La Semana Santa más hermosa del mundo, así han llamado a la semana santa guatemalteca. ¿Pero qué es lo que la hace ser hermosa? ¿Qué sentido tiene para el guatemalteco? ¿Es un hecho que engloba a toda la sociedad?
Durante la siguiente discusión, no se abordaran temas antropológicos, no abordaremos temas sobre la psiquis chapina. No, nada de eso, solo trataremos de ver que hay más allá de la cortina de dulce aroma que antecede el paso de los nazarenos, sepultados, dolorosas; y resucitados que caminan en esta época por las calles de Guatemala.
Los guatemaltecos católicos, que viven, sean ancianos o niños, han nacido ya bajo estas muestras de devoción popular. Es de recordar que la semana santa se celebra en la iglesia católica desde tiempos inmemorables y que Guatemala, siendo conquistada por españoles, tuvo que adoptar de manera traumática las tradiciones de la España colonial. Esos abuelos nuestros, tanto los españoles como nuestros antepasados mayas, se fundieron en el mestizaje que hoy gozamos y que debemos de enarbolar como bandera de unión. Es cierto la conquista dejo huellas dolorosas, pero dejo herencias hermosas. El idioma de castilla, que nuestras gentes y cerros moldearon hasta hacerlo dulce, hasta convertirlo cada palabra en un buñuelo bañado en su miel. Entre estas herencias hermosas, nos llega la semana santa, se funde lo español con lo indígena, naciendo un sincretismo original y único.
Hoy en día, se pueden observar cortejos impresionantes, tal es el caso del cortejo procesional de Jesús Nazareno de la Caída de San Bartolomé Becerra, procesión que sale alrededor de las siete de la mañana y retorna a su templo a la media noche, el quinto domingo de cuaresma. ¿Qué hace a la gente moverse hacia la Antigua Guatemala procedente de todo el país, para ver el paso del nazareno? Puede que llegue a ser tradición, costumbre, pero yo me desencanto más en lo que no se ve, en la fe. Trasladémonos un momento en el tiempo, viajemos a un viernes santo por la tarde. ¿Cuántas lágrimas no hemos visto al paso de un sepultado? Llorar por fe, por conmoverse al ver en las andas, la figura del mesías. Guatemala tiene la bendición de ser multicultural, multiétnica, multilingüe. Pero entre todos los colores que podamos encontrar en este güipil que es Guatemala, nos daremos cuenta, de que todos estamos hermanados por el hilo de la fe. Es cierto, los cristianos evangélicos celebran a su modo la semana santa. Entre las procesiones y los cultos hay distancias, pero nos une a todos el hilo de la fe. Podremos ver las fotografías, de las playas repletas de gente, mar de personas. Pero vemos a la vez, procesiones con miles de personas pendientes. En Guatemala, Jesús del Consuelo, Jesús de los Milagros, Jesús de la Merced, Cristo Rey de Candelaria, el Sepultado del amor de Santo Domingo, el Cristo de la piedad de Recolección, como olvidar al Sepultado de los pobres del Calvario. Todos ellos, custodiados y acompañados por millares de cucuruchos, que transforman las calles en ríos de fe. En Cobán, el nazareno que camina por sus calles el viernes santo por la mañana. En Quetzaltenango, hablar de semana santa, es hablar del Justo Juez de Catedral, del Canchito del Hospital, en Xela hablar de semana santa, aparte del pan, es hablar del Sepultado de la Paz de la parroquia de San Nicolás. En Antigua, La Merced, Escuela de Cristo, San Francisco El Grande, San Felipe de Jesús, son procesiones que confirman, lo que en todo el país se vive, la semana santa es parte de la vida del guatemalteco. ¿Qué valor tiene el cucurucho?
Empecemos a valorar. El pentágrama musical, las marchas fúnebres que acompañan a cada cortejo. La Fosa, La Reseña, San Nicolás, Martirio, Una lagrima, Jesús del Consuelo, María la penitente, Cruzados de Cristo, Cruz Pesada, Cristo Rey, Señor Sepultado de San Nicolás, Camino al Gólgota, Tú eres Pedro, Jesús del perdón, Divina palabra, Ternura infinita, El Cuervo, Olvido, Tinieblas, Jesús de San Bartolo, es solo por mencionar algunas marchas que enriquecen, no solo el patrimonio musical de Guatemala, sino que también, el patrimonio musical del mundo. Notas musicales capaces de robar una lágrima hasta en el corazón más frio. La semana santa guatemalteca, se ve, se huele, se escucha y se siente.
El valor del cucurucho radica, en que se trabaja en equipo, con miras a cumplirle a Dios, a cumplir un objetivo, se tiene un fin común. Desde mucho antes de la cuaresma, hasta mucho después de la semana santa, los preparativos son intensos, los cucuruchos que preparan en silencio, en la soledad de la noche, los adornos procesionales, los pasos, las velas, los cirios, las alfombras, el pan. Todos aquellos que de una u otra forma, ven, participan u organizan una procesión de cuaresma o semana santa, ya son cucuruchos, pues se unen al fin común del pueblo al recordar el sacrificio de Jesús de Nazaret. Todos nos hermanamos entorno a él.
El cucurucho, es aquel electricista, que prepara la iluminación de un adorno procesional, de un paso, de un altar de velación. Es aquel anciano y sus nietos, al preparar una alfombra para el paso del Señor. Es aquel panadero que trabaja durante las noches para preparar el pan de yemas. Es aquel hermano se desvela, limpiando urnas, cosiendo los vestidos, armando pasos, arreglando flores, diseñando adornos, cronometrando itinerarios, es aquella anciana que reza el viacrucis en la soledad de la vida. Es aquel bebe que con un buñuelo en la boca, disfruta su primer procesión de viernes santo.
Sea que nos envuelva de manera directa o indirecta, la semana santa guatemalteca es única en el mundo. Pero ante toda la demostración popular, se debe también asistir a los actos de fe, para que todas esas demostraciones, fortalezcan a un pueblo que está necesitado de fortaleza espiritual en tiempos como estos. Así se debe concluir, en que el valor del cucurucho, sea morado o negro, está en que une a un pueblo dividido, lo une en torno al recuerdo de la pasión y muerte del Señor. El valor del cucurucho radica en eso, en la unión que necesita la patria, unión, que se debería extender todo el año, bajo la mirada tierna de Dios, que nos ama y nos protege.
Xelajú eterna, abril 3, 2011.
Cuarto domingo de cuaresma.
Eleázar Adolfo Molina Muñoz. Chachi.
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