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O la amable invitación a ser prácticos y realistas de aquí al 2062.

Véalo desde nuestro punto de vista. Somos los dueños del país y tenemos márgenes de lucro que se mueven a un ritmo de crecimiento que simplemente no podemos desacelerar porque hacerlo sería suicida. Se basa en prácticas mercantilistas y monopólicas, sí. Pero –seamos objetivos– en la práctica no hay otra forma de hacer negocios ni de ser exitoso. Esta es la verdad. Toda esa paja de la libre competencia, la libertad económica y la dignidad de la persona es solo la propaganda con la que se vende un sistema cuya eficacia depende del realismo práctico de hombres como nosotros, los dueños del país. Esto, le pese a quien le pese.

Lo cual nos lleva a la realidad que viviremos en los próximos 50 años. Trate de comprender: es imposible cambiar nuestro modelo de acumulación de capital porque su inercia es tan arrasadora que no podríamos democratizarlo sin destruirnos. Sea realista. Tenemos que seguir atrayendo la inversión de oligopolios transnacionales para hacernos socios minoritarios de ellos en todos los rubros extractivos que nuestro subsuelo permita. Por eso, la minería se seguirá expandiendo a pesar de la conflictividad social que provoca y que provocará en el futuro. No hay de otra.

Sabemos que este rubro de acumulación de capital implica deshacer el paisaje geográfico, expulsar comunidades de su hábitat y envenenar el ambiente. Pero todo vale la pena porque en medio siglo el país estará parado sobre mejores bases económicas y nuestros bisnietos podrán brindar mejores fuentes de trabajo a la pobrería nacional; misma que ahora tiene que emigrar para sostener la economía con sus remesas. Lo cual, por otra parte, es consecuencia lógica de una modalidad de desarrollo globalizado y por lo tanto no debe extrañar a nadie. Las economías siempre han sido sostenidas por la mano de obra. Sea realista. ¿De qué se escandaliza cuando “denuncia” este hecho?

Nosotros ya medimos el costo social de nuestro proyecto económico. Habrá conflictividad social, sí. Por eso, en la Política Nacional de Seguridad, el “enemigo interno” –es decir, la población– es considerado y tratado como “terrorista”. Comprenderá entonces que la conflictividad social será reprimida (a contrapelo de las protestas internacionales y las de los sediciosos oenegeros de los derechos humanos). Y como la conflictividad irá en aumento porque la actividad extractiva lo hará también, hemos ya procedido a identificar y neutralizar a potenciales dirigentes de lo que pudiera convertir las desorganizadas rebeliones actuales en un movimiento subversivo organizado en el futuro.

Asimismo, tenemos ya en la mira a los terroristas ex guerrilleros que tienen la suficiente capacidad militar como para volver a organizar una resistencia armada, a fin de llevarlos a los tribunales bajo acusaciones (no de crímenes de guerra, como hacen los comunistas con nuestros héroes contrainsurgentes, sino) de moda, como acoso sexual, violencia doméstica y hábitos mal vistos como consumir algunos de los productos que impulsamos en nuestros rubros de economía informal. Además, los más prácticos de nosotros sugieren un gobierno militar para –de un solo golpe a la chilena– exterminar a todos los enemigos internos deshaciéndonos de entrada del costo social que implica instaurar en paz nuestro proyecto económico. Capisce? Si no le gusta, váyase del país mientras pueda hacerlo. Y si decide quedarse, ¡no joda!

 

Mario Roberto Morales
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