Estado, ejército y religión
Carlos Figueroa Ibarra
Como curiosidad ridícula recibí la noticia que circuló en las redes sociales anunciando que en el marco de los preparativos del 300 aniversario de la consagración del Jesús de la Merced, el presidente interino de Guatemala, Alejandro Maldonado, lo ascendería a general del Ejército. Tal despropósito ocurriría el domingo 3 de enero de 2016 en una misa celebrada precisamente en la iglesia de La Merced de la ciudad de Guatemala. Fue el propio párroco de la Iglesia mencionada, quien difundió la noticia y el afiche en el que se anunciaba una ceremonia militar entreverada con una ceremonia religiosa. El gobierno de Guatemala desmintió la intención de ascender a general a la imagen religiosa. El desmentido no borra el ridículo, porque según se nos informa Jesús de la Merced sería ascendido a general porque ya es coronel… Y se nos ha recordado que en el siglo XIX, dicha imagen fue nombrada por el dictador conservador Rafael Carrera como Capitán General del Ejército en el contexto de la guerra contra los filibusteros.
Al saber de la noticia, no me pareció extraño que el presidente Maldonado encabezara tal tontería. Siendo un joven anticomunista, Maldonado formó parte de las huestes anticomunistas llamadas “liberacionistas”, que nombraron como su jefe al Cristo de Esquipulas y organizaron una gira por el país con una réplica de la imagen.
El que el cura de la Iglesia de la Merced, se hubiera atrevido a organizar una ceremonia del talante que hemos comentado, revela el clima que estamos viviendo en las vísperas de Jimmy Morales. El nuevo presidente está respaldado por militares que le darán continuidad y acaso profundizarán lo que ya vivimos con Pérez Molina: la influencia de lo militar en el seno del Estado guatemalteco. Aunque formalmente no sea el ejército parte fundamental del gobierno como sucedía en las dictaduras militares, la presencia de ex militares, como sucedió con el malogrado Pérez Molina, de manera vergonzante busca colocar al ejército en una nueva correlación de fuerzas en el seno del Estado. Pero no termina allí la regresión. Morales también expresa la presencia del fundamentalismo protestante en el seno del Estado. Se vive en Guatemala pues, el intento de romper con un avance democrático producto de los acuerdos de paz, cual fue el que las fuerzas armadas se fueran a los cuarteles. Al mismo tiempo se pretende anular la laicidad del Estado en lo que parece ser una competencia entre el fundamentalismo protestante y el ultraderechismo católico.
El Estado moderno, producto de la revolución inglesa del siglo XVII, la estadounidense y francesa del XVIII, se plasmó en una democracia liberal y representativa en la que los funcionarios electos tienen más poder que los no electos. También en un Estado que plantó fronteras definidas con la religión. He aquí pues la modernidad del Estado. La concepción del mundo que revelan los ultraderechismos protestante y católico en Guatemala, pretende retrotraer al país a lo que se vivía antes de 1688.
Les deseo un feliz año 2016 a los lectores y lectoras de esta columna.
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