Abrahán
Abrahán, en una ocasión, compartió conmigo su historia de vida.
Rolando Enrique Rosales Murga
«Cuando yo tenía quince años me mandaron a Las Gaviotas (la corrección de menores).
En cuanto llegué me dejaron en una bartolina, tres días sin comer.
Los dieciocho y salvatruchas me pasaban ofreciendo recibirme en la pandilla, pero yo no quise.
Como a los quince días de estar yo ahí llegó Florián, un vecino que se había criado conmigo.
Un hombre altísimo al que le decían el comandante nos tenía reunidos en el patio haciendo educación física. Cuando lo vio le dijo que no le gustaban los reincidentes. Ya era la tercera vez que Florián caía por pequeños robos. Le dijo el comandante que le iba a quitar las ganas de volver allí. De una patada en el vientre lo hizo rebotar. Ordenó a los demás internos apalearlo hasta que ya no pudiera más. Pero Florián, a pesar de estar lastimado, desde el suelo lanzaba puñetazos, lo cual hizo que los otros internos le comenzaran a tener miedo. El comandante ordenó no darle de comer en cinco días, pero algunos internos pasaban por su bartolina compartiendo una galleta o una fruta.
Dormíamos en el suelo y sin sábana. Más de cincuenta en un cuartito.
Había talleres de carpintería donde yo aprendí a trabajar la madera. Ahí me entretenía cuando me sentía desesperado. Nos obligaban a escuchar los devocionales y si aprendías a tocar un instrumento aunque no creyeras en los evangélicos, si tocabas sus canciones, ya no te trataban tan mal.
Los MS están en un ala y los dieciocho en la otra, pero ambos lo matan a uno si no se les quiere unir. No soportan a los paisas.
Yo caí en Gaviotas porque mi mamá le pidió al juez que me metiera, porque me iba a pescar al río y regresaba tarde. Estaban también unos patojos que inhalaban pegamento que les decían Vital y Cunga que también eran de Jutiapa. Se comían los pedazos de cartón que hallaban cuando tenían hambre, pues nos daban de comer a veces un tiempo y a veces dos.
Ahí perdí mi niñez de los quince a los dieciocho y luego me sacaron a la calle. Creo que mis problemas de carácter se deben a toda la presión que viví allí, porque había un karateca que siempre cargaba puesto su traje y nos agarraba de saco de boxeo. No nos daba un respiro».
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Soy el autor de esta historia. En ella cuento la vida de dos personas problemáticas. Abrahán Castro y Rodbin Florián. Jóvenes que vivían en mi ciudad y se dedicaron al pillaje; que fueron llevados muchas veces a la corrección de menores por su comportamiento errático que los llevaba a meterse siempre en problemas.
A Abrahán le apodaban el Pelón y siempre andaba acompañado por un joven flaco, moreno, de pelo hirsuto al que apodaban Nate. Nate era flaco porque su familia era muy pobre y a veces pasaba días enteros sin comer cosa alguna. Vomitaba y entraba en una fiebre entonces. Con el Pelón iban a «La poza de don Celso», una charca grandísima de peces ubicada en aldea Cerro Gordo, Jutiapa o en la Zona militar número 22, también en la misma aldea. En una ocasión yo los acompañé junto a otros niños a la Zona militar a sacar peces con anzuelo. Estábamos pescando abundantemente en unas charcas cerca de la entrada. Un simple cerco de alambre espigado resguardaba aquella entrada. Nate dijo que fuéramos a pescar a la poza donde tenían la garrucha, un dispositivo de cables para cruzar la poza. No pudimos pescar nada en esa poza, ya que un soldado con un látigo apareció corriendo y tuvimos que dejar abandonados los peces que ya habíamos pescado. Alcanzó a otros patojos que también andaban pescando y les dio una paliza a puntapiés y latigazos. Después de eso ya no salí a pescar con Pelón y Nate.
Florián era apodado Vieja. En la ciudad era un conocido ladrón que la pasaba asaltando a punta de cuchillo a borrachos en la Terminal de buses o en riñas callejeras; o borracho o robándose señoritas una semana, teniéndolas en su casa y luego dejándolas ir. Siempre andaba con su hermano mayor, quien era miedoso y solamente un apoyo para Vieja, quien al final siempre acababa defendiéndolo. Tenía la cabeza llena de surcos y cicatrices causados por botellazos, puñaladas y roces de bala. Muchas veces lo intentaron matar y se les escapó hasta el día que al fin lo acribillaron. Aquí habló por voces anónimas