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Pequeño cuadro de costumbres con fondo de volcanes y cielos azules, de los que una espiral de zopilotes desciende hacia los estercoleros del Estado.

Un candidato a presidente que sólo ofrece “mano dura” contra la delincuencia común, la delincuencia organizada y la narcoactividad pero que no dice lo que hará en materia de educación, salud y otros servicios públicos, resulta sospechoso. De este torvo candidato se sabe que proseguirá con la ola privatizadora de Arzú y con la “limpieza social” de Berger, oligarcas asesorados por los neoliberales que ordenaron a los Camisas Blancas infiltrarse en todos los partidos para llegar al Congreso a imponer desde allí leyes que legalicen la privatización de lo que queda de lo público, el ingreso sin condiciones de más inversión del capital corporativo transnacional y la conversión de la propiedad pública en propiedad oligárquica, como ocurre ya con el Centro Histórico capitalino.

Su plan nos hará ver el regreso de las políticas educativas tendentes a aplastar hasta la muerte a las escuelas normales y los institutos públicos, lo cual arrojará al limbo de la estupidez a las grandes mayorías pobres que no sólo deben irse de su país para encontrar un trabajo, sino que, una vez lo han conseguido, deben mantener la economía nacional en vista de que el “sector productivo” es altamente improductivo; la prueba de lo cual está en que vivimos de las remesas que nuestros héroes populares “ilegales” envían a sus familias, y del lavado de dinero que realiza la respingada y delincuencial oligarquía financiera local, cuyos bancos colapsarían si de pronto acabara la narcoactividad. ¿Sector productivo? ¡A su abuela con ese cuento!

Es a este estado de cosas al que los neoliberales de la Liga Pro Patria y la Universidad Marroquín llaman Estado de Derecho, y es este el orden que por medio de Pérez, Suger, Caballeros, Baldizón, Gutiérrez, de Arzú y el reo Giammatei la oligarquía busca prolongar llamándole “democracia”. Es este orden de cosas el que los ancianos que perpetraron Pro Reforma ordenan a sus perros de presa imponer desde el congreso mediante “reglas claras” que atraigan la inversión de las corporaciones transnacionales para que, como Paiz, todos nos volvamos Wall Mart y la noción de soberanía nacional se considere un concepto obsoleto y cursi, propio de “perfectos idiotas latinoamericanos”, como reza la biblia neoliberal escrita por amigos del terrorista Posada Carriles, como Carlos Montaner, y avalada por incondicionales del ultraderechismo republicano, como Andrés Oppenheimer.

La izquierda local carece de peso político y peor le va con una candidata tan impolítica como Rigoberta Menchú, cuyos rentables plañidos enternecen a cada vez menos biempensantes progres y “correctos” (valgan las redundancias), envejecidos a fuerza de puritanismo en toda suerte de burocracias universitarias, eclesiásticas y de agencias de cooperación de Estados Unidos y Europa. De la izquierda es rescatable el Movimiento Nueva República, organización que cuenta con los mejores y más intelectualizados cuadros políticos del país, a los cuales es de augurarles mejores tiempos, siempre y cuando éstos se basen en mejores alianzas, las cuales por ahora son imposibles de poner en práctica; a no ser que convergieran con el ala más inteligente del entorno de Sandra Torres, al cual se le debe una coyuntura (la actual) en la que una mujer está sustentada en tan fuerte apoyo popular, que infunde un pánico en la oligarquía y sus círculos concéntricos de servidumbre pequeñoburguesa y wannabe, sólo comparable al terror contrainsurgente que otrora impulsara el monosilábico candidato de la “mano dura”.

 

Mario Roberto Morales
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