Jaime Barrios Carrillo
Y la discordia debilita. En Colombia, a pesar de la campaña sucia contra el Pacto Histórico, Petro y Márquez ganaron las elecciones. El voto de la juventud fue decisivo para el triunfo del Pacto Histórico. Lo hemos visto en Chile. En el México de AMLO, en la Honduras de Xiomara Castro. ¿Qué pasa con los jóvenes en Guatemala? Y ¿por qué los sectores que se llaman progresistas no asimilan la articulación y una política flexible de alianzas?
Existen semejanzas entre Colombia y Guatemala. La desigualdad en las zonas más abandonadas. También la corrupción, la violencia y el narcotráfico. ¿Cuáles son las diferencias? Lo fundamental es que en Colombia hay un pacto histórico y en cambio en Guatemala uno de corruptos que cooptó las instituciones, incluidas Cortes y Ministerio Público. Los grandes financistas son altas familias de empresarios sin escrúpulos. Se aprestan a destruir la justicia transicional que condenó a militares violadores de los derechos humanos. Quieren restringir la libertad de expresión y la aplicación de la ley antioenegés para eliminar la sociedad civil que los cuestiona. Son conservadores que en nombre de Dios quieren conservar la pobreza.
El fundamentalismo religioso en Guatemala ha llegado a un extremo dañino. La religión como manipulación. Hay engaño a los feligreses y casos de lavado de dinero e inversiones del narco en las iglesias. Los pastores anticomunistas coinciden con los fascistas negadores del genocidio y crímenes de lesa humanidad. Todo en nombre del Señor. ¿Cuál Señor? ¿El de los carteles o el representante de la corrupta clase política?
Las creencias religiosas son un asunto privado, no estatal. En nombre de Dios se han cometido demasiados crímenes en todas partes y épocas. Estoy por la secularización de la política y el Estado laico. En contra de toda forma de teocracia, sea de cristianos fundamentalistas o de ayatolas y talibanes que han producido tanta muerte violenta, tanta persecución, tanta opresión de la mujer, de los homosexuales, de los ateos y todos aquellos que no estén de acuerdo con el dios que imponen, usando la política y el Estado. Hartan estos políticos guatemaltecos que manipulan a dios (con minúscula). Dios no tiene nada que hacer en la política.
La llamada teología de la prosperidad ha penetrado el país y se ha posesionado de conciencias que viven en una especie de delirio colectivo. “¡Un piano para el Señor!”, exclama un pastor en su megaiglesia. Y agrega que debe ser de la mejor calidad porque al “Señor” hay que darle lo mejor. En poco tiempo junta 30 mil dólares. Me suena a la época de las viejas indulgencias católicas cuando se pagaba para asegurar un lugar en “El cielo”.
Recuerdo a la Baldetti escribiendo el Padre Nuestro durante el juicio que se le llevaba por corrupción. También la oración conjunta del exmilitar Rodríguez y otros acusados también por corrupción en la sala del tribunal. Y al general Pérez Molina terminando sus discursos con la frase “Dios los bendiga”. No necesitamos de esas maldiciones. Necesitamos de políticos y funcionarios honestos y eficientes.
Y necesitamos a los jóvenes. En Guatemala la juventud prefiere arriesgarse en peligrosos viajes de migrantes antes que comprometerse con el cambio social en su país. Muchos se van para no volver y con el pleno apoyo de las familias. Pareciera que se ha renunciado a la lucha por un país mejor y se acepta sin reparo la migración forzada y el sistema de remesas. Es un país donde la juventud es pasiva en lo cívico y despreocupada de lo político.
La juventud se desorienta, se cansa y se pierde en los sueños del “paraíso americano”. De ahí que se vuelve imperioso fiscalizar, al menos moralmente, a los políticos de izquierda, a los llamados progresistas y categorías similares. En la forma están siempre de acuerdo: Guatemala necesita cambios, pero en el fondo privan sus intereses particulares y el sectarismo que les impiden ser una opción para lograr los anhelados cambios. Es diálogo de sordos y visiones de ciegos.
La oferta política en Guatemala ha sido pobre en las últimas décadas. Los partidos que defienden el sistema de corrupción, productor de pobreza y desigualdad, se multiplican como conejos y ahora el Pacto de Corruptos trabaja para la unidad de la ultraderecha. Mientras las organizaciones que asumen la necesidad del cambio se especializan en fraccionarse, la fragmentación parece ser su objetivo y el sectarismo su expresión manifiesta. Desconocen lo que significa unidad de acción. Y no se articulan con la sociedad civil para cuestionar al gobierno corrupto y la manipulación de las Cortes y el Ministerio Público.
Si hacemos un breve recuento del comportamiento de los parlamentarios “de izquierda” encontraremos como los que logran diputaciones convierten sus curules en la única meta de sus acciones. Por ejemplo, el grupo parlamentario de “izquierda” de la UNE liderado por Blanco, Barreda y otros llegaron a profesar que Sandra Torres era necesaria porque daba los votos que les aseguraban su reelección en el Congreso. No les importaba quien quedara de presidente sino reelegirse ellos. En la URNG, Félix y compañía han hecho lo propio para asegurar sus reelecciones, en escala de electores mucho menor. Lo mismo con Nineth Montenegro, de brillante trayectoria parlamentaria pero lamentable personalismo en la articulación política. Llegó a poner su partido “Encuentro por Guatemala” al servicio de un pastor fundamentalista que no dudó después de ligarse al régimen corrupto del general Pérez Molina.
¿Será la misma actitud en Semilla? Es decir, despreocuparse por la articulación e ir solos a una elección para perderla, sabiendo que pueden lograr unas diputaciones. El MLP se esfuerza en aislarse. ¿Qué quedará de Winak? ¿Qué harán los otros grupitos? No pueden entender que la unidad es el único camino. Le hacen el juego al Pacto de Corruptos. ¿Se darán cuenta?
Personalidades no faltan con propuestas. Tanto Manuel Villacorta como Lionel Toriello, para dar dos ejemplos, vienen construyendo plataformas sobre la base de programas estructurados. Tienen buenas ideas, pero no alcanza con pensar bien. No basta tener la razón para triunfar, afirmaba el filósofo francés Albert Camus. Hay en estos dos ciudadanos las mismas carencias de separatismo dentro de la ingenuidad de que solos pueden ganar una elección. La política es el arte de lo real, de las articulaciones, de las alianzas, del diálogo que construye y los acuerdos que permitan avanzar. No el camino de las figuras individuales en una especie de caudillismo sin pueblo.
Resulta ilustrativo señalar las nulas reacciones de nuestras organizaciones “de izquierda” tras el triunfo de la izquierda en Colombia. No hemos visto ni comunicados ni expresiones de los líderes guatemaltecos sobre el triunfo del Pacto Histórico en Colombia. En el fondo les molesta porque les recuerda su propio sectarismo.
Es válido y urgente exigir articulación, demandar unidad. No limitarse a señalar los desmanes del Pacto de Corruptos sin anteponer un proyecto unitario con posibilidades de hacer en Guatemala lo que Petro y Márquez lograron en Colombia. Las elecciones colombianas mostraron que un pacto histórico es la vía para el poder para las fuerzas que se abocan por los cambios. En Guatemala se hace lo contrario, priva la desunión y el sectarismo.
Mientras tanto el país se cae a pedazos y se hunde más en la pobreza. Las carreteras colapsan, la desnutrición azota, los diputados roban en concordancia con un presidente incompetente que predica Profamilia Heterosexual con su homosexualidad en el armario. ¿Será cierto que un pueblo tiene el gobierno que se merece? El conformismo es el mejor aliado del Pacto de Corruptos.
“No soy tan gordo como el presidente de Corea”, afirma Giammattei, yo tengo mis dudas. En Suecia para llamar imbécil a alguien se le dice tjockskalle, es decir “cráneo gordo”.
Guatemala es un país paria y su juventud emigra. Como en el poema de Rubén Darío: “te vas para no volver”.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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