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Turcios

Carlos Figueroa Ibarra

El pasado 2 de octubre se cumplieron 50 años desde que en la entonces mal iluminada Avenida Roosevelt en Guatemala, muriera en un accidente automovilístico Luis Augusto Turcios Lima. Breve y fulgurante fue su vida y como suele suceder con las vidas brillantes segadas prematuramente, no nos queda sino imaginar lo que no pudo ser. No cumplía aun los 25 años el teniente convertido en jefe guerrillero, cuando aconteció el accidente que todavía sigue causando polémica. Herbert, como era conocido en las filas de la clandestinidad, rápidamente adquirió prestigio entre sus compañeros de armas, porque resultó ser de los más osados entre los osados.

Lo extraño de su trayectoria es que siendo un jovencito estudiante en el Instituto Rafael Aqueche, Luis Augusto no daba muestras de lo que después sería el temerario combatiente. De carácter reservado, no fue inusual que fuera objeto de bromas de sus condiscípulos. Y luego como cadete de la Escuela Politécnica, tampoco dio muestras particulares de una conciencia revolucionaria. Fue al empezar a servir en el ejército guatemalteco, cuando toda su potencialidad empezó a desplegarse. Le causó indignación la corrupción que existía entre los mandos superiores de la institución castrense, como por ejemplo el que los oficiales de los cuales era subordinado, lucraran con la comida de los soldados. En 1960 ya formaba parte de los militares descontentos con la venalidad del gobierno del general Miguel Ydígoras Fuentes (1958-1963) y el 13 de noviembre de ese año participó de manera decidida en la histórica rebelión con la cual comenzaría el primer ciclo guerrillero en Guatemala. Al lado de Marco Antonio Yon Sosa, Augusto Vicente Loarca, Alejandro de León, Luis Trejo Esquivel, Francisco Franco y otros militares más, Turcios formó parte del grupo de militares que continuaron la lucha cuando la rebelión de 1960 fue derrotada. Y fue este grupo de militares, que no habían ocupado posiciones de mando superior el 13 de noviembre (a excepción de Alejandro de León), los que habrían de transitar de un simple descontento a un planteamiento revolucionario propiamente dicho.

En 1961 con apenas 20 años, Turcios ya era el joven carismático y con enormes dotes de liderazgo que realizaba personalmente acciones militares audaces y ello lo convirtió en el indudable jefe militar de la vertiente revolucionaria constituida por el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR). En seis años, Herbert vivió una vida intensa en la que cada día eran mil. Lo mismo transitaba en la Sierra de las Minas que bajaba a la ciudad y encabezaba acciones de comando. O como sucedió en La Habana de enero de 1966, participaba en reuniones de envergadura internacional como la Conferencia Tricontinental. En esa Conferencia la estrella de Herbert llegó a su máxima brillantez. No vivió Turcios la derrota y división del primer ciclo revolucionario. Murió el día que el ejército comenzó la ofensiva en la Sierra de las Minas. Su muerte formó parte de los severos reveses que sufrió la insurgencia.

Desaparecido en su esplendor Luis Augusto Turcios Lima es hoy símbolo y leyenda.

No vivió Turcios la derrota y división del primer ciclo revolucionario. Murió el día que el ejército comenzó la ofensiva en la Sierra de las Minas. Su muerte formó parte de los severos reveses que sufrió la insurgencia.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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