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El patojismo

Los Patojos es un proyecto de educación popular en el que se busca una propuesta de organización comunitaria.

Marcela Gereda

Atravesado por un estómago vacío, Diego deambula por las calles de La Antigua buscando trabajo. Migraron con su familia desde Quiché. Tiene ocho años y hay en su mirada un dejo de tristeza.

Diego se aferra a la idea de que alguien lo va salvar del hambre, del abandono. Y a mí me quiebra esta contradicción de que en este escenario de la Ciudad de las perpetuas rosas, en este jardín de buganvilias, aves del paraíso, orquídeas, donde se respira el jazmín y se levanta temprano la jacaranda y el esplendor amarillo de la flor del tamborcillo, los niños vaguen sin educación, sin estudios, sin techo, sin comida, sin futuro, cayendo en una cultura de pobreza; en una muerte a fuego lento.

La manera en que nuestra clase política trata a la niñez del país es el mejor indicador de la perversidad de la que son capaces. ¿Qué se puede decir de unos funcionarios públicos que desfalcan, mienten y abusan a la vez que marginan, destruyen, abandonan, matan a la niñez del país al privarles de oportunidades de educación, salud y futuro?

Los políticos están demasiado entretenidos como bestias o aves de rapiña hambrientas, saqueando ferozmente los recursos del Estado, incapaces de ver a la niñez en crisis, ni los contingentes de niños que migran o que están siendo reclutados por el crimen organizado.
Pero hay chavos que desde sus barrios inventan y ensayan formas de practicar la esperanza y la paz como forma de vida desde lazos comunitarios:

Juan Pablo Romero es un chavo que nació en Jocotenango. Con 13 años salió de allí con sus papás para estudiar. Regresó después como un joven adulto cuestionando la situación de su país y preguntando por los amigos con quienes había crecido. Dice: “Todos estaban muertos o en la cárcel y vi a otro montón de niños en la calle. El ciclo se iba a repetir”.

Romero, es el fundador de Los Patojos y de la metodología el patojismo, como proyecto de educación popular, educar para liberar: “mi país es históricamente violento. Las pandillas están por todos lados y los niños se exponen a drogas, violencia y pocas oportunidades para su vida”. Los Patojos es un proyecto de educación popular en el que se busca una propuesta de organización comunitaria, con proyectos desarrollados con “amor y diálogo social”.

Para este chavo con corazón noble que sigue los principios de dar amor y ser amor, lo importante del programa es que enseñan a niños y jóvenes a tener un pensamiento crítico, organizarse a nivel comunitario y entender el contexto social en que se encuentran. “A partir de allí, tenemos tres dinámicas: arte, producción de alimentos y agricultura”, explica.

Esta metodología de enseñanza, bautizada por Juan Pablo como “patojismo”, cubre varias áreas: “el arte, deporte, círculos de confianza, análisis de la realidad y organización comunitaria”. Con el patojismo también se trabajan huertos de cultivos orgánicos, el objetivo de estos son la producción y el trabajo con dignidad.

El director del proyecto es Rafael Fuentes quien comenta que el arte es una herramienta de liberación, “Nuestra metodología de trabajo no se basa en números porque no somos una estadística, evaluamos a los niños y niñas a través de su participación y carácter, las materias no son sobre competencia, aquí los jóvenes aprenden sobre danza, fotografía, poesía, malabares, todas las instalaciones están llenas de murales que ellos y ellas pintan”.

A estos chavos de Jocotenango no se les olvida que la juventud y niñez es el reto mayor de cualquier país, su presente y su futuro. Ellos viven en su entrega cotidiana a la patojada el amor y educación a través del arte y la imaginación porque saben que es en las nuevas generaciones que se cimienta la sociedad que vendrá.

Día a día, ahí están Juan Pablo, Rafa y muchos más, apoyando los sueños y proyectos de los niños abandonados por unos políticos vestidos de fraude e impunidad.

No sabemos de qué estarán hechos los tiempos venideros. Desde el patojismo ellos seguirán aportando claves a las generaciones futuras para descifrar los complejos tiempos que se avecinan. Acaso tormentosos. Desde la solidaridad se reciben de frente, de manera colectiva, como un batallón de esperanza.

En este Día del Niño recordemos esos caminos de luciérnagas que hay que seguir construyendo para que los niños puedan ser niños. Lo que un país da a su niñez, es lo que luego recibirá de ella. Que todos puedan crecer en sonrisas, en inocencia, en verdad, en bondad, en igualdad.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2017/10/02/el-patojismo/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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