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Chávez, legado y posteridad

Indudablemente  la esperada muerte de Hugo Chávez  ha sido un acontecimiento de repercusiones  continentales sino es que de impacto mundial. Fue impresionante ver en la transmisión de los funerales por CNN a un Raúl Castro apesadumbrado y a un Rafael Correa devastado. También lo fue presenciar cómo lloraban  los presidentes Lukashenko de Bielorrusia y Ahmadineyad de Irán. Lágrimas que ciertamente rompían  el protocolo acostumbrado en los funerales de Estado. El pesar fue evidentemente compartido por Evo Morales,  presidente de Bolivia. Los casos citados  pueden ser explicables por la afinidad ideológica o el antiimperialismo compartido por los presidentes antes mencionados. Sin embargo, la conmoción embargó más allá de las formalidades a tres presidentes latinoamericanos que tienen una ideología  diametralmente opuesta a la que tuvo el desaparecido presidente venezolano: Otto Pérez Molina de Guatemala, Sebastián Piñera de Chile y Juan Manuel  Santos de Colombia. Éstos elogiaron las virtudes del desaparecido líder venezolano pero fueron más  allá de los formalismos acostumbrados en estas ocasiones. Los tres expresaron de manera sincera sus condolencias a pesar de que externaron sus diferencias con el jefe de la revolución bolivariana. En el caso del presidente Santos de Colombia, los motivos pueden ser  fácilmente entendibles. Hugo Chávez y él pudieron recomponer las relaciones sumamente deterioradas por el antecesor de Santos, el derechista Álvaro Uribe.  La alianza de Chávez y Santos  fue evidente en el Pacto de Cartagena que le dio  una salida  al conflicto que provocó el derrocamiento de José Manuel Zelaya en la Honduras de 2009.

La amplia cobertura que los medios de comunicación  electrónicos -en lo esencial en manos de las cúspides empresariales y la derecha-,  le dieron al deceso y funerales de Hugo Chávez, revelan la profunda huella que éste dejó en los 14 años transcurrieron desde su elección y sucesivas presidencias. Los analistas de derecha han enfatizado  en las dos falacias que  constantemente esgrimieron los medios de comunicación dominantes: el carácter dictatorial de su gestión presidencial y la tesitura populista de sus políticas. Dos mentiras repetidas  miles de veces para construir en Chávez la imagen de bestia negra. Terminada la guerra fría Chávez sustituyó a  Fidel Castro en la satanización que este sufrió durante  los últimos cuarenta años del siglo XX. ¿Chávez dictador?  ¡derrotó una y otra vez a las derechas venezolanas en elecciones libres y limpias! Y como hasta CNN lo aceptó, en ese sentido murió victorioso.  Por ello, desde el punto de vista de la democracia liberal y representativa, la acusación  de dictador a Chávez resulta sumamente endeble. Y desde la perspectiva de la democracia participativa, allí están los más de 40 mil consejos comunales que son escenario de participación en asuntos locales de más de 7 millones de venezolanos. La acusación de populista solamente se sostiene si se tiene  una noción de populismo que es ajena a los cánones de la ciencia social latinoamericana y se acusa de populista a todo fenómeno político que se aleja del neoliberalismo.

Ha desaparecido un liderazgo difícilmente repetible. Su legado es una Venezuela que ha empezado a caminar por los rumbos del posneoliberalismo. Que ha abatido la pobreza y recuperado independencia.  Ese legado también lo constituyen los efectos que tuvo su visión de las relaciones internacionales y la globalización y los impactos de ésta  en el planteamiento de la integración latinoamericana. La huella de Chávez se expresan no solamente en la ALBA, sino también en la UNASUR, la CELAC y la impronta que dejó a instituciones previas al liderazgo político de Chávez como es el MERCOSUR.

Con Chávez muere un líder como los que surgen solamente de vez en cuando. Muere también un estadista de dimensiones mundiales.  He aquí pues, los motivos de una inapagable posteridad.

Carlos Figueroa Ibarra
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