Santos Barrientos
Desde las embarcaciones y viajes marítimos que la Historia Universal registra, hasta Julio Verne o Herman Melville, los exploradores del océano han tenido el deseo de hacer de su memoria un lugar en el que agua y cielo se funden en el horizonte, han querido navegar y encontrar, hacer de los viajes su esencia, su ir sin otro deseo que conocer. El escritor Bunster, cronista incansable de viajes, asegura que los mascarones más antiguos pertenecen al Egipto de Ramsés, 1200 años antes de Cristo y que su simbología tenía como objeto imaginar la inmortalidad, la indolencia y los ojos del cielo. Otros han servido para darle forma explicable al terror; tal como los vikingos pensaban, al tener al dragón como su figura de batalla. En cambio, los chinos creían que los barcos eran seres vivos, y pensaban, que al pintarle ojos, podrían guiar a los navegantes por lugares menos peligrosos. Con el tiempo esto fue cambiando, hasta alcanzar una importancia más estética en los barcos.
“Mascarón de proa”, de Roberto Díaz Castillo, publicado por el Fondo de Cultura Económica, nos permite surcar las infinitas aguas del lenguaje. Son páginas escritas para dejar cuenta de memorias y de sueños íntimos. Ese título, además, describe el carácter de la aventura imaginativa y de la invención de palabras sueltas que caben situarlas en esos “ojos del cielo” que ven a sus navegantes transcurrir bajo el sol o bajo la luna.
Entre esas memorias se registran acontecimientos importantes de 1944 a 1954, época relevante para la historia de Guatemala, personajes que compartieron con Roberto Díaz Castillo, y con quienes tuvo amistad durante años. Se describe a Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Jorge Mario García Laguardia, José Luis Perdomo Orellana, Eduardo Galeano, entre otros de notoria relevancia en Hispanoamérica.
Con García Laguardia realizaron importantes aportes en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala, uno de ellos consistió en la creación de la revista “Arte y literatura” que contaba con aportes de Cardoza y Aragón y un homenaje al ilustre abogado Enrique Muñoz Meany. Tenían el ideal de escribir literatura del más alto nivel y de formar un grupo de estudiantes comprometidos con su país y con las letras. Se cuenta que, en el primer número de esa revista, García Laguardia, en la presentación, dijo que compartían la idea de que el arte es un ejercicio vital. Junto con Asturias, Cesar Brañas, Enrique Muñoz Meany, Antonio Fernández Izaguirre, y otros, formaron —antes de “Arte y literatura”— la revista “Cuadernos universitarios”, siempre con el compromiso de la palabra y, lo más importante, con su generación.
“Mascarón de proa” es un viaje a los mares personales de Roberto Díaz Castillo y testimonio de lo mejor de una época.
Mientras leía el libro, recordé que tengo el honor de conocer a José Luis Perdomo Orellana. Lo saludé por primera vez hace dos años, en la marcha del 20 de octubre — y decir eso es palabra mayor—, me lo presentó el escritor Giovany Coxolcá. Perdomo portaba una pañoleta del Frente Estudiantil “Robin García”, por razones históricas y personales, y una bolsa con el rostro de uno de los grandes enemigos de la humanidad, con esta lapidaria sentencia: “¡Trump, eres un pendejo!”.
Después de la marcha, nos quedamos platicando en algún lugar de la zona uno hasta más allá del anochecer. Por su implacable lucidez, supe que él es un magisterio total para las nuevas generaciones, un forjador de forjadores de letras.
Esta obra forma parte del catálogo del Fondo de Cultura Económica, que se puede consultar en www.fceguatemala.com y a través de WhatsApp 5017-3130 o mensaje directo en redes sociales: FCE Guatemala. El Envío es gratis en compras mayores de Q. 100.00, dentro del perímetro de la ciudad de Guatemala. Pregunte por las ofertas de la semana.
Fuente: [https://lahora.gt/roberto-diaz-castillo-un-intelectual-imborrable/]
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