Ayúdanos a compartir

El privilegio de aprender

Disfruto que sea la experiencia de campo la que me muestre que no puedo generalizar burdamente sobre la vida rural, campesina, indígena, marginal o subalterna.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Una de las pasiones de mi vida es trabajar con comunidades, urbanas o rurales en diferentes países, que sin sentirlo capturan mi interés, me envuelven y me someten a un proceso lento que me conduce al privilegio de aprender de ellas.

El trabajo de campo me ha hecho una mujer sensible, me ha permitido ir entendiendo la profunda sabiduría, especialmente cuando me deja entrar a memorias para escuchar con atención las narraciones de sus habitantes y percatarme que en esas experiencias van brotando múltiples historias personales y/o colectivas que me embelesan, no solo por la riqueza y originalidad con que cada vida desafía la adversidad, sino porque me muestran que son narraciones que lenta y magistralmente van atando hilos históricos locales con eventos nacionales o internacionales, que definen quienes son ellas y ellos dentro de sus marcos sociales.

Y ese proceso, es el que al final termina desmantelando de tajo los supuestos preestablecidos que podría haber ido construyendo, sobre sus vidas, en base a mis divagaciones o lecturas.

Disfruto que sea la experiencia de campo la que me muestre que no puedo generalizar burdamente sobre la vida rural, campesina, indígena, marginal o subalterna. Que no puedo romantizar alrededor de la vida colectiva a través de categorías construidas desde espacios intelectuales que se resisten a dejar la seguridad y los privilegios de las oficinas o las cátedras. Y que no debo caer en la arrogancia académica o en la petulancia de funcionarios públicos que hablan desde sus espacios de ignorancia, expresando y decidiendo lo que es mejor para las colectividades, sin jamás haber pisado sus áreas, haber vivido el día a día, haber escuchado sus prioridades, frustraciones o entendido sus desafíos.

Por eso, me apasiona dejar que sean los lugares y sus actores, quienes guíen mis reflexiones, porque son ellos quienes me ayudan a concluir cada jornada con una mochila cargada de datos, evidencias, eventos, experiencias o cuestionamientos que muchas veces, ante la agudeza de sus intervenciones llevan a mi cerebro a ser incapaz de procesar la cantidad de datos y conocimiento que me comparten. Y a sentirme solo una transmisora de vidas que desde el anonimato contribuyen a agudizar mis contradicciones.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2017/11/25/el-privilegio-de-aprender/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj