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Superioridad de la ley o superioridad del hombre, ¿cuál es el mejor gobierno?

Santos Barrientos
santosbarrientos3@gmail.com

Para abultar al conocimiento general de la filosofía política y el derecho, no con el afán de tratar de construir falsas acusaciones sobre el imperio de la ley o sobre el imperio del hombre, sino con el objeto de contribuir al debate de éste tema, escribo las siguientes líneas que pueden tomarse como el deber ser y no el ser.

Desde Platón a Aristóteles se empezó el debate sobre la construcción de un buen gobierno, no la forma de gobierno, sino la reflexión de cómo debería ser guiado el gobernante: a través de ideales democráticos, autoritarios, meritocráticos, gerontocráticos, aristocráticos, entre otros; esa ideologización comienza a gestar debates de alto nivel filosófico donde para Platón el mejor gobierno es el guiado por el imperio de la ley, y para Aristóteles un mejor gobierno es el guiado por los hombres; el primero no creía en la probidad de los gobernantes, la superioridad de la ley protege al ciudadano de las arbitrariedades de un mal gobernante, mientras que para el segundo la superioridad del hombre se creía como una forma de protección al ciudadano por la indiscriminada aplicación de las normas generales. Entonces, que es más útil ¿ser gobernado por los hombres o ser gobernado por las leyes? Ambos presuponen una manifestación de voluntad, al tomarse en cuenta que el ser gobernado por leyes inmediatamente tuvo que existir alguien para crearlas (el legislador) y para su aplicación debe existir alguien que las aplique (el jurista); necesariamente para el gobierno de los hombres se preocupa por un Estado guiado por la supremacía de un hombre justo, una persona de alta honorabilidad que implique su poderío para la aplicación de lo que se llama: justo e injusto. Cierto, pero ¿sería autoritarismo la concentración de poder en el hombre? Si, una desmedida aplicación de la justicia.

El derecho en su estado puro presupone una generalidad de derechos fundamentales y humanos que buscan el bien común. Tomando en cuenta tal acepción, diametralmente opuesta se encuentra la concepción del imperio del hombre por el hombre.

Norberto Bobbio en su libro “El Futuro de la Democracia” explica que “todo el pensamiento político medieval está dominado por la idea de que el buen gobernante es aquel que gobierna observando las leyes…” cierto, pero ha esto cabria agregar la aplicación del gobierno de las leyes en sentido general y abstracto ¿cómo se aplica? El primado de la ley, como fuente del derecho, ejerce una función como la máxima expresión de la voluntad de la soberanía.

In abstracto, si decimos que el gobierno de las leyes conlleva al grado superior de la libertad, como un dicho ciceroniano “para ser libres se debe ser siervos de la ley”, esto debe entenderse a partir del razonamiento positivo; diciendo que se es libre porque se va a acatar normas generales emanadas de la soberanía y la democracia. Haciendo alusión a Bobbio, cuando decía que si se le pedía para concluir el análisis y quitarse la vestimenta de estudioso y ponerse la del hombre comprometido con la vida política de su tiempo, también concuerdo en que el imperio de la ley, con una suma de aplicación rigurosa y apegada a los principios éticos y morales, sería el mejor gobierno por excelencia, esto con la suma de la aplicabilidad y el estado democrático.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Santos Barrientos
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