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Lucía Escobar
lucha libre

Marta Elena Casaús Arzú nació en una familia acomodada de la elite guatemalteca. Es doctora en Ciencias Sociales y Sociología, además de catedrática de Historia de América por la Universidad de Madrid. Su libro Guatemala, Linaje y racismo publicado en 1992, es uno de los aportes más importantes que se han escrito para analizar y mostrar cómo el racismo justifica la dominación, opresión y explotación de todo un pueblo en función de una clase dominante que presume con orgullo de su blancura.

El racismo se reproduce a través de la familia, la escuela, la religión y los medios de comunicación. Y aunque nadie le dice a los hijos literalmente: “aquí somos racistas”, el mensaje llega de muchas maneras; como cuando nace el nuevo integrante de la familia y la abuela pregunta si es blanquito y la mamá presume que es ojiclaro y todos esperan con ansias que haya heredado más genes de rubio que de moreno.

Por medio del sistema educativo también se reproduce el racismo. La periodista y antropóloga Irma Alicia Velásquez Nimatuj cuenta que cuando era pequeña no la querían aceptar en un colegio privado, le decían que no había cupo. Fue inscrita hasta que su papá pagó un año de colegiatura por adelantado y en efectivo. Muchos años después (en 2002) Irma Alicia sentó un precedente cuando hizo público el primer caso por discriminación en Guatemala cuando no la dejaron entrar con su traje regional a un restaurante propiedad de Cervecería Centro Americana. Un año después, en 2003 Rigoberta Menchú ganó un juicio donde probó los delitos de discriminación y racismo que sufrió durante una audiencia pública en que familiares de Ríos Montt la insultaron y agredieron.

Urge que más guatemaltecos se enteren que en este país ejercer racismo y discriminación es un delito penado por la ley y no un derecho a la libre expresión. Esto me recuerda que cuando Rosalina Tuyuc obtuvo una curul en el Congreso, llegaba con su hijo en un rebozo y le daba de mamar ahí. Es lo más digno que vi en ese lugar. Eso también fue un escándalo y la criticaron mucho más de lo que critican a la narcodiputada.

Son muchas las mujeres indígenas que en los últimos años han ocupado espacios importantes en la política; se han atrevido a alzar su voz, a opinar, hacer, exigir, sin miedo. Aun cuando las burlas que reciben son de antología y sus opiniones siempre se están cuestionando. Volviendo a Marta Elena Casaús, la oveja negra de la familia Arzú, la traicionera de clase, como le dicen sus detractores, realizó un peritaje en el juicio por Genocidio, que aún se puede escuchar en línea y resulta ser una clase magistral que enseña punto por punto cómo en Guatemala se cumplieron todas las características que definen un genocidio de Estado. Por venir de donde viene, a su testimonio nadie lo tachó de resentido o vengativo. Ella conoce muy bien la elite criolla guatemalteca, la misma que manda y decide desde la colonia, la misma que no movió un dedo para detener las masacres y que no ha hecho nada para cambiar las condiciones que permitieron un genocidio en el país. Todas las reflexiones, estudios y análisis que la socióloga ha trabajado los últimos años, se acaban de publicar con el nombre Racismo, Genocidio y Memoria, un libro que reúne seis ensayos sobre el tema y que les recomiendo leer porque los guatemaltecos aún tenemos pendiente de ganar esta materia.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2019/04/10/la-oveja-negra/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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