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Tiempo hule

lucha libre

Lucía Escobar
@liberalucha

Una de las enseñanzas más interesantes que dejan los psicodélicos o el uso de algunas plantas sagradas o medicinales, es que nada es como parece. La realidad no es tan estática y predecible como creemos. Todo puede cambiar de un momento a otro. El tiempo deja de ser lineal y se estira elástico y circular como un hule. ¿A quién no le ha pasado que vive los momentos tensos larguísimos, y los momentos divertidos y hermosos suceden muy rápido?

O esa sensación de que a medida que se crece los años se van acortando. Y se escucha por todos lados: este año no lo sentí, qué rápido pasó.

Algunos de nosotros celebramos el fin y el principio de un año con fiesta y pólvora pero en otras latitudes y culturas, la importancia del tiempo es diferente. En el calendario maya, Tzolkin, este 1 de enero fue un día 8 Noj, propicio para fomentar la sabiduría y el conocimiento. Los mayas también tienen su propio cambio de año y celebrar el no tiempo o wayeb (5 días entre calendario y calendario que son para guardar y reflexionar).

Celebrar el fin y el principio de un ciclo nos hace sentir que tenemos poder sobre el tiempo. Nos atrevemos a soñar y fantasear con un futuro que como una hoja en blanco se nos muestra impoluto, libre de tabaco, de distracciones innecesarias y de alcohol, lleno de ejercicio y nuevos buenos hábitos alimenticios.

Pero, aunque 2018 nos parezca que viene nuevo y sin los vicios de 2017, es completamente imposible desvincular el presente del pasado, ni del futuro. Aunque los discursos, las campañas y los libros motivacionales tipo Paulo Coelho nos inviten a re escribirnos, a inventarnos, a volvernos Dioses a puro deseo de “cambiar”. Pero el olmo no da peras aunque se le ruegue, se le pida y se le motive. Esto no quiere decir que no crea en los milagros, ni en el poder de la gente en cambiar y modificar su futuro, ni en el libre albedrío. Lo que si pienso es que construir futuro es mucho más complejo que escribir en una hoja en blanco. Dependemos de muchas causas externas para lograr nuestros objetivos. Como escuché por ahí; hacer planes para ver cómo Dios los arruina o dicho de otro modo: yo propongo y Dios dispone.

Le podemos llamar destino, dioses o karma, lo que es claro que, a veces, por muchos intentos que hagamos y esfuerzo que pongamos, pareciera que existe una fuerza que nos manipula como si fuésemos piezas de ajedrez. A veces aunque nos esforcemos, no logramos lo que soñábamos.

O tal vez obtuvimos lo que necesitábamos aunque no era necesariamente lo que queríamos o pedíamos.

La humanidad necesita de rituales todo el tiempo. Desde aquellos que la última noche del año se ponen ropa interior roja para llamar al amor; hasta los que comen uvas pidiendo deseos; pasando por los que salen a dar vueltas a la cuadra con las maletas; los que elevan globos, los que tiran agua por la ventana. Cada quien sigue el rito o busca el amuleto que le ayudará a cumplir sus objetivos.

Unos queman cuetes, otros se emborrachan. Hay quienes bailan toda la noche, cenan rico y estrenan ropa. Algunos se encierran a hacer el amor con su pareja. Y muchos, muchísimos solo descansan esa noche porque tal vez trabajan mucho y no les alcanza para hacer fiesta.

No hay forma correcta de celebrar fin y el principio de los ciclos. Ni siquiera si hay una manera real y concreta de medir el tiempo o predecir el futuro, pero siempre es divertido celebrar la posibilidad de que todo puede cambiar.

Y es que todo siempre va cambiar.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2018/01/03/tiempo-hule/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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