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El ejército que la patria necesita

Manuel Villacorta
manuelvillacorta@yahoo.com

Hasta hace pocos años la independencia política y económica de los países en desarrollo se consideraba un desafío frontal ante los ejes de poder mundial. Los países latinoamericanos tenían que estar supeditados a los dictados de Washington, mientras que, en similar forma, los países socialistas de Europa Oriental no podían actuar —menos en materia de política exterior— si la antigua URSS no brindaba los beneplácitos correspondientes. Pero la caída del socialismo real, la globalización, el impacto de las comunicaciones electrónicas globales y el ascenso de fuertes potencias económicas emergentes como China e India modificaron la política internacional en todos sus ámbitos.

Al no existir hoy el riesgo de que un país como Guatemala instituya un gobierno socialista, como sí pudo ser en los años 80, la política exterior de los países industrializados de occidente hacia nosotros cambió radicalmente. Un claro ejemplo fue la reducción del aparato militar en Guatemala, tanto en número de miembros como en sus recursos bélicos. Hace muy pocas semanas pude conversar con un general guatemalteco que desempeña uno de los cargos más altos en el Ministerio de la Defensa. Me comentaba en confianza las severas limitaciones económicas y de recursos que padece la institución armada. Me expresó además su preocupación por la inminente separación de calificados oficiales que han decidido renunciar a su relación con la institución para dedicarse a laborar en campos de la iniciativa privada. La moral de la tropa y la oficialidad no pasa por su mejor momento. Esto se debe, considero, al grave daño que provocó el crimen organizado al penetrar la institución castrense. Se debe, además, al debilitamiento del espíritu de cuerpo de la institución, sumándose como remate una especie de pérdida de identidad institucional, por cuanto como lo expresó un joven oficial al cual conozco: “Nos han convertido en guardabosques y contingentes estratégicos para frenar al narcotráfico”. Al Ejército se le pudo responsabilizar de graves violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno, afortunadamente muchos oficiales responsables de esos delitos han sido juzgados. Los oficiales jóvenes no tienen responsabilidad alguna por lo ocurrido. Lamentablemente tanto la institución castrense como la sociedad guatemalteca no pudieron marcar un antes y un después entre lo que fue un ejército represivo y un ejército que a pesar de las grandes limitaciones y desafíos ha tratado de perfilarse como una institución diferente.

Algunas voces plantean incluso la opción de disolver la institución armada. Yo no lo creo conveniente. Porque por motivos diversos Guatemala es atractiva para el crimen global, razones como nuestra topografía, nuestra ubicación geográfica y la vigencia de un Estado fallido nos hacen demasiado vulnerables ante todo tipo de acciones delictivas. Necesitamos un ejército compacto en número de miembros, dotado de recursos militares modernos y suficientes, pero básicamente sometido a una nueva doctrina militar en donde los intereses sociales, los derechos de nuestro pueblo y la protección de nuestros recursos estén garantizados y defendidos sin reserva por la oficialidad y la tropa militar. Depurar el Ejército, elevar su orgullo, su espíritu de cuerpo y sustentarlo en una nueva doctrina militar será sin duda uno de los principales objetivos para un nuevo gobierno. Podremos afirmar entonces que un nuevo ejército ha nacido, obligado por mandato constitucional a ser el garante de la seguridad de todos los guatemaltecos sin excepción.

Algunas voces plantean incluso la opción de disolver la institución armada. Yo no lo creo conveniente. Porque por motivos diversos Guatemala es atractiva para el crimen global…

Fuente: [http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/el-ejercito-que-la-patria-necesita]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Manuel R. Villacorta O.