Mario Roberto Morales
La Revolución de 1944 es nuestro único referente paradigmático para la modernización del Estado, la economía y la cultura, pues lo que su truncamiento dejó pendiente es lo que el país está necesitando. Pero ser un referente político, económico y cultural no significa ser un modelo a copiar tal y como el hecho paradigmático ocurrió. En este caso, significa que, como proceso de modernización abortado por los intereses reaccionarios de la oligarquía y de una Iglesia católica y un ejército nacional históricamente desfasados, constituye la fuente inmediata de criterios para forjar un nuevo proyecto económico, político y cultural de Nación moderna, actualizando críticamente el paradigma a las realidades del mundo actual, globalizado y dominado por el capital corporativo transnacional y por su lógica cultural posmoderna. Es decir, por la liviandad académica de la educación-mercancía, por el opinionismo errático del producto de esta educación (los ignorantes que no saben que lo son y quienes —ilusionados con que lo que opinan vale lo mismo que los criterios fundamentados de los intelectuales críticos— infestan los planteles educativos y los medios de comunicación), y por el simplismo del pensamiento neoliberal. En tal sentido, el único referente histórico de nuestra modernidad posible es la Revolución de 1944. No los ilusionismos de los políticos-mercaderes ni mucho menos los rústicos recetarios hayekianos, randianos o friedmanianos.
Por su parte, el conflicto armado —que con rasgos de guerra civil tuvo lugar entre el 13 de noviembre de 1960 y el 29 de diciembre de 1996— constituye nuestra épica nacional moderna, pues involucró a la totalidad del país y produjo héroes que, con su lucha por actualizar nuestra sociedad, se constituyeron en ejemplos de conducta para las generaciones posteriores. Esta épica nacional moderna tiene antecedentes históricos, tanto en la resistencia guerrillera que nuestros antepasados de origen maya libraron contra los invasores europeos, como en los llamados motines de indios, que constituyeron, en el decir de Severo Martínez, la principal modalidad de la lucha de clases durante la Colonia; también en las gestas cívicas antidictatoriales del siglo XX.
Nuestro país cuenta entonces con una tradición épica popular cuya versión más reciente es el conflicto armado. Y con un referente político moderno como fuente de criterios para superar la crisis oligárquico-militar-neoliberal que nos aplasta: la Revolución del 44. Es por ello necesario hacer de estos hechos los elementos básicos de la conformación de nuestra inmediata memoria histórica nacional-popular, frente a las versiones neoliberales de la misma, que descalifican estas proezas oponiéndoles la historiografía criolla, el simplismo intelectual y el consumismo como paradigma de progreso. La versión más reciente de esto es la propuesta online de una república a la Grecia precristiana y esclavista, que sustituya la democracia liberal por un grupo de aristócratas como jefes indiscutidos, quienes nos liberen del “populismo” (el Estado benefactor) por medio de sus leyes preclaras. Pro-Reforma (Reloaded) se llama este dislate fascista, cuyos adeptos no entienden que la memoria histórica es de las mayorías y no de una élite oligárquica militarizada y neoliberal.
Por todo lo dicho, enaltezcamos nuestras gestas épicas: ¡Que viva el 20 de octubre! ¡Qué viva el 13 de noviembre!
Publicado el 12/11/2014 — En elPeriódico
Admin Cony Morales
Fuente: [https://mariorobertomorales.info/]
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
- Los pasos en falso de las buenas conciencias - 27 noviembre, 2022
- Pensar el lugar como lo que es - 23 agosto, 2022
- De falsos maestros y peores seguidores - 8 agosto, 2022
Comentarios recientes