean solidas como un diamante o frágiles como un pétalo.
Las tragedias cotidianas de estos últimos dos años ha sido enfrentar el duelo. También la ausencia del deudo en las honras fúnebres en la forma material física. Diríamos corporal que muchos conocemos. La antesala de ese momento es caótica, fragmentada, delirante. Semejante a los delicados y aterradores grabados de Doré acerca del purgatorio humano.
Mientras muchos disimulan o fingen, negar las tragedias diarias de esas familias, otros hemos sido testigos directos de esos trances de una persona entre la dimensión física y la espiritual. Ese momento, mientras doctores y enfermeros luchan contra la muerte, a contrarreloj no se asemeja en ningún sentido a nada que pueda verse en tv o streaming. La batalla sucede, por mi memoria pasa como flashes de acción segmentadas, una tras otra. El sonido de los signos vitales ahogando cualquier intento de sueño o desvelo posible. El aliento, quizá, el aire, lo único que te une a unos sensores de cargas eléctricas.
Dentro de este imaginario, quizá la lectura te borre el impacto de esa batalla oculta que tiene héroes, víctimas y responsables. El que salva una vida en anonimato, el que lava un cuerpo débil, a pesar del agotamiento laboral. Los silenciosos que esperan el alivio paulatino para alcanzar de nuevo la luz del día que es inaccesible desde el aislamiento total.
Dentro de este espacio repleto de tecnología respiratoria. Personas totalmente ataviadas, sudorosas por dentro, con trajes como si una plaga biológica fuera a comerse sus cuerpos. Y en realidad eso sucede, te devora los pulmones en cuestión de días.
Y ahí, caben, sin ser inexplicable, espacios de resguardo, los libros. “Más allá del Everest” de Jaime Viñals, sin duda uno de los gigantes de Latinoamérica. Ese libro quizá está ahí, para esos que quieren subir su propia montaña. Y ver en la cima de su padecimiento de nuevo su hogar y su familia.
Detrás de esas paredes hay quienes nos ven con ojos de ternura y compasión. Quizá la salud debe comenzar por ahí, y unido al tratamiento medicado y respiratorio. La paz de un ser que ame salvar y cuidar la vida del otro, del ajeno, de su no-yo.
Unamuno, con su Gertrudis, construyendo su legado familiar. Decidiendo el rumbo de su hermana, su descendencia total. Una novela llena del coraje de la época. Habrá algo que LA TIA TULA no pueda resolver aún desde la tumba.
Con el consejo del siglo previo a la revolución francesa con La Fontaine, y sus fabulas, rutas didácticas que en estos tiempos siguen valiendo como la palabra del abuelo sabio que previene al hijo y al nieto. Incluso el Apocalipsis bíblico anunciado “el que tengas ojos, que vea, el que tenga oídos, que escuche”.
Somos polvo, apuntan las lecturas ancestrales, desde el Popol Vuh, y todas esas escrituras milenarias. Nos anuncian breves, pasajeros, considero que también sublimes, cuando logramos evolucionar hacía el bien común. Pero seguimos siendo seres materiales, incrédulos muchos, vagan sin importar la tragedia y el luto compartido de otros. La soledad y el vacío del ausente y amado pariente que debe consumirse en las llamas para conversar al menos sus restos mínimos, o de lo contrario, ni siquiera se podría tener derecho a sus honras fúnebres.
Más allá de la pesadilla de estos dos años, quedan las familias que salvan el recuerdo del que vivió. Salvan la sonrisa, la palabra, la voz. A esas familias, recuerden que aún habitan esas buenas personas, que fueron parte de sus familias, que por estos complejos tiempos se adelantaron a unirse a la lattice del universo.
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