Abandonar los pensamientos únicos.
En el marco de la crisis financiera internacional, con Europa en recesión económica y al borde de un desequilibrio socio-político sin precedentes, a lo que se suma la incertidumbre en Estados Unidos, el crecimiento de la desigualdad social y las señales de desaceleración en China, no sorprende que en ciertos círculos intelectuales de Occidente algunos piensen que, finalmente, se ha llegado a un punto donde se cumplen las profecías de Marx sobre el capitalismo. Eric Hobsbawm en “¿Cómo cambiar el mundo?” y Terry Eagleton en “Por qué Marx tenía razón”, sostienen esta tesis.
Como he dicho en anteriores comentarios y en el libro “El olvido de la libertad” no creo que tal planteamiento sea acertado. Un conjunto de errores contenidos en el pensamiento del autor de “El Capital” conforman una anemia generalizada y perniciosa al interior de sus ideas. Quizás el equivoco principal sea haber olvidado a la persona como centro de la vida socio-histórica, diluyéndola en estructuras de carácter económico y socio-político tales como clases sociales, estado, propiedad, fuerzas productivas, relaciones de producción, base, superestructura, etc. Este vacío antropológico atraviesa toda la obra escrita de Marx posterior a la primavera de 1845, y contribuye a generar serios equívocos en sus teorías respecto al valor económico, las mercancías, los mercados, el Estado, la política, etc.
No obstante lo anterior, Marx fue un pensador que alumbró algunas ideas válidas. Para acercarse a ese núcleo vigente de su pensamiento, conviene estudiar las obras que escribió en relación con la evolución intelectual que reflejan y con las críticas a que fueron sometidas. A continuación sugiero un orden de lectura que aplica el principio indicado.
Dos etapas, cuatro períodos. De 1837 a 1883 el itinerario intelectual de Karl Marx atraviesa dos etapas, la primera cubre ocho años y se caracteriza por la presencia de conceptos que él toma de Kant, Hegel, Feuerbach y la izquierda hegeliana. La segunda cubre treinta y ocho años, y es en ella donde se generan las nociones específicas de lo que después sería conocido como el pensamiento materialista de Marx. En el interior de estos dos grandes momentos evolutivos se observan cuatro períodos: juventud, transición-ruptura, explicación y madurez. La división en dos etapas se desprende de lo escrito por Marx en el prólogo a la “Contribución a la Crítica de la Economía Política” (1857), donde afirma que en la primavera de 1845 él y su amigo Engels acordaron “liquidar cuentas” con sus ideas anteriores, esto es, modificarlas. ¿Por qué esa ruptura? Porque en los textos escritos antes de 1845 no están las disciplinas que Marx consideraba su creación particular: Materialismo Histórico, Materialismo Dialéctico y Teoría de la Explotación.
¿Qué leer? De 1837 a 1844 (obras de juventud) los textos principales de Marx son: “Carta al padre” (1837), “Tesis Doctoral” (1841), “Crítica a la Filosofía del Estado de Hegel” (1843), “Crítica a la Filosofía del Derecho de Hegel” (1843), “Carta a Feuerbach” (1844), “La Sagrada Familia” (1844), los “Cuadernos de París” (1844) y los “Manuscritos de Economía y Filosofía” (1844). En estos materiales se encuentran algunas de las ideas susceptibles de ser incorporadas en el análisis de las actuales sociedades posmodernas, en particular la teoría de la alienación que guarda similitudes con el profetismo judío y la crítica actual a las sociedades de consumo.
En 1845, como expliqué en el apartado I, Marx delineó el “espacio” de ideas del que se consideraba fundador y abandonó su enfoque teórico anterior. Es esta la fase de transición y ruptura. Dos obras –“Tesis sobre Feuerbach” y “La Ideología Alemana”– son fundamentales para entender el cambio referido. Es en estos libros donde Marx se aleja de los tímidos abordajes antropológicos insinuados entre 1837 y 1844, y empieza a transitar en el sendero que lo condujo a uno de los mayores absurdos de que se tenga noticia: La creencia de que la historia humana funciona al margen de las personas, como si se tratara de un sistema automático regido por leyes análogas a las leyes que estudian las ciencias naturales.
Las obras posteriores al año 1845 hasta 1867 se dedican al desarrollo del punto de vista expuesto en las “Tesis sobre Feuerbach” y en “La Ideología Alemana”. Es este el período de explicación, a él pertenecen el “Manifiesto del Partido Comunista” (1847-1848), “Trabajo asalariado y capital” (1847), “Miseria de la Filosofía” (1847), “Las luchas de clases en Francia” (1850), “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” (1851-1852), “Formaciones económicas precapitalistas” (1857), “Elementos fundamentales para la crítica de la economía política” (1857-1858) y “El Capital”, Tomo I (1867). Desde 1867 hasta su muerte en 1883 (período de madurez) Marx prosigue sus estudios preparatorios para la redacción de los otros dos tomos de “El Capital”, escribe “Salario, precio y ganancia” (1871), “Guerra Civil en Francia” (1871) y “Crítica del Programa de Gotha” (1875). Los tomos dos y tres de “El Capital” fueron publicados en 1885 y 1894. En 1905 y 1910 se editaron las teorías sobre la plusvalía.
Procedimiento. Conviene atenerse a un procedimiento de lectura que se rija por las siguientes recomendaciones: Primera: Las obras escritas entre 1837 y 1844 deben estudiarse al inicio, siguiendo el orden cronológico y enfatizando el análisis de la teoría de la alienación. Segunda: Las obras en las que Marx “liquida” su pensamiento anterior, conviene abordarlas en conjunto con la lectura de “La Sagrada Familia”. Tercera: Los libros posteriores al año 1845 hasta 1867, se cubren según orden cronológico de producción en relación con los textos de autores liberales, democristianos y socialistas que entre los años 1883 y 1921 realizaron críticas puntuales a las principales tesis de Marx. Cuarta: El estudio de las obras de madurez requiere combinarse con el análisis de los libros donde se especifican las críticas al planteamiento económico de Marx, en especial los ensayos de Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwing von Mises, Eduard Bernstein, Federico Hayek y otros investigadores de fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
Cualquier esquema de lectura debe ir acompañado de obras de consulta general, que en el caso aquí considerado han de referirse a la historia de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, y a la historia de las doctrinas económicas. Conviene disponer de un diccionario de Filosofía: el mejor que circula en Costa Rica es el de José Ferrater Mora, en cuatro volúmenes.
Abandonar los pensamientos únicos. Sería lamentable que quienes lean a Marx se limiten a repetirlo sin innovación, sin creatividad, como si nada hubiese cambiado y al margen de quienes en distintos momentos han realizado críticas de fondo y pormenorizadas a sus ideas. En este sentido conviene permanecer vigilantes frente a los dogmatismos y fanatismos que caracterizan a los pensamientos únicos –los hay para todos los gustos –. Pretender que las personas sean gemelas espirituales unas de otras – que es la utopía de todas las formas de pensamiento único– es un desequilibrio emocional de consecuencias destructivas que conviene abandonar a la mayor brevedad.
- Leer a Marx, de Fernando Araya - 9 octubre, 2012
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