Irmalicia Velásquez Nimatuj
El día de ayer se conmemoró el día internacional de los Derechos Humanos y aunque varios pasos se han dado los desafíos más apremiantes por materializarlos siguen presentes y debemos enfrentarlos desde los espacios nacionales e internacionales
Como, por ejemplo, la destrucción imparable a la que se ha sometido a la Madre Tierra en nombre del “progreso”, el “desarrollo”, “la civilización” o la “modernidad”. La crisis humanitaria que el mundo está enfrentando en este momento, a través de la pandemia de la Covid-19, es el resultado del abusivo y poco inteligente uso que se ha hecho de los frágiles ecosistemas que son fundamentales para mantener el equilibrio de la Tierra. Por eso, debemos trabajar en la materialización de los Derechos Humanos de todos los seres vivos frente al daño que es irreversible y no permitir que sean solo las fuerzas del mercado y los políticos quienes decidan el futuro de lo poco que aún queda en el mundo viviente.
Además, los derechos humanos deben alcanzar y cuestionar los intereses económicos de las empresas trasnacionales que están encima de los intereses de las poblaciones indígenas y no indígenas que implican el despojo de territorios por formas ilegales que logran legalizar a través de los corruptos sistemas jurídicos que operan en nuestros países, parar el uso del genocidio y etnogenocidio de comunidades, de la destrucción de los pocos pulmones que le quedan al mundo, provocando una imparable y masiva migración humana pero también de algunas especies de animales ante la devastación de sus medios de vida. Aquí se posee de sobra evidencia científica para actuar y detener el holocausto que cada vez está más cerca de abrazarnos como humanidad.
Frente a esto, los derechos humanos están en peligro frente a la emergencia de lideres nacionales y mundiales que incentivan el odio racial, el odio hacia las personas o comunidades que son distintas, que hablan otro idioma, que visten diferente y hacia aquellos en cuyo color de piel no se refleja la blancura. También, se tambalean frente a la exacerbación de la división de clases no solo con sus discursos sino con sus acciones al recortar los pocos servicios públicos que son claves en sociedades en donde las históricas relaciones coloniales han impedido que amplios sectores no puedan romper con los círculos que los condenan y mantienen en condiciones de inequidad.
La privatización de la vida humana no puede continuar al ritmo que se tenía hasta antes de la Covid-19, esa carrera por convertir todo en mercancía esta destruyendo vidas, familias y comunidades. No se nace solamente para producir y consumir, se nace para compartir y crear comunidad, bailar, disfrutar y soñar en colectividad, si esto se pierde quedaran en la tierra instituciones financieras llenas de activos, pero sin nadie que, viviendo en soledad, las necesite.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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