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Visita el árbol navideño de Q2.5 millones

¿Qué tipo de sociedad estamos modelando para nuestros hijos con esta ceguera optativa?.

Marcela Gereda

Miopes. Blindados por vidrios que no perciben los mundos miserables que cruzan sus ojos, viajan en burbujas móviles. Vigilados. Encerrados entre muros lujosos y barrios desconectados de cualquier interacción social con gente de afuera de sus ghettos sociales, el microfragmento adinerado de la población del país empieza a disfrazar “sus” espacios de su visión de la magia navideña.

La semana pasada Publinews invitaba con el alucinante anuncio: Visita el árbol navideño de 2.5 millones en Guatemala. Ante la amable invitación lanzada al aire en uno de los países con mayor índice de pobreza, atónitamente uno se pregunta: ¿Qué tipo de sociedad estamos modelando para nuestros hijos con esta ceguera optativa que evade impunemente la otra realidad del país?, ¿qué significa este símbolo de cristales en el templo de lo absurdo en un país que se cae a pedazos?, ¿por qué no haber hecho un árbol navideño de becas escolares en vez de uno que no sirve para nada?, ¿qué mensaje se lanza a la población exhibiendo un árbol que cuesta esos millones?

Con su posicionamiento ante el mundo y su muy inteligente explicación del famoso “son pobres porque quieren”, van haciendo invisibles las realidades a su alrededor, esas mismas con las que colindan. Son esos otros quienes los sirven y sin quienes no podrían hacer nada, chinean a sus nenes, limpian sus casas, trabajan en sus fábricas, pero son esos otros los que no cuentan, no valen, los invisibles.

Una sociedad que “blinda a sus hijos”, los educa y mantiene en una burbuja y les hace ver el árbol de cristales de una joyería, no solo creyendo que esa es la “realidad” del país”, sino negando la otra: la del hambre y la falta de oportunidades, la de las champas e interminables barrios de adosados.

La respuesta es más simple que triste. Aquí, nuestras incultas élites se han dado a la tarea de construirse burbujas que nieguen e invisibilicen la realidad que padece las grandes mayorías.

La visión que tenemos sobre el mundo, legitima una manera de actuar sobre él y ellos con el más vulgar de los cinismos se formulan mitos que validen sus burbujas de ficción. Y en esas, dedicar unas horas y unos quetzalitos de la Navidad para hacer caridad con los pobres. Pensando que con eso bastó y así limpiar consciencias.

Ejemplo de ese cinismo y de esa fabricación de mentiras es la prédica común de que la “economía creció un tres por ciento”. Claro, puede ser que haya crecido, pero si no se toma en cuenta el aumento demográfico no puede haber un crecimiento real en sus números. El crecimiento económico se debe calcular según la población, pero esto no lo quiere ver nuestra rudimentaria burguesía. De ahí, que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Cada Navidad parece ir in incremento el despilfarro de sus celebraciones.

Con este árbol-símbolo en el templo o torre de marfil que es Oakland Mall, la elite guatemalteca pone de manifiesto lo siguiente: nos importa un carajo no ver la realidad que vive la mayoría, y nos importa aún menos que eso nos deshumanice y nos asemeje a lo más vulgar y burdo de lo humano. La ética y el humanismo nos los pasamos por el arco del triunfo.

No. No es que los pobres son pobres porque son huevones como ellos se autojustifican moralmente entre sus gremios. Es que la pobreza aquí tiene que ver con cómo los criollos fundaron esta geografía, cómo definieron su tenencia de la tierra y su régimen económico, y crearon las fuerzas armadas que mantuvieron esa estructura funcionando, a sangre y fuego, hasta el siglo XX, con los costos sociales como corrupción, hambre, enfermedad, pobreza y miseria que esa misma elite dominante se da el lujo de evadir, esfumar.

Este árbol navideño expresa ese proyecto de deshumanización; todos adormecidos, comprando como idiotas, consumiendo sin pensar ni cuestionar.

Gente aislada, miope, construyendo su burbuja ficticia de paz, incapaces de autocriticarse y de reconocerse en la imagen distorsionada que el espejo les devuelve, viviendo ciegamente en su torre de marfil, con sus cuentas en los paraísos fiscales, protegiendo a sus amigotes corruptos, llamándose a sí mismos religiosos pero con la más barata de las éticas, y viviendo de espaldas a un país del que solo extraen recursos sin casi pagar impuestos. Pero da igual mientras hayan luces Campero, árbol Gallo, y este otro símbolo de cristales que aunque sea nos genere la ilusión instantánea de estar por un rato en Nueva York o en París.

Este árbol navideño expresa ese proyecto de deshumanización; todos adormecidos, comprando como idiotas, consumiendo sin pensar ni cuestionar.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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