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Gerardo Guinea

—Este libro de ensayos nace bajo el sombrío tiempo de la pandemia. Pero es sustancialmente un diálogo. ¿Con quiénes dialogas?

J.P. Creo que el orden político del mundo, específicamente el planteamiento del capitalismo liberal, se partió en dos. La parte del trabajo y la acumulación de medios de producción tangible, industrial y esa extraña mutación hacia el mundo digital. Muchos perdimos nuestros trabajos, otros más perdieron sus vidas… el vacío que dejó ese cambio quedó registrado en este libro. Fue una meditación profunda acerca de la vida y su relación con sentir el presente como el acto más poético que existe.

—En la página 13 dices: «Un día es el universo». ¿Eso es posible?

J.P. Lo repito desde que escribí Limbo, en una referencia que hago a un libro que marcó mi vida, Ulisses de James Joyce. Lo estudié y traté de plantearlo en esa novela que tú me publicaste, mi idea es crear un diálogo desde el lugar de donde soy y la literatura universal. Mis tesoros son precisamente esas lecturas que hago de los libros partiendo de mí mismo, ¿cómo lee un latinoamericano este tipo de obra sin caer en la pedantería tan habitual?, creo que Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Augusto Monterroso nos dejaron bien clara esa lección: el canibalismo estético y la apropiación a nuestros escenarios y lenguajes.

—¿Por qué el sufrimiento es una de las realidades más profundas de la existencia?

J.P. El sufrimiento es real, la alegría es pasajera. En un mundo que te obliga al apego a las cosas y a las ideas, sufrir se hace sencillo. He decidido no opinar más acerca de nada que no sea arte, porque no tengo claro nada, el totalitarismo es transversal tanto a los conservadores más retrógrados como a los progresistas prejuiciosos y ávidos de venganzas o linchamientos. Es una época donde todos se sienten víctimas de algo… que no me interesa.

—¿Por qué la poesía siempre es riesgo?

J.P. La poesía es defendida por poetas mediocres que no escriben más que poemas sin habitar la poesía. Quien no vive la poesía en su plenitud, desde que se levanta hasta que se acuesta, no puede escribirla, grabarla, pintarla, interpretarla escénicamente… digamos que no es un fenómeno de ventas porque requiere de un lector que habite también la poesía. Si queremos ir en contra de la realidad paralela que nos ofrece este presente, debemos contemplar las cosas y buscar un nuevo significado a lo cotidiano. Menos palabras bonitas y más compromiso con nuestra esencia humana, sin panfletos que amparen nuestra mediocridad ni extorsiones a la cursilería consciente. Rasgarse las vestiduras porque nadie lee poesía es un poco caricaturesco cuando vez la cantidad de gente que sigue a los influencers, tiktokeros y celebridades de Instagram… la poesía no está allí.

—El poeta Fabio Morabito dice en unos versos: Escribo prosa mientras junto /

valor para los versos. ¿Así escribiste Biografía de la imaginación?

Acumulé toda mi verdad en lo que escribí: cómo iniciar cuando nadie te apoya para ser artista, cuando no tienes instituciones que apoyen nada, cuando las editoriales cierran porque no existen incentivos para que puedan vender su producto y cuando lo único que leen los jóvenes son libros de liderazgo para sumarse a un sistema corrosivo y egoísta. ¿Qué leer? ¿Cómo iniciar? ¿Sirve para algo esto que no puedo evitar sentir? Trato de responder a estas preguntas con la mayor humildad posible.

—¿Es posible que la imaginación dé como resultado belleza y destrucción?

J.P. Mi madre que acaba de morir me decía, “Nada que deje un mundo más bello puede venir de la destrucción, el odio o la maldad”. Yo lo creo firmemente.

—Afirmas que la herramienta a empuñar es la soledad ¿Tanto así?

J.P. No se puede escribir acompañado. Tampoco viendo hacia el público. Si un boxeador pelea viendo a la gente y no a su contrincante, lo noquean. La pelea, la escritura y la vida, son siempre solitarios, aunque creamos que el ruido y el aplauso son compañía.

—¿El futuro ya fue?

J.P. El futuro empezó ayer, dice Cardoza.

—El mundo ya era confuso antes del covid. ¿Lo es más ahora?

J.P. Estamos en una guerra global, no mundial como le llamaban antes. La inmovilidad es la muerte del sistema. Rusia, China, Europa y el tuitero gobierno de Estados Unidos están en la búsqueda de la aniquilación total a cambio de un modelo de mercado que sea liderado por alguno de ellos. Al final es triste darse cuenta que los nazis ganaron la guerra, porque solo cambiaron de grupo étnico y de ubicación geográfica.

—¿Cómo dibujar el silencio? Lo pregunto porque desde hace un tiempo, también dibujas

J.P. Mis rayones son lacanianos, son maneras de liberar lo que con las palabras es imposible.

—¿En qué consiste un plan de huida de este mundo?

J.P. En un plan de apartarse cada día más de sus premisas: éxito, premios, dinero… tener una biblioteca básica y un cuaderno son suficientes para ser escritor. Escribir 4000 palabras diarias como mínimo, pienso que en esta época la inteligencia está sobrevalorada, es necesario buscar la sabiduría.

—«La vida insiste en hacerse posible», afirmas. ¿En qué momento o lugar ocurre?

J.P. Las flores siguen creciendo y el sol nace sin anunciarse. La vida pelea por nosotros, no somos nosotros los que peleamos por la vida. Lo dice Julio Cortázar, “la vida misma defendiéndose”.

—Citas Filosofía y poesía de María Zambrano. Ella dice, entre otras cosas, que la esperanza es «la justificación última, total». ¿Aún es posible creer en ello?

Zambrano dice en ese maravilloso libro que creo tú me regalaste y que es uno de esos textos fundamentales, “La poesía es de quien posee la unidad, la totalidad de todo”.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Javier Payeras
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