Danilo Santos
El discurso de la mayoría de quienes ostentan el poder político en Guatemala es homogéneo, define claramente el contexto y desdeña las objeciones coyunturales y por supuesto las estructurales. Reitera permanentemente la necesidad de orden y disciplina, unidad, soberanía, la no politización de la justicia, habla sobre una agenda transnacional que pretende tomar el poder del Estado, insiste en cuestiones ideológicas lesivas para el país y que ellos no hacen más que defender a la patria. Repiten hasta el cansancio la palabra Dios y “bendiciones”. Incluyen la voluntad divina como asidero de futuro y recalcan la diferencia entre buenos y malos (por supuestos los buenos son ellos).
Tanto el Presidente como la Ministra de Salud advirtieron a la población del riesgo de contagio que representaba salir en Semana Santa y dejaron en manos de la gente una responsabilidad de Estado, su discurso fue el de la sensatez y las consecuencias. Pasado el feriado largo, los efectos son claros, y el discurso ahora es punitivo y de recriminación. Sin embargo, todo lo anterior es una gran trama maquiavélica, porque lo que está de fondo no es la salud o la libertad de la ciudadanía de decidir, lo que sobresale es un plan para tomar decisiones políticas con graves efectos presentes y futuros, pero al mismo tiempo, poder controlar las reacciones adversas. Escribo esta columna sin haber escuchado al Presidente y sus medidas para “reforzar las medidas contra el Covid19”, pero es claro que una de ellas será limitar la movilidad, esto, para que el actual proceso de la no juramentación de Gloria Porras no obtenga el apoyo en las calles. La movilidad debió ser limitada durante Semana Santa, ahora solo es una acción de manual para reprimir el descontento por su actuar.
Estamos frente un hecho sumamente grave, la Corte de Constitucionalidad juramentada hasta el momento, es completamente espuria, y pone al país en una situación de captura total de lo que subyace en el discurso de los tres presidentes de los poderes del Estado, Alejandro Giammattei, Allan Rodríguez y Roberto Molina Barreto; el control sin reparos de la cosa pública. Estos tres personajes han sido sumamente claros en su retórica autoritaria y conservadora, las condiciones que imperaban en 2015 ahora son más graves; no se trata solamente de corrupción o impunidad, sino de estructuras políticas y económicas gobernando el país fuera de cualquier control interno o externo, político o jurídico, sin que nadie pueda decirles absolutamente nada: eso sí, ocupando los espacios que han diseñado a la medida de sus intereses en un sistema dizque democrático. En resumen, lo actuado por la Junta Directiva del Congreso de la República respecto a Gloria Porras, constituye cerrar el cerco en los tres poderes del Estado a la ciudadanía y garantizar la hegemonía de las élites.
A pesar de que no hay una respuesta sencilla a esta nueva crisis y al permanente estado de captura del Estado, debemos tener claro que esto no se arregla con paños tibios. El maquiavelismo con el que actúan los esbirros y sus dueños no tiene límites. La pregunta qué estamos dispuestos a hacer y olvidarnos de lo que nos dejan o permiten hacer los gorilas que nos gobiernan.
Fuente: [lahora.gt]
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