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Sonrían amadas mías

Danilo Santos

“Me quitaron la memoria cuando tenía catorce años, luego, me ha tocado ver desde el éter la lucha de mis amadas Emma, Emma Guadalupe y Ana Lucrecia Molina Theissen. Desde donde estoy agradezco su lucha, que sé no es solo por mí, sino por todos los que como yo desaparecieron y no volvieron a casa nunca más. Somos muchos los niños y niñas que andamos alegrando los hogares de nuestras familias, a veces como gorriones, otras como rayo de sol que se cuela por la ventana y acaricia los rostros de los que nos aman y amamos. Yo particularmente llego como huele de noche, y dulce, irrumpo por toda la casa para que cierren los ojos por un momento y me piensen en mí sonriendo.

Gracias, porque treinta y siete años después, no han dejado de luchar. Y hoy, que en Guatemala se abren grietas al sistema oprobioso que devora a sus propios hijos e hijas, ustedes han encontrado el trecho final para que se haga JUSTICIA. No se trata de venganza, lo sé. Sino de que no vuelva a pasar, que ninguna familia sufra el terrible dolor de perder a un hijo o hija, de no saber dónde están, que se les borre cínicamente de la faz de la Tierra porque al señor gobierno no le gusta lo que sus padres, madres, hermanos y hermanas piensan sobre él. Ésta particularmente es una vergüenza disfrazada de solemnidad y burocracia funcional.

A muchos como a mí, se los llevaron de todas partes del país, contra su voluntad a los cuarteles, que eran territorios liberados de la ley y del sentido común, una suerte de pesadilla hecha realidad para cualquiera que no fuera del agrado de los todopoderosos comandantes y cualquier uniformado envalentonado con un fusil frente a población desarmada. En este éter en el que ando hay niños indígenas de todo el país, a culatazos los subían a los camiones y en las bases cuando no aguantan el estúpido rigor militar y la preparación para la guerra, intentaban huir; era cuando los desaparecían para siempre. Me cuentan que si eras de Quiché te mandaban a Izabal, si eras de Quetzaltenango a Zacapa, y así, para desarraigarte totalmente y que tu familia se volviera un montón de gente asustada y apiñada en galpones, asediados por dementes guerreristas. Muchas niñas también viajan conmigo, pero a ellas las violaban y luego las desechaban como objetos carentes ya de valor.

El país no ha salido de esa resaca sanguinolenta que dejó la guerra, pero ustedes amadas, sonrían, porque con su entereza y coraje, están haciendo posible lo que hace tres décadas era impensable; sentar frente a la justicia a los altos mandos responsables de una institución que sembró el terror por todo el país. Les pido amadas mías que sonrían, porque lo han hecho estupendamente bien. Su lucha es mi paz, su paz es mi lucha desde donde estoy. Amorosamente, Marco Antonio Molina Theissen”.

Fuente: [http://lahora.gt/sonrian-amadas-mias/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Danilo Santos Salazar